SOCIEDAD
una tendencia que es habitual en europa y ee.uu.

‘Deptos’ compartidos: por los costos, más jóvenes optan por alquilar y vivir en común

Con el poco acceso a la vivienda propia y la inflación, comparten gastos y fijan sus reglas y pautas de convivencia. Según un estudio, el 72% de entre 18 y 30 años lo haría, pero el 33% “solo con un conocido”.

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Compañeras. Lo eran de trabajo y ahora de vivienda: Solange Santi (28) y Daiana Cámpora (32). | gza. santi

Son amigas y compañeras de trabajo desde hace años y hace tres se convirtieron también en compañeras de vivienda: Solange Santi (28) se había separado de un novio y Daiana Cámpora (32) tenía un contrato de alquiler que vencía. Y a pesar de que ambas ya habían vivido solas –Daiana incluso piensa que retomaría esa situación, pero que por ahora, prefiere seguir con su amiga–, decidieron que compartir departamento les permitiría no solo tener un espacio más amplio para vivir, sino también no tener que fijarse tanto en qué servicios dejar u otros recortes de gastos.  

Con el tiempo, se dieron cuenta de que habían elegido la opción correcta: encontraron un departamento mucho más grande en el que vivían, cada una tiene su cuarto y ejercen “mucha paciencia y tolerancia” con la otra; comparten gastos basados en lo que denominan “un sistema de confianza” y hasta tienen en común que no son obsesivas del orden, entonces allí también se entienden. Y los bolsillos de ambas, agradecidos. 

"No tenemos tareas designadas, las dos tenemos mucha paciencia y tolerancia", dicen

Es que en medio de una crisis inflacionaria que, predicen, superará el 60% anual, alquileres altísimos por la falta de propiedades en oferta, contratos difíciles de pagar y cumplir y sueldos magros, no solo los jóvenes optan por compartir vivienda para bajar gastos, a la usanza de lo que en otros países se hace hace décadas –en España los llaman “pisos compartidos”; en Estados Unidos, “roommates”– sino también otros adultos en el país–. 

Un informe elaborado por el portal Zonaprop de Navent pone la lupa igual sobre los más jóvenes, que no pueden acceder a una vivienda propia y a quienes alquilar quizá se les hace más difícil: un 73% de argentinos/as entre 18 y 30 años dijo “manifestar interés” en mudarse a un piso compartido. Un 33% de ellos lo haría solamente con un conocido, mientras que un 6% lo haría con un desconocido y el resto (61%) dependería de la situación. La realidad económica y la suba de los precios de alquiler, que ya acumula un 14% en el primer trimestre de este año, generan que esa tendencia se convierta cada vez más en una necesidad para los argentinos. Esa situación también se ve entre personas de otras edades. 

La reforma de la ley de alquileres, entre el empantanamiento y la votación dividida
 

La razón principal por la que los usuarios elegirían esta opción se debe a que la mayoría se vería beneficiado económicamente al poder repartir gastos con sus compañeros de piso (71,53%), otros se mudarían a un departamento compartido porque se separaron recientemente de su pareja (6,36%), para independizarse de sus padres (6,07%), para dividir las tareas del hogar (3,18%) o porque se mudaron de zona (2,60%).

A Santi y Cámpora les pasó un poco de todo eso: después de vivir un año y ocho meses en un espacio mucho más grande, decidieron pasarse a otro un poco más chico, pero con un alquiler de dueño directo –la propietaria es amiga de una de ellas– y gastan menos. “Hoy es muy difícil alquilar solo. A mí me gustaría, aunque no me urge: si para irme a vivir sola tengo que ir a un lugar mucho más chico que donde estoy viviendo, prefiero seguir compartiendo”, dice Cámpora. Su amiga completa: “Es carísimo y muy complicado tener la documentación que pide una inmobiliaria”. Y agrega: “Acá estamos cómodas y tenemos horarios cruzados en nuestro trabajo, así que nos turnamos en la cocina, reponemos lo que falta, pagamos los servicios que se nos cruzan, y todo va a un papel al que llamamos ‘sistema de gastos basado en la confianza’ que cuadramos idealmente una vez por mes, además de pagar la mitad del alquiler cada una”. 

La realidad, cuenta Santi, es que “no hay mucha más organización”: al principio todo lo que tenía una lo llevó y la otra también, y se comparte todo: todo es de las dos, repartieron los muebles –Daiana ya vivía sola y la mayoría de las cosas las tenía, pero Solange compró lavarropas, cama, mueble de TV. “Funciona porque nos llevamos bien. No somos muy organizadas en la casa en general y nos entendemos en ese desorden. Cada una tiene su cuarto y ahí hay libre albedrío, pero los ambientes en común –y las invitaciones a amigos– se comparten”, coinciden ambas.