“Existen documentos confidenciales que la Santa Sede no va a mostrar nunca”, advierte mirando fijamente a los ojos el cardenal argentino Jorge Mejía, custodio privilegiado durante seis años de los noventa kilómetros de escritos que componen los archivos secretos del Vaticano.
Y aunque celebra la próxima apertura al público de unos cien textos reservados, aclara que “todo aquello que pudiera comprometer a algunas personas y a su descendencia jamás se hará público”. Entre otros, documentos relacionados con el nazismo verán la luz por primera vez en febrero de 2012.
En 1610, el papa Pablo V ordenó esconder en los Palacios Vaticanos todos los pergaminos de oro y bulas eclesiásticas en circulación. A partir de entonces, un gigantesco búnker –hoy de acero y hormigón– guarda unos 150 mil escritos que resumen 12 siglos de historia y suscitan intrigas sobre el verdadero poder de la Iglesia.
Unos cien de especial interés para los investigadores, se expondrán en el Capitolio de Roma al público en general. La muestra, denominada Lux in Arcana, durará siete meses y coincide con 400 años de la creación del Archivo.
Entre 1998 y 2003, durante el papado de Juan Pablo II, el cardenal Mejía fue la persona elegida para regentear la Biblioteca Vaticana y el Archivo Secreto. La confianza que Karol Wojtyła tenía en el argentino había nacido años atrás, cuando ambos eran compañeros en la Universidad el Angelicum de Roma.
“Yo tenía experiencia en manuscritos y libros raros y, además, era su persona de confianza. Me pidió que lo acompañara en su lecho de muerte”, cuenta Mejía a PERFIL, y muestra el enorme anillo de oro que le regaló en 2001, cuando lo proclamó cardenal en la Plaza de San Pedro.
La nota completa, en la edición impresa del diario PERFIL.