Jabad Lubavitch, uno de los movimientos más dinámicos dentro del judaísmo local, cuestionado por su intransigencia, tuvo en los últimos años una gran expansión, reuniendo más seguidores y poder a su alrededor, mediante un mensaje que combina la ortodoxia con técnicas de difusión propias del marketing moderno.
Tal como sucede a nivel mundial, en el país la prédica del movimiento tiene especial llegada en el empresariado judío, así como entre los jóvenes y laicos. Uno de los Lubavitch más destacados y uno de los principales donantes es Eduardo Elsztain, presidente de IRSA y vinculado a los bienes raíces. Otro donante ilustre es Alan Faena.
Jabad Lubavitch cuenta con 10.000 integrantes en el país. Y aunque muchos de los hábitos seguidos por sus miembros puedan parecer medievales, Jabad trabaja con la tecnología más moderna: desde programas de televisión hasta un importante sitio de Internet y la lectura de rezos en la pantalla de una palm.
Sus miembros se definen por la fidelidad extrema a la palabra de la Torá y la Halajá, donde figuran las ordenanzas que para la ortodoxia el pueblo judío debe seguir. Los hombres más avanzados en el cumplimiento de los preceptos visten con largas barbas, sacos y sombreros negros; las mujeres con polleras hasta los tobillos y pelucas.
El boom del movimiento parece ir de la mano de un alto poder adquisitivo: incluye desde la organización de desayunos en el hotel Alvear, donde se leen cuentos jasídicos y muchos de los asistentes y aportantes son empresarios, hasta el tradicional alquiler del hotel Llao Llao durante varios días para celebrar Pesaj, la pascua judía.