Hana: flores. Mi: contemplar. El Hanami se inició por una creencia popular que alega que, en el tronco de los cerezos, habita una divinidad a la que hay que rendir tributo. De esta manera, cuando se comenzaba la siembra del arroz, los japoneses realizaban anualmente un ritual bajo los cerezos, donde agradecían y pedían protección para las cosechas. Por otra parte –una parte no muy lejana, siempre en Oriente–, una tradición practicada por el pueblo chino consiste en contemplar largamente las flores con el fin de esparcir y cultivar el alma.
Así, uniendo las dos costumbres, comenzó esta tradición. En el año 794 d.C. los festejos llegaron a la Corte, cuando uno de los emperadores decidió unir la fiesta cortesana y la adoración pagana, y organizar una fiesta en el jardín del palacio con motivo de celebrar el florecimiento de los cerezos. Desde ese momento y durante siglos fue un privilegio de la nobleza.