Los optimistas de la crisis lo interpretan como una forma de atraer nuevos públicos y apostar al teatro como espacio de catarsis colectiva. Para otros, se traduce en pensar alternativas para sobrevivir.
Lo cierto es que la siempre intensa actividad teatral porteña –que, salvo excepciones, registró en los últimos meses una caída pronunciada en la cantidad de espectadores, tanto en el circuito comercial como el independiente (ver aparte)–, hace frente a las dificultades con opciones que van desde intensificar los de a poco instalados horarios ‘alternativos’ –durante la mañana o temprano a la tarde– hasta convertir una sala en tres, hacerla temática o, en una movida más jugada, hacer funciones a la gorra –algo infrecuente para teatros más instalados– o, directamente, regalar una parte de las entradas.
El actor y director Mauricio Dayub, uno de los dueños del Chacarerean Teatre, dio el primer paso: ofreció vía Twitter el 10% de las butacas de la sala para una de sus obras a quienes “no pudieran ir por cuestiones económicas”. Las agotó en minutos. “Fue producto de un impulso. Pensé en los actores esperando al público, y la gente con ganas de salir, de ver una obra que les haga bien, y sentí que el único objetivo que tiene un teatro es que los artistas y el público se encuentren y compartan”, explica ahora Dayub.
“Más que nunca, la persona que invirtió en su entrada busca una experiencia. Tratamos de darle valor: en una de las salas tenemos obras de 25 minutos, a la gorra; los jueves hacemos un descuento fijo a $ 280 y los menores de 28 pagan mitad de precio todos los días. Queremos sacar las barreras de todo tipo para que la gente se acerque: tenemos funciones los domingos a las 11, a las 15; los jueves a las 16. Buscamos el público donde esté”, dice Maxime Seugé, uno de los responsables de Timbre 4.
Más es más. Para reforzar esa premisa de que ‘a mal tiempo, más teatro’, mañana, el histórico Tabarís reabrirá convertido en tres salas: a la principal, sumaron otras dos de 400 plateas cada una. “Siempre sostuve que los edificios teatrales son el puntapié para que luego se desarrolle el hecho artístico y trabajen los productores. Las salas sobreviven a las personas y a las empresas”, confía el empresario Carlos Rottemberg. Y su par Lino Patalano coincide: asociado con Gustavo Yankelevich, convirtió este año el teatro Liceo en el Comedy, una sala especializada en stand up, con una programación que cambia todos los días. “Los espectáculos en cartelera llegan a tres mil espectadores por semana: es un milagro. Encontramos en el público del stand up una forma de reconvertirnos”, cuenta. “Cuando la gente está insegura y no sabe qué va a pasar, se retrae, pero el arte siempre se reconvierte”, confía.
“Lo que hizo Mauricio (Dayub) me parece creativo. A todos nos quedan butacas libres en algunos espectáculos porque los exitosos son solo unos pocos. Las promociones están a la orden del día, y este año, como ya lo venimos haciendo, tendremos en octubre la campaña ‘Vení al teatro’ donde habrá diez mil entradas a $ 200 para ver todos los espectáculos de la calle Corrientes. Hay mucho público teatrero en nuestra ciudad y la plata siempre ha sido una dificultad en épocas no tan graves y en otras como éstas que se siente más”, dice por su parte Sebastián Blutrach, presidente de Aadet, la cámara que nuclea a las principales salas comerciales y responsable del teatro Picadero, que batió récords de público los lunes con Tarascones y en las mañanas con Mi hijo solo camina un poco más lento.
Todos, comerciales e independientes, coinciden en que hay que agudizar el ingenio pero que el teatro es la mejor forma de seguir manteniendo vivos los espacios. Son pocos los que admiten que los alquileres de salas para eventos privados representen una parte importante de sus ingresos.
Y aunque hay casos inversos como el del Teatro San Martín, que agotó en una hora funciones de Campo Minado y duplicó el público (ver aparte), para las salas independientes la situación “es realmente de emergencia”. Y agrega: “Hay salas que si no reciben a la brevedad un subsidio o una ayuda, no saben si tengan que cerrar”, asegura Liliana Weimer, titular de Artei (la cámara de salas independientes). Por eso, ante la crisis, el ingenio se agudiza.
*Producción periodística: Florencia Coronel