“No eran brujas, eran mujeres”. Así se llama el manifiesto que más de cien historiadores europeos firmaron condenando la “caza de brujas”. Se estima que en Europa, unas cincuenta mil personas fueron condenadas a muerte acusadas de brujería entre 1580 y 1630. De esas, un 80 por ciento fueron mujeres.
En línea con el lema “No eran brujas, eran mujeres”, el parlamento de Cataluña aprobó una resolución para “indultar” a más de mil personas –en su mayoría mujeres– que fueron asesinadas bajo la acusación de ejercer la brujería. Un perdón que llega 400 años tarde. Estos tardíos actos de justicia y reivindación se dieron también en Suiza, Escocia y Noruega. En esa región de España, más precisamente en Lleida, se aprobó –según algunos historiadores–, la primera ley en Europa contra la brujería; fue en 1424. Si bien en tierras españolas, la Inquisición se abocó más a convertir al cristianismo a judíos y musulmanes, en Cataluña la caza de brujas fue una actividad que se extendió hasta avanzado el siglo XVIII.
En Cataluña, para ahorrar leña, no se quemaba a "las brujas", se las ahorcaba.
La medida que tomó el parlamento catalán acompaña una acción que lleva adelante Sapiens, una revista de historia, respecto de la injusticia que implicó estas muertes que se justificaron con acusaciones de brujería. “Femicidios institucionalizados”, los llamó Pere Aragonés –presidente de la Generalitat de Calatuña– en un reportaje incluido en el documental “Brujas, la gran mentira”. En “Mujeres al margen, brujas y otras historias de infamia y olvido”, libro de la catalana Ivet Eroles Palacios, ella dice respecto de todo esto: “Somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar” y también “los descendientes de quienes las asesinaron”.
Una de las causas de por qué en Cataluña la caza de brujas fue tan extendida la dio Pau Castell. Según este profesor de historia moderna de la Universidad de Barcelona, las zonas rurales en Cataluña estaban bajo el poder absoluto de los señores feudales, y la sola confesión –obtenida en general por torturas– era prueba suficiente de culpabilidad. Si bien el fin de las acusadas de brujas solía ser la hoguera, en Cataluña se las ahorcaba. Según el mencionado historiador Castell eso podría deberse a una cuestión económica. Es decir, era más barato, ahorcar mujeres que quemarlas: se ahorraba leña que era valiosa.
Hay datos curiosos respecto de la caza de brujas en Cataluña. En Sallent, un pueblo de esa región, tuvieron a sueldo a Joan Cazabrujas. Su tarea terminó con 33 mujeres ahorcadas luego de ser acusadas de brujería. La Inquisición investigó esos casos y al descubrir que eran inocentes, Joan Cazabrujas fue quemado en la hoguera.