Las villas 21-24 y Zavaleta son las más grandes de Capital Federal, y se las ubica entre las más peligrosas. Situadas a la orilla del Riachuelo, ocupan unas 65 hectáreas en las que viven cerca de 50 mil personas. Una de las vías de ingreso es la calle Osvaldo Cruz al 3000, donde se encuentra ubicada la parroquia Nuestra Señora de Caacupé, a cargo del padre Lorenzo “Toto” de Vedia.
Llegó al barrio hace cinco años para reemplazar al padre Pepe Di Paola, hoy es un referente y analiza las necesidades de su gente y la inseguridad. Explica que allí conviven tres fuerzas: Gendarmería, Prefectura y la Policía Federal, pero están “mal articuladas” y no tienen una “finalidad clara”.
“Antes el Estado no estaba presente en estos lugares y era como que no existían. En cambio, en los últimos años se empezó a ver paulatinamente presencia del Estado y de las fuerzas de seguridad. Pero todavía falta ordenar esa presencia policial, falta que sea eficaz. No se nota un proyecto claro y consecuente. Se ve que se hacen cosas y es mejor que antes, cuando no se hacía nada, pero no se nota un orden, una organización o finalidad clara. El problema surge cuando se intenta tapar agujeros, poner parches o maquillar una situación, pero no se tiene bien claro adónde se quiere llegar con eso”, comenta el sacerdote.
Toto es muy claro en su análisis frente al avance del delito y las situaciones de violencia. Asegura que, más allá de la presencia de fuerzas policiales, hay que trabajar en la inclusión. “El Estado debe combatir el delito, el narcotráfico y hacer cumplir la ley, pero también debe trabajar en la inclusión. Poner más policías no va a traer más seguridad. Esta es una sociedad pendular que va de la represión a la falta de límites, pero en realidad hay un intermedio que tiene que ver con poner el cuerpo, el corazón, dar la vida por el bien común y la dignidad de las personas, trabajar por el bien de todos, terminar con lo que degrada a la persona y que cada uno cumpla en la sociedad el rol que le toca con la mirada puesta en el bien de todos”.
La igualdad de oportunidades y el acceso al trabajo son algunos de los pilares que el padre Toto resalta como indispensables para hacer frente a la violencia. “La seguridad hay que entenderla en un sentido amplio. Para una persona, tener seguridad es contar con lo elemental para su vida y que se respeten sus derechos. Seguridad es tener una familia, una escuela para sus hijos, un trabajo, las necesidades básicas satisfechas. En este aspecto íntegro del concepto todavía se está en deuda con la gente de la villa. Las situaciones de exclusión son caldo de cultivo para el delito y atentan contra la seguridad de las personas”, reflexiona el padre Toto