SOCIEDAD
enfrentan la mirada del otro

Familias trans cuentan cómo fue animarse a tener hijos

Matías Trigo gesta a su primer bebé con Celeste Giacchetta, que nacerá en tres meses. Cristina Hendrickse ya es madre con Liliana, y quiere ser jueza. Mirá el video.

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Juntos. Celeste Giacchetta y Matías Trigo atraviesan un embarazo “muy esperado”. | fino pizarro

“Este bebé significa la expresión física de la libertad”. El que habla es Matías Trigo (23), un hombre trans que se acaricia el vientre, en el que se gesta su bebé hace seis meses. Su hijo lleva su material genético y el de su pareja, Celeste Giacchetta (32), una mujer trans. Ellos –o “elles”, como suelen autodenominarse– son dos de las más de 10 mil personas que pudieron cambiar su nombre en el DNI a siete años de la sanción de la Ley 26.743 de Identidad de Género, según datos del Registro Nacional de las Personas. Pero también son parte de las familias que crecen a la luz de los avances en materia de derechos logrados con las normativas.

“Antes (de la ley), me escondía en la facultad y tenía miedo de perder mi trabajo. Pero después de la sanción me abrí. Nunca me sentí más auténtica y alegre”, cuenta Giacchetta, que trabaja como administrativa y que readecuó su cuerpo con una operación de implante mamario, además del tratamiento hormonal, que también hizo Trigo. En su caso, él siempre se sintió varón y a los 18 años ya tenía el nombre que siempre quiso. Si bien las historias son diferentes, ambos se encontraron en los círculos de la militancia Lgbtiq+.

“Cuando empezamos a salir, parecíamos primerizos de 15 años. Nunca habíamos estado en pareja con alguien trans. Pero me siento muy cómoda porque a él no tengo que explicarle nada”, dice Giacchetta. Al poco tiempo, fantasearon con tener hijos.

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Al principio pensaron en la adopción. Pero se dieron cuenta de que también podían ser gestantes y decidieron animarse, aunque Trigo tendría que abandonar las hormonas más de un año y someterse a ver, nuevamente, cambios en su cuerpo. “Lo vivo muy feliz, todo el tiempo siento una persona adentro mío. Y compartirlo con Celes es maravilloso”, cuenta Trigo, que retomará su tratamiento hormonal una vez que nazca el bebé.

“¿Para qué te hiciste hombre si ahora te embarazás?”, fue lo que le preguntó el padre de Trigo a su hijo cuando le contó que sería abuelo. El le contestó que “la identidad femenina o masculina no pasa por gestar” y que seguía “siendo el mismo”. Sin embargo, la pareja aclara que tienen apoyo de ambas familias y “aceptación del mundo heterosexual, mientras que algunos círculos Lgbtiq+ criticaron el embarazo”, dicen. “Ser gay no te quita lo machista ni lo fascista”, afirma su mujer, y cuenta que las instituciones tampoco están preparadas para una familia como ellos.

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“Vamos a la fila de prioridad del supermercado y nos miran demasiado. No entienden qué pasa y entramos en conflicto por el sistema binario de la maternidad como una posibilidad única de las mujeres”, dice Giacchetta. “Nos toman como un caso loco, pero me parece que la locura está en la gente que se nos ríe en la calle para hacer sentir mal a alguien. Somos dos personas enamoradas que quieren formar una familia”, asegura Trigo.

Dicen que se sienten amparados y bien tratados por su cuerpo médico en un hospital de Córdoba y que le contarán a su hijo “de manera natural” que ambos son trans. “Tenemos un montón de fotos de Mati embarazado para que pueda verlo y además vamos a leerle cuentos con perspectiva diversa”, dice Giacchetta, que aspira a enviarlo a una escuela Waldorf.

Ensambladas. Cristina Hendrickse (55) es abogada y aspira a ser la primera jueza trans del país: se presentó a concurso en un juzgado de familia de Neuquén. “Desde chiquita le sacaba los zapatos a mi mamá y me pintaba las uñas. Pero mi madre me retaba”, cuenta Hendrickse, quien luego de la muerte de su madre, en 2007, comenzó a explorar su género.

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En ese momento se llamaba Cristian, había contraído matrimonio con Liliana Troncoso (47) y esperaban a una hija que se llamaría Abril. “Aunque lo negaba, empecé a comprarme ropa para mujer a escondidas y utilizar maquillaje. Cuando se sancionó la Ley de Identidad de Género  me abrí completamente”, recuerda Hendrickse.

La primera en darse cuenta fue Ailén, que tiene 20 años, es hija de Troncoso junto con una pareja anterior y con quien conviven en su casa de Villa Urquiza. La joven le comentaba a su madre que atendiera los cambios de Cristian. Hasta que finalmente, ahora Cristina le contó su verdadera identidad. “Fue todo un proceso traumático, porque desaparecía una persona y nacía otra”, dice Hendrickse. “Yo vivía tranquila y de pronto me vino la noticia, que costó muchísimo aceptarla”, cuenta Troncoso.  

“Un día me pidió que la acompañara a una tienda de ropa. Le dijimos a la vendedora que teníamos que hacerle un regalo a un pariente con gran contextura física para que le entrara a ‘Cris’. Entramos juntas al probador y nos divertimos mucho”, cuenta Troncoso sobre el momento en que se dio cuenta de que podía compartir nuevas cosas con su pareja. “Yo la amo desde que la conocí y el sentimiento no cambió. Incluso, se incrementó”, comparte la mujer.

Alguien nuevo que tendrían en común desde 2008 sería Abril, su hija que también porta el material genético de ambas. Hendrickse había sido padre de otra niña junto a una pareja anterior, pero esta hija sería totalmente diferente. “Ni Abril ni el resto de las chicas tuvo problemas en aceptar que había dos mamás. Cuando se los conté, me abrazaron supercontentas.

En mi caso, lo único que siento de distinto de ser padre a madre es que soy más libre en expresar sentimientos porque al varón no se le permite. Como mamá puedo escuchar más a mis hijas”, dice.

Amar sin tener que esconderse

Marcela Romero (*)

Vengo de una generación de militancia trans donde el ser padre o madre era un sueño utópico. En los años 70 hice mi construcción como mujer trans y en la década siguiente hice mi cambio de sexo. En esa época teníamos que escondernos porque nos mataban o nos metían presas.

Durante muchos años algunas trans pudieron tener hijos porque lograron congelar su semen, por ejemplo, pero al tiempo eran denunciadas y les sacaban a sus hijos o tenían que esconderlos para que no sucediera tal cosa. Hoy, estos atropellos a los derechos humanos ya no suceden de esta manera y las nuevas generaciones tienen otras posibilidades.

Me encanta ver a los jóvenes que hoy viven su sexualidad y sus sentimientos libremente, aunque la cultura dominante trate de impedirlo. Celebro a las parejas que planifican tener hijos. Lo mejor es que no tienen que esconderse.

*Presidenta de la Asoc. de Travestis, Transexuales y Transgénero de Argentina.