A poco de la muerte de su hermana Natalia, el aún adolescente Franco Fraticelli abandonó Santa Fe para radicarse en San Juan. La huida de esa provincia es explicable: con sus padres presos y el recuerdo de su su hermana en el aire, era poco, muy poco lo que podía hacer allí.
Hoy, aquel bebé que el matrimonio Fraticelli adoptó poco antes del nacimiento de Natalia tiene 23 años, esposa –Andrea– y una hija de 4.
Posee dos trabajos: en una compañía de seguros y en una céntrica estación de servicios de la ciudad de San Juan.
Con la libertad de sus padres, dejó la provincia cuyana para visitar sólo por unas horas a su madre en Venado Tuerto. El quiere que ella se mude a su casa en la periférica localidad de Rivadavia, un barrio muy arbolado y de amplias acequias. En cambio, no se encontró con su padre. Los que lo conocen aseguran que esa relación nunca fue de las mejores.
Franco no quiere hablar con la prensa. Agradece la invitación de PERFIL para hacerlo, pero se excusa: “Estoy muy conmovido, lo que está pasando es muy fuerte, ya llegará el tiempo de hablar”, dijo e inicia la carga de un tanque en un indudable y absoluto silencio