Uno, dos, tres. El sacerdote Julio César Grassi, condenado a 15 años de prisión por abuso y corrupción de menores, cuenta sus días en la cárcel de Campana. Lleva 33.
Sin ánimo de brindar entrevistas a la prensa, el interno más famoso de la Unidad Penitenciaria Nº 41 pasa sus horas más difíciles pendiente de todo lo que sucede en la Fundación “Felices los Niños” y ejerciendo sus facultades como sacerdote.
Los que estuvieron estos días con él aseguran que Grassi superó la depresión de las primeras semanas, gracias a su fe católica. “Se lo ve entero”, asegura un allegado.
“Hace ‘rancho’ con Carrascosa”, reconoce un vocero judicial consultado por PERFIL. El viudo de María Marta, que está alojado en el mismo penal, es el otro preso famoso que tiene el lugar, y está en contacto con el sacerdote.
Según sus allegados, el cura reparte su tiempo en la biblioteca de la cárcel, donde tiene acceso a una computadora y puede conectarse a internet. Desde allí monitorea las actividades y novedades de la fundación de Hurlingham.
Por el trabajo que realiza, pidió expresamente que le permitan tener una máquina y un teléfono en su celda. Sin embargo, la solicitud fue rechazada por las autoridades del penal por tratarse de un beneficio que un detenido no puede tener.
Acompañado. Una vez por semana, Julio César Grassi recibe visitas en el Salón de Usos Múltiples (SUM). Sus cuatro hermanos y sus sobrinos estuvieron con él. Los que no lo pudieron ver son las autoridades de “Felices los Niños”.
Actualmente, el cura permanece alojado en el pabellón 6 de la Unidad N° 41 –que alberga a cerca de 500 internos– junto a otros treinta detenidos más, muchos de ellos acusados por delitos contra la integridad sexual. El dato es que uno de sus compañeros es otro cura de la Iglesia Católica: el párroco José Antonio Mercau, condenado a catorce años de prisión por abusar de cuatro menores.
Mercau es más joven que Grassi: tiene 57 años y pertenece a la diócesis de San Isidro. Al igual que el fundador de “Felices los Niños” tenía a su cargo decenas de chicos que llegaban al Hogar San Juan Diego, en la localidad bonaerense de El Talar de Pacheco, víctimas de maltrato o abandono. Según cuentan en el penal, la relación entre ellos no es la mejor.