SOCIEDAD
Opinin

Hasta siempre, gallo de riña

Allí estaba. En el mismo velatorio de la calle O’Higgins y hasta en la misma sala en la que vi por última vez el cuerpo de Jacobo Timerman hace siete años, también un mes de noviembre. Caprichos del destino, me dije.

|
Allí estaba. En el mismo velatorio de la calle O’Higgins y hasta en la misma sala en la que vi por última vez el cuerpo de Jacobo Timerman hace siete años, también un mes de noviembre. Caprichos del destino, me dije.

El que allí vi, no era el mismo Ramos que conocí. Su rostro mostraba los efectos de su lucha final contra la muerte. Pensé, ¿será la religión judía más sabia que vela a sus muertos a cajón cerrado? Quizás no, eran las 10 de la mañana del lunes, no había mucha gente y la primera esposa de Ramos, sola frente a él, acariciaba su cara una y otra vez. Era una escena conmovedora: Ramos se había separado de ella hace más de veinte años. Quizás ella de él, nunca.

Su hijo mayor, Claudio, me contó que su padre alcanzó a leer la última nota que escribí sobre él y lo había puesto muy feliz. La nota salió en la contratapa del diario PERFIL el domingo 12 y Ramos entró en terapia intensiva el lunes 13. Me alegra haber llegado a tiempo con un texto positivo antes de su muerte. Después no hubiera tenido el mismo valor: es habitual que a las personas fallecidas sólo se le dispensen elogios.

Y me alegró leer que el réquiem de Ramos en la tapa de Ámbito, escrito por Roberto García, su mano derecha, mejor amigo y quien más lo conocía, comenzara diciendo: “Una sola palabra para el epitafio: periodista”. Mi nota de hace diez días se titulaba: “Un periodista”.

Cuando la escribí no pasaba por mi cabeza la posibilidad de la muerte de Ramos. Es más, mi columna fue motivada por un texto que el mismo Ramos había escrito dos días antes para NOTICIAS hablando de su convalecencia y la posible venta de su diario. Otro capricho del destino: la última nota que Ramos escribió no fue en Ámbito sino en NOTICIAS. Y el que quizás pueda ser el último capricho de Ramos: ¿se dejó vencer por la enfermedad porque no quería ser él quien vendiera Ámbito?

Al día siguiente de escribir esa columna, el domingo 12, viajé a San Pablo para la Conferencia Iberoamericana de la FIPP (Federación Internacional de Prensa Periódica). Me tocó exponer el martes 14 y regresé a Buenos Aires el miércoles 15. Recién ese día me enteré de que había entrado en terapia intensiva. “¿Cómo, si el viernes estaba escribiendo notas?”

Un día después, el jueves 15, el Jockey Club me organizó un almuerzo "de desagravio" por las amenazas que recibí hace un mes. Entre los socios se encontraba el doctor Jorge Aufiero, presidente de la Cámara de Instituciones Médico-Asistenciales y de Medicus la propietaria del Instituto de Diagnóstico donde estaba internado Ramos. El periodista fue más fuerte y le pregunté: “Decime, Jorge, sin faltar al secreto profesional y respondiéndome de forma general, ¿por qué un paciente que estaba cuatro días antes escribiendo, pasó sin escalas a un estado de coma fulminantemente?”

El médico me explicó que en estos casos el empeoramiento era el resultado de que se había comenzado la lucha contra la enfermedad, que la batería de drogas que se aplican para destruir al cáncer también destruyen al enfermo, pero que si la médula espinal reacciona y su organismo vuelve a fabricar glóbulos rojos, el paciente se puede recuperar tan rápidamente como empeoró.
Al día siguiente tuve que viajar imprevistamente a Santa Cruz (la familia de un redactor del diario PERFIL estaba padeciendo represalias) y antes de salir los periodistas de la revista Fortuna, de cierre ese día, me contaron que la última información indicaba que la médula de Ramos había comenzado a reaccionar al tratamiento. Tomé el avión a Río Gallegos convencido de que Ramos volvería a aporrear el teclado en las próximas semanas. Regresé el domingo y Ramos había fallecido.

Claudio, su hijo, me confirmó en el velatorio que efectivamente hubo una reacción y fueron optimistas por unas horas pero luego todo se complicó. “Me explicaron los médicos –dijo Claudio– que en estos casos el 85% de los pacientes fallece, el punto débil de mi padre eran los pulmones que no aguantaron, él es asmático desde chico y fumador de toda la vida”. Roberto García, en el citado réquiem, escribió que Ramos pidió fumarse un puro (y lo hizo) antes de que le aplicaran la batería de medicamentos y entrara en terapia intensiva. Ciento por ciento periodista hasta en la adicción al tabaco.

El diario La Voz del Interior reprodujo el martes parte de mi columna sobre Ramos en PERFIL, destacando que los elogios tenían doble valor por provenir de “un rival”. No es extraño que haya afecto en la rivalidad, Freud lo explicó de todas formas posibles. Lo contrario al amor es la indiferencia y está claro que entre nosotros hubo de todo menos indiferencia. Mi comunicación con Ramos fue intensa en los 30 años de carrera que nos tocó compartir. Pero siempre a través de lo que escribimos uno del otro. En estas tres décadas sólo nos vimos a solas en dos almuerzos y en dos reuniones. Obviamente nos tratábamos de usted y por el apellido. Perfil y Ámbito comenzaron en la misma época, ambas empresas celebran este año su cumpleaños número 30. Cuando nació Perfil yo tenía 20 años y, por entonces, Ramos me duplicaba en edad. Pero nunca sentí la diferencia de años. O porque Ramos tenía una energía más joven que la de su edad, o porque yo tenía una actitud de persona más grande para la mía. Probablemente ambas cosas juntas.

En todos esos años sólo paramos de pelearnos las varias veces que a mí me tocó irme a vivir al exterior. Estábamos siempre en las antípodas y representábamos lo opuesto pero, como dijo el pedagogo brasileño Gilberto Freire, “la fuente del opuesto es el opuesto”. Por edad, el espacio ideológico que Ramos deja vacante lo tendría que ocupar Daniel Hadad. Pero algo me indica que no será lo mismo: Ramos además de empresario era periodista, Hadad pareciera preferir ser sólo empresario. Además, no disfruta del goce de escribir.

Tom Peters es el experto en conducción más respetado del mundo. En su último libro, Re-imagina, (el más conocido es Pasión por la excelencia) aborda la dinámica de la ejecutividad como ciencia y traza una pintura del carácter del innovador que sirven para retratar la personalidad de Ramos: “Está en contra del incrementalismo. Entre la elección de ‘mejora’ versus ‘destruye y reconstruye’, prefiere esto último. Es un inconformista. Odia lo neutro. Su anhelo es que su lápida diga: ‘Fue un jugador’. O sea, no se sentó a contemplar pasar el mundo sino que salió a la cancha e hizo lo que pudo”.

Una vez Lilita Carrió, a quien Ámbito Financiero criticaba cada vez que podía, me dijo: “Yo respeto a Ramos tanto como a García (el fundador de Crónica), o sea, mucho. Me gusta la gente que, equivocada o no, se juega y la pelea”. El propio Roberto García, en el réquiem de la tapa de Ámbito, definió a Ramos como “un gallo de riña”.

Hasta siempre, gallo de riña
El periodismo, te va a extrañar.

* Fundador de NOTICIAS