Bajo el lema “El periodismo en la dictadura, a 35 años de la Recuperación de la Democracia”, el presidente de PERFIL Network, Jorge Fontevecchia realizó un reportaje público a los periodistas Horacio Verbitsky y James Neilson, quienes ejercieron su labor en los años que van del 76 al 83 en la Argentina y padecieron -al igual que Fontevecchia- la presión y represión de la dictadura de Videla y sus continuadores. A 35 años de la restauración democrática, los tres reflexionaron sobre los medios y su accionar durante aquellos años.
“Llegué a Argentina y me encontré con un periodismo mucho más libre que el que había en Oriente, de donde venía, Irán. Y también con una realidad para mí mucho más comprensible. En Irán me era todo ajeno. Acá, al contrario, me sentí en casa. La dictadura de Onganía era no blanda, sino ridícula. Se obsesionaba más con la moral de la gente: con la barba, lo que pasaba en las discotecas, las faldas de las mujeres. Cosas así. Me encontré con que los grandes medios hacían un periodismo mediocre, gris, chato. Muy solemne, muy pomposo”, detalló Neilson, sobre sus primeros años en el diario Buenos Aires Herald.
“El 76 es otra cosa. La Argentina tuvo hasta el 83 más gobiernos elegidos por las botas que por los votos. De 1930 al 83, hubo por lo menos un golpe militar por década. Y a veces, hasta tres, porque era el golpe dentro del golpe. En esas condiciones, el periodismo podía florecer solamente en los márgenes. Solo alguien que se pusiera afuera y contra de todo eso. Como Rodolfo Walsh, que escribió las mejores cosas del periodismo argentino en pasquines totalmente marginales. Y luego lo recopiló en libros. A partir del 83, esa contradicción se pudo ir atenuando. En el 76 no hubo límite para la violencia”, agregó Verbitsky.
A continuación, un extracto de ese encuentro que se llevó a cabo en la Sala Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional.
Fontevecchia: James, contabas que cuando llegaste a la Argentina, aquí el periodismo te parecía arcaico.
Neilson: Yo leía los grandes diarios, sobre todo La Nación, La Prensa. También algunas revista, como Primera Plana. Tenían muy buenas cosas. He leído colecciones de esos artículos.
Fontevecchia: Uno de los temas que aparece en el libro es por qué Perón confiscó La Prensa y no La Nación. Escribano explica que La Prensa era el Clarín de esa época, La Nación era más chica. La Prensa tuvo una actitud liberal en la dictadura, y me lleva a pensar si esa actitud liberal fue la que le costó, primero, ser estatizada, y luego, perder significado a lo largo del tiempo, mientras que los medios como Clarín y Nación pudieron acomodarse porque eran menos dogmáticos.
Neilson: La Nación representa cierta agrupación social, una actitud frente a la vida. La Prensa aspiraba a tener un punto de vista más amplio, pero dependía demasiado de los avisos clasificados, y Clarín se apoderó de ese mercado.
Fontevecchia: Mi pregunta es si ese principismo es lo que le terminó resultando caro a La Prensa.
Neilson: Puede ser. Si uno se identifica con una ideología determinada y esta pierde importancia… Esto ha pasado con el socialismo en Europa. Un diario socialista no tendría posibilidad hoy, pero hace 40 años habría vendido millones de ejemplares.
Fontevecchia: ¿Dirías que el New York Times es menos liberal que La Prensa?
Neilson: Es muy difícil. El New York Times no es un diario muy objetivo. No aspira a la objetividad.
Fontevecchia: ¿Y The Observer?
Neilson: Es un semanario. Siempre se ha destacado por la calidad literaria de los artículos y por el periodismo de investigación.
Fontevecchia: Entiendo, por lo que decís, que el liberalismo y el socialismo son ideologías pasadas de moda.
Neilson: El liberalismo clásico no puede pasar de moda porque es una manera de ver la vida, un respeto del derecho de los individuos.
9 reflexiones de Fontevecchia, Verbitsky y Neilson sobre periodismo en dictadura y democracia
Verbitsky: Está padeciendo un eclipse, no es que esté pasado de moda. Ya que James planteó el tema del New York Times, quiero señalar algunas similitudes entre el periodismo de Estados Unidos y el argentino de este momento. Durante las últimas campañas militares de Estados Unidos, nació una nueva forma de periodismo, el periodismo empotrado en las tropas. Empotrado es una aceptable traducción. Tenemos un periodismo empotrado en la Argentina. No en un ejército, pero sí en determinados intereses. Asistimos en los últimos años a un festival de periodismo empotrado. Tengo muchas diferencias con el diario La Nación, pero a veces me hace recordar Clarín un dibujo de Quinto de dos viejitos que se despiertan a media noche en la cama, se miran y se preguntan qué éramos nosotros. La Nación, de tanto en tanto, tiene ese sobresalto y se responde. Éramos periodismo. Tratemos de recordar cómo era eso. Tiene excelentes periodistas que hacen un gran trabajo. En Clarín, no vas a encontrar una nota que esté a la altura de eso. Antes de empezar esto, recordábamos con D’Amico y Zunino cuando, en los 90, Clarín tenía un periodista de primera línea investigando la discusión sobre el rebalanceo de las tarifas telefónicas. Vencían los 10 años de exclusividad, y lo que se discutía era cómo se iba a aplicar el marco competitivo. Estaban pendientes una reforma legislativa y un fallo judicial sobre el tema. El periodista tenía que entregar una nota por día explicando que estaba pasando en esos terrenos. Clarín nunca las publicó: estaban interesados en el desenlace porque tenían una de las telefónicas. Estaban haciendo lobby sobre los legisladores, sobre los jueces. Usaban el periodismo para eso.
Neilson: Un uso pésimo de los recursos periodísticos de un diario.
Verbitsky: En el caso de Clarín, es la norma y no la excepción.
Fontevecchia: Si en La Nación hubiese existido esa misma actitud en el 76, ¿habría cambiado la historia?
Verbitsky: Si el diario La Nación, Clarín, la jerarquía del Episcopado, la Unión Industrial, la Sociedad Rural hubieran dicho el 10% de lo que dijeron Bob, James, Uki y Andrew en el Herald, no habría pasado lo que pasó. La idea de que estábamos aterrados y no podíamos impedirlo es falsa. En el año 85, en el juicio de los ex comandantes, hubo un testimonio extraordinario del capitán de fragata Jorge Búsico, que contó que él estaba en desacuerdo con el sistema de secuestro, tortura y ejecución clandestina y se negó a operar sin uniforme ni placa identificatoria. Lo más grave que le hicieron fue que lo pasaron a retiro al año siguiente, alegando que tenía una situación familiar irregular porque tenía una novia aparte de una esposa. Lo mismo pasó en el ejército con Facundo Urien, que también hizo saber su oposición a los métodos clandestinos: la penalidad que le impusieron fue que nadie quería comer con él en la cantina. Si eso ocurría en las propias fuerzas armadas, no habría ocurrido si desde los medios importantes hubiera habido un cuestionamiento.
Neilson: Los medios de aquel entonces contribuyeron a la barbarie por omisión. No decían nada, por hacer pensar a los militares que la sociedad, en su conjunto, los aprobaba y podían matar a miles sin tener que preocuparse. El gran problema es que la Argentina se había acostumbrado a un sistema bastante perverso, el cual el gobierno populista tenía buenas cosas y luego venía un gobierno militar a hacer el trabajo sucio y tenía el apoyo de la gente. Siempre, en los primeros meses, los gobiernos militares eran populares. En el ámbito económico, este sistema iba a tener consecuencias catastróficas.
Verbitsky: Yo disiento con lo del pecado de omisión. Fueron parte integral de ese proyecto y se beneficiaron económicamente de eso. Yo trabajé en Clarín en el año 72: era un diario. No tenía cable, televisora, financiera, fábrica de papel, agencia de noticias, exposición agropecuaria. A partir de la dictadura, se fue convirtiendo en el monstruo que es hoy. Uno puede discutir, y la justicia también, si la compra de Papel Prensa por parte de Clarín y La Nación fue antes o después, y qué relación tuvo con el secuestro y la tortura de la familia Graiber, pero que están vinculadas una cosa con la otra... De ese beneficio ostensible que obtuvieron a señalarlos como autores de crímenes de lesa humanidad, hay una distancia que no se puede llenar ligeramente. Pero de que se beneficiaron con eso, no hay duda, y lo pagaron con la adhesión irrestricta a las políticas más repugnantes de la dictadura. Clarín y La Nación fueron cómplices activos de la dictadura. No lo digo en términos penales.
Neilson: Fueron socios del silencio...
Verbitsky: De los gritos, no del silencio.
Neilson: Ellos no salían pidiendo más dureza.
Verbitsky: Sí, salieron con editoriales pidiendo más dureza. Cuando fue secuestrado Timerman, hay un editorial vergonzoso de La Nación.
Neilson: Nadie en la Argentina protestó contra el secuestro de Timerman. Durante meses, yo fui el único. Escribí una docena de artículos sin que otro medio refutara.
Verbitsky: Una cosa es no protestar; otra cosa es aplaudir.