Jorge Fontevecchia realizó un reportaje público a dos periodistas que en su labor destacan la defensa de los derechos humanos. A 35 años de la restauración democrática, Horacio Verbitsky y James Neilson dejaron reflexiones que hablaron del pasado y la urgencia del presente. El tema fue “El periodismo en la dictadura, a 35 años de la Recuperación de la Democracia”. A continuación, un tramo de ese encuentro, que tuvo lugar en la Biblioteca Nacional.
Jorge Fontevecchia: Quiero comenzar leyendo un texto de Verbitsky de cuando distribuía información, en los primeros años de la dictadura, en los cables de cadena informativa. “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo. Oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estará esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”. Horacio imprimía y distribuía, lo ponía en sobres, lo llevaba al buzón de correo y lo entregaba.
Mi pregunta a Horacio es si las redes sociales hoy harían ese trabajo.
Horacio Verbitsky: La cadena informativa no la distribuíamos por correo: se entregaba en mano. La idea era justamente de un medio interactivo donde el receptor fuera a su vez emisor. Se formaba una cadena. Esa frase no es mía, es de Rodolfo Walsh, y me parece extraordinaria cada vez que la escucho. Tiene muchos elementos de la cultura popular. En aquella época estaba la cadena del dólar, la cadena de la felicidad, una especie de Esquema Ponzi casero, y Rodolfo toma la idea y pone cadena informativa. Reprodúzcalo y hágalo circular. Si no lo hace, se corta y va a pasar alguna cosa catastrófica. Nueve de cada diez lo estarán esperando.
Eso era una paráfrasis del aviso del jabón lux, el que usan nueve de cada diez estrellas. Toma elementos de la cultura popular para un instrumento político y compone una frase de una calidad extraordinaria, que 40 años después podemos leerla y no perdió nada de su potencia. Lo que distribuíamos por correo eran los cables de la agencia de noticias clandestinas, ANCLA. Iban dirigidos a medios de comunicación, periodistas, dentro y fuera del país. En las redes sociales hacen el trabajo de difusión mucho más fácil y plantean desafíos nuevos, distintos. La vieja idea de cómo esconder un elefante en el resto de la manada. En aquella época regía la censura, hoy rige la superabundancia. Tenés a tu disposición una cantidad de información que antes no tenías.
El tema es como la encontrás y cómo, una vez que la encontraste, valorás su importancia. Las tonterías con las que te están tratando de atraer, de acuerdo con los datos que se colectan a través del Analytics, tienen más penetración que las cosas de fondo. En todos los sentidos estamos mejor que entonces. No vivimos en una dictadura, por desagradable que nos parezca el actual gobierno. Es una diferencia fundamental. Tenemos una cantidad de recursos técnicos que no teníamos. La idea de suprimir la neutralidad de la red, que Trump ya decretó en Estados Unidos y se generaliza en todo el mundo, hará que las cosas más interesantes y más críticas tarden una hora en bajar mientras que las tonterías estén llenando todas las pantallas. Es un riesgo. Este año se cumplieron 50 del lanzamiento del diario de la Confederación General del Trabajo. Si comparo las dificultades que teníamos para reproducir eso entonces, con las que tengo hoy para producir El Cohete a la Luna, estamos en el paraíso. Dentro de la quejosidad ambiente, el personaje nacional no es Martín Fierro, sino Don Quijote. Dentro de esa quejosidad, veo las notas positivas y me parece que a los efectos de difundir información que el poder no quiere que se conozca es mucho más fácil hoy que hace 50 años.
9 reflexiones de Fontevecchia, Verbitsky y Neilson sobre periodismo en dictadura y democracia
Fontevecchia: Siguiendo con el planteo de si las dictaduras eran posibles por el bajo nivel tecnológico, James vos fuiste periodista en Teherán en la época del Sha. ¿Cómo era eso?
James Neilson: La verdad es que no lo sentí con mucha presión, no formaba parte del ambiente. No hablaba farsi, por ejemplo.
Fontevecchia: Cuándo llegaste a la Argentina, ¿te encontraste con un periodismo más libre que el que estabas acostumbrado?
Neilson: Mucho más libre. Y mucho más compresible. Allá tuve que estudiar farsi y la cultura, pero me sentía ajeno. Acá me sentí en casa.
Fontevecchia: Llegaste en 1966. O sea, en dictadura.
Neilson: La dictadura de Onganía no era blanda, pero sí ridícula. Estaba obsesionado con la moral de la gente, con que pasaba en las discotecas, con las faldas de las mujeres.
Fontevecchia: Y el periodismo, ¿qué rol jugaba?
Neilson: Me pareció mediocre, gris, chato, muy pomposo, insolente.
Horacio Verbitsky: "Durante las dictaduras, el periodismo sólo podía florecer en los márgenes"
Fontevecchia: Horacio, estuviste en la revista Confirmado que era parte de un proceso que luego derivo al golpe de estado de Onganía. ¿Qué diferencia había en el periodismo del golpe de Onganía y luego en la última dictadura militar?
Verbitsky: En la revista Confirmado, escribía sobre arte, vida cotidiana, costumbres. La relación era compleja porque era ostensible que la publicación estaba encaminada a socavar las posibilidades de continuidad del gobierno electo en elecciones prescriptivas. El derrocamiento de Illia era una tragedia, pero la elección de Illia con el 22% de los votos es otra tragedia. Dos caras de la misma moneda. El 76 es otra cosa. La Argentina tuvo hasta el 83 más gobiernos elegidos por las botas que por los votos. Del 30 al 83 hubo un golpe militar por década y a veces hasta tres. Era el golpe dentro del golpe. En esas condiciones, el periodismo podía florecer solamente en los márgenes. Solo alguien que se pusiera afuera y en contra de todo eso, como Walsh. Escribió las mejores cosas del periodismo argentino en pasquines marginales que luego recopiló en libros. He contado varias veces la esquizofrenia que significaba trabajar en medios comerciales que permitían un salario para comer y vestirse con los cuales no tenía coincidencia con su línea editorial, y por otro lado, trabajar ad honorem en diarios políticos, marginales, en los cuales podía expresarme.
Esa fue la característica fundamental de la dictadura en esas seis décadas. A partir del 83, esa contradicción se puede ir atenuando. Tuve la suerte de trabajar en medios como la revista El Periodista, donde pude ganar un sueldo y, al mismo tiempo, expresar lo que yo creía. Luego, el diario Página 12, que durante muchos años permitió lo mismo, que en la dictadura era inimaginable. En un país en el cual cada golpe militar es más sanguinario que el anterior, y a cada período democrático hay que ponerle comillas antes y después de democrático, y se vive como un intermedio entre dos golpes militares, no puede florecer un buen periodismo. No están dadas las condiciones. Hace falta aire para respirar, y no había. Ahora las dificultades son de otro tipo. Tienen que ver más con la asfixia económica, aunque existe también la censura directa, pero embozada. No hay oficina que diga “primero mande lo que escribe y se lo apruebo o no”. Pero hay llamados que te dicen que si publicas eso vas preso, y que el país estaría mucho mejor si pudiéramos meter en un cohete a 600 personas y mandarlas a la luna. Eso es lo que existe hoy: tenés la oportunidad de subirte solo al cohete.