Hasta hace muy poco tiempo no había dudas: para hacer deporte se necesita un buen calzado, cuanto más tecnológico mejor. Pero el movimiento Barefoot (en inglés descalzo) echa por tierra esta premisa e invita a despedirse de la amortiguación y la cámara de aire. Sus defensores aseguran que al correr sin calzado, el peso cae sobre la parte central del pie, las piernas absorben el impacto y el cuerpo rebota con mayor suavidad. De este modo, dicen que se liberan de tensión las rodillas, la cadera y la espalda, tienen menos dolores y lesiones a largo plazo y mejor rendimiento deportivo.
Otros eligen el andar sin calzado como estilo de vida, y aseguran estar descalzos casi todo el año, y a lo sumo se protegen con unas pequeñas medias cuando el frío aprieta.
“Nuestro cuerpo está diseñado para estar descalzo”, asegura Agustín Guarna, entrenador funcional y cultor de la vida Paleo, filosofía que rescata la dieta y la forma de ejercitarse del hombre del paleolítico. Guarna plantea que las zapatillas deportivas alteran el ángulo de apoyo normal del pie y producen un desafío antinatural para el cuerpo. “La actividad física que proponemos emula los patrones de movimiento de nuestros ancestros”, cuenta el instructor que enseña a sus alumnos a levantar troncos, a correr a máxima velocidad como lo harían en una cacería o a escalar árboles como si fueran a recolectar un fruto.
Los adherentes a esta filosofía sostienen que el Paleolítico fue el período más largo de la historia humana y todavía la especie está diseñada para esa forma de vida, por eso buscan hacer uso del cuerpo como se hacía en ese momento. No utilizar nunca más zapatos también fue una decisión que tomó Tomás Astelarra: “Creo que siempre anduve descalzo”, cuenta el economista y periodista porteño.
Desde hace tres años vive en una casa en Yacanto, Valle de Traslasierra, Córdoba. Antes de emprender un largo viaje por Sudamérica en 2002, Tomás trabajaba como redactor: “Iba al diario descalzo y era un escándalo. De todas maneras como laburaba bien los directivos me querían”.
Asegura que viajar en colectivo sin calzado en Buenos Aires no es tan complicado como entrar a un negocio: “Me decían que no por cuestiones de seguridad, yo les preguntaba por la seguridad de quién. Me paró la policía un par de veces, me decían que había normas que prohibían mi decisión de no usar zapatos. Mi respuesta siempre fue: lleváme, llamo un abogado, no existe ninguna ley que prohíba andar descalzo”.
Aquello que empezó como algo instintivo para Tomás se transformó, lecturas mediante, en una filosofía de vida. Hoy trabaja vendiendo sus libros y colaborando en distintos proyectos de economía social. “Después de tanto tiempo de andar descalzo logré un callo importante en mis pies por eso puedo caminar por casi cualquier lugar”, cuenta. Agustín aclara que volver a usar los músculos del pie luego de toda una vida de calzado requiere una transición y adaptación: “Dejar las zapatillas no es como dejar de fumar”.
Libres. Por su parte, Lucas Llach, economista, cultor de la dieta paleo y referente argentino del barefoot running considera que andar descalzo es una expresión natural del ser humano. Hace dos años, tras haber leído Born to Run (Nacido para correr), Llach empezó a correr sin zapatillas. Convencido de que aquello que diferenció al ser humano de otros animales en la evolución fue la posibilidad de correr largas distancias, este economista pudo observar cómo, al hacerlo descalzo, mejoraban sus tiempos y disminuían sus lesiones.
Cuando la temperatura supera los 25 grados o es menor a quince, utiliza un calzado hecho por él mismo. Se trata de una media a la que le agregó un pequeño cuero a modo de suela y que hoy ya las usa para toda ocasión: “Me canso mucho menos al caminar y al estar parado. Se diferencia del calzado tradicional que, al tener taco, aunque sea leve, hace que el centro de gravedad esté más adelante de lo que debería”.
Bailar sin tacos altos
El calzado parece ser un enemigo también en algunas actividades artísticas. Desde la propuesta de un tipo de tango con abordaje orgánico, la profesora Mariana Sosa invita a descalzarse: “Los pies son nuestra primera conexión con la tierra. Le dan a nuestro cerebro la información de la situación para posicionarnos en distintas circunstancias. Influyen en nuestra temperatura, equilibrio y hasta el ánimo”, dice. “Descalzos, esta relación es directa, sin intermediarios que modifiquen nuestra relación con el medio y, a la hora de conectarse con otro en el tango, cuanto más perceptivos estemos, mejor”, agrega la bailarina.
Blogs especializados y estrellas que prefieren ir con los pies al aire
Abebe Bikila fue un atleta etíope que en septiembre de 1960 fue merecedor de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma. Corrió 42 kilómetros en dos horas y quince minutos. No sólo hizo historia por ser el primer africano en obtener una medalla de oro olímpica, sino por ser el primer y el último atleta –hasta ahora– en correr una maratón descalzo. Así como Bikila, otros cultores del barefoot se hacen eco en el mundo. En países como Canadá o Suecia, los movimientos crecen: hay blogs especializados no sólo de gente que corre, sino que elige vivir descalzo “el 95% del tiempo”, aseguran; y grupos online que comparten consejos para el cuidado de los pies, datos útiles para empezar a vivir descalzo y “cómo sobrevivir en ambientes no amigables” para ir sin zapatos. El sueco Lars Barfot, por ejemplo, cuenta en su blog que hizo poner un camino de piedras pequeñas en el frente de su casa porque es “la superficie ideal para fortalecer y endurecer las plantas de los pies” y resistir caminar todos los días sin calzado. En el sitio canadiense más conocido, Barefoot Planet, hasta tienen merchandising propio.
La cantante inglesa Joss Stone prefiere cantar descalza sobre el escenario –se la ha visto, además, ir tomando café sin zapatos por las calles de Los Angeles– porque asegura que, simplemente, no soporta “la tiranía de estar calzada” con tacos altos o zapatos incómodos mientras actúa. La llaman “la diva descalza”.
Abebe Bikila obtuvo otra medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Tokyo en 1964, pero esa vez corrió con zapatillas.