Lo que a simple vista parece ser sólo una vieja construcción que resalta en una vereda, guarda consigo casi 90 años de historia. El edificio Marconetti, ubicado sobre la avenida Paseo Colón 1598, justo en frente al Parque Lezama, comienza con la cuenta regresiva para dejar de existir. Sucede que desde el lunes comenzarán a demolerlo, dado que el espacio que ocupa será terreno propicio para la continuación de las obras del Metrobus del Bajo, a cargo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Sin embargo, la emblemática construcción fue testigo de gran parte de la historia del país, y guarda tras sus puertas ahora tapiadas historias de bohemia y arte, pero también tiene como tantos otros sitios, la huella de los años más oscuros, los de la última dictadura militar.
Construcción. Con 22 departamentos distribuidos en 10 pisos, el Marconetti se construyó en 1929 por obra del arquitecto Basilio Dávoli. Debe su nombre al apellido de la familia dueña del lugar, quienes tenían una fábrica de pastas en la parte de atrás del edificio, y encargaron la construcción para que allí vivan sus empleados.
El lugar funcionó en una época como sede del Consulado de Grecia. En las últimas décadas vivieron allí algunas familias. En abril de 2018, mediante un proceso de desocupación en el cual intervino la Dirección General Administración de Bienes y Concesiones (ya que es un bien del Estado); se les ofreció a las últimas cinco que quedaban ahí a través del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) una línea de crédito para que abandonen el lugar.
Los habitantes alegaban que vivían desde los años 70 y que pagaban alquiler, hasta que los Marconetti dejaron de cobrarlo. Desde entonces, y como pasaron más de 20 años, iniciaron el proceso de usucapión o adquisición del inmueble por prescripción ante un Juzgado Civil. Pese a ello, en enero de 2017 el inmueble fue declarado "de dominio público de la Ciudad" por la Cámara en lo Contencioso Administrativo y Tributario de la Justicia porteña, con lo cual, sus residentes carecían de todo derecho sobre él.
De este modo, el desalojo derribó el último impedimento para que se pueda seguir con la traza del Metrobus, por el cual circularán 19 líneas de colectivos que transportan 250 mil pasajeros a diario.
Demolición. El edificio fue tapiado para evitar ser ocupado. La empresa Demoliciones Mitre SRL recibió la adjudicación para demolerlo, a un costo asciende que a los 15 millones de pesos.
"La demolición será manual por normativa, por la zona donde está emplazado el edificio que tiene casas aledañas y una avenida al frente; por lo que se realizará con pico y masa para demoler los 4.500 metros cuadrados" de superficie total, reveló la titular de la Dirección General de Infraestructura del Transporte, María Belén Simón, según consignó la agenciaTélam.
"La obra durará 150 días y se derribará de arriba para abajo con una estructura tubular perimetral que cubrirá el edificio con andamios y media sombra", detalló. Asimismo, remarcó que en primer lugar se realizará una limpieza general y luego se desmontarán aberturas, rejas y pisos "para reutilizarlos".
Bohemia. El Marconetti, en los 70 y 80, era considerado uno de los refugios del movimiento de la cultura under porteña. Habitaron el lugar Miguel Abuelo (líder de Los Abuelos de la Nada); Horacio Fontova; la escultora Liliana Maresca y los pintores Omar Gavagnini y César López Claro.
Años oscuros. La periodista Norma Morandini vivió allí entre 1976 y 1977. Hace unas semanas publicó un artículo en diario Clarín donde detalló en primera persona cómo ocurrió el secuestro de su hermana Cristina en el edificio (y el de su hermano Néstor en la zona de la Confitería El Molino, en Congreso). Además, contó que una de las placas que recordaba a sus familiares y que estaba fuera del Marconetti, fue dañada intencionalmente. “A raíz de esa nota se comunicó conmigo el vicejefe de gobierno porteño, Diego Santilli y la secretaría de Derechos Humanos de la ciudad de Buenos Aires y hemos quedado en poner las placas en el Parque Lezama; además me preguntaron quién quería que participe y les dije que la ONG que hace las placas. A mí me dolió que se haya destruido la placa porque hubo mala intención. La de mi hermano está entera pero la de mi hermana totalmente destruida”, expresó la exsenadora en diálogo con PERFIL.
“La gente del edificio que era la que más se resistía a dejar el lugar han hecho arreglos y les han pagado”; agrega. A su vez, sostiene: “Mi vida no está en ese edificio. Lo cierto es que antes no me involucré en la defensa del edificio porque yo tengo mi historia personal, mi dolor al punto de que yo no regresé, sino que me fui a vivir a la otra punta de la Ciudad. Volví hace poquito, es como una parte de la ciudad que no es que la tengo negada, porque cada uno hace con su dolor lo que puede. Cuando fui ahora estaba todo tapiado y había una policía adentro que no me dejó entrar, pero tampoco tenía mucho sentido hacerlo”.
De su estadía en el lugar en la década del '70, recuerda: “Yo vivía en el octavo piso con vista al Parque y de costado miraba el río. Empezaron a venir muchos artistas plásticos. Después que secuestraron a mi hermana pusieron portero y me dijeron que habían vuelto a buscarme a mi pero nunca me lo creí. Dejé todo porque había interés en mi departamento”.
“Mi hijo que era chiquito jugaba con sus tíos en el Parque Lezama. Fue un período que pude ver a mis hermanos muy corto. Después de eso, salí al exilio. Demoré mucho en volver a a San Telmo. Ahora que ha pasado el tiempo, que es lo que pasa con la memoria personal, uno va tomando distancia. Con mi hijo nos acordamos cuando había partidos y ganaba Boca, que está ahí cerca la cancha, bajábamos y ese día regalaban pizza en todas las cantinas”, rememora la periodista.
"Mi vida no está ahí, mi vida me permitió saltar sobre eso. Prefiero que la placa estén en el parque porque es un lugar de vida y para defender la vida hay que recordar que en algún momento nuestro país se llenó de muerte, me parece que es una forma de resignificar”, concluye Morandini.
Despedida. Los edificios construyen su historia porque a su vez, cobijan las de las personas que vivieron en ellos. Desde el lunes, y tras casi nueve décadas en pie, el Marconetti pasará sólo a ser un recuerdo para sus exhabitantes, y también para aquellos que lo supieron apreciar desde afuera.