La característica geografía del barrio La Horqueta –casas y chalets amplios–, de arquitectura clásica en su mayoría, jardines y calles arboladas y tranquilas, se presenta como el entorno perfecto para esta magnífica residencia de 400 metros cuadrados, y generoso parque, que es como una parte de ese paisaje urbano. El matrimonio que la adquirió hace unos veinte años casi no cambió su fisonomía y estructura, pero la colmó de contenidos estéticos en los que la madera y la luz son protagonistas estelares.
La casa tiene dos plantas en las que se reparten armoniosamente dos cuartos en suite, dos habitaciones, dos baños, un playroom, un escritorio, un espacioso living, un comedor, toilette, cocina y dependencias de servicio. Hay un especial cuidado en cada detalle y rincón de la vivienda que refleja un refinado sentido estético y dimensional de la dueña de casa. Existe alegría trasformada en decoración, y los pisos de madera, de destacada presencia en toda la propiedad, le suman calidez. La galería exterior, pletórica de adornos y plantas, es muy acogedora e invita al relax y a largas sobremesas. Cuentan que el dueño de casa hace, “sin exagerar”, los mejores asados “del mundo”, y que siempre recibe invitados que disfrutan de su parrillero arte culinario. Habría que corroborarlo.Pero volvamos a la casa: repartidas aquí y allá lucen varias alfombras de diversos estilos y texturas, y almohadones hechos con coloridos aguayos comprados en un mercado de Perú, aunque también los hay antiguos, de gobelino y gros point, especialmente en el living.
