Además de los heridos, 11 atletas, 5 terroristas y un policía fueron las víctimas fatales de lo que la historia siempre recordará como “La masacre de Múnich”.
También denominada “Operación Ikrit”, la Masacre de Munich ocurrió entre el 5 y el 6 de septiembre de 1972, hace 50 años, cuando un atentado terrorista perpetrado por el grupo Septiembre Negro, un brazo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) sacudió al mundo.
Varios terroristas irrumpieron en la Villa Olímpica, tomaron de rehenes a 11 atletas Israelíes y un policía alemán, pidiendo a cambio la liberación de sus líderes Andreas Baader y Ulrike Meinhof, detenidos en Alemania, y de otros 234 prisioneros palestinos que estaban en cárceles de Israel.
Cinco de los ocho miembros de Septiembre Negro resultaron muertos por la policía durante el fallido intento de rescate de los rehenes. Los tres secuestradores que sobrevivieron fueron detenidos, pero liberados en tan solo 53 días, “gracias” al contragolpe de un avión de la compañía aérea alemana Lufthansa que fue secuestrado para presionar.

Israel no se quedó de brazos cruzados y respondió a la afrenta con otras más: los ataques conocidos como Primavera de Juventud y Cólera de Dios fueron perpetrados para darles sus merecido a Yaser Arafat y los grupos en armas de la OLP. De nunca acabar…
Por imprudencia o exceso de culpa y marketing, el Comité Olímpico Alemán había decidido que la circulación por los Juegos de 1972 fuera más libre y con menor ostentación de armas, para despegarla de las restricciones que había impuesto Adolf Hitler para la edición de 1936, con el nacionalsocialismo en auge.
La delegación israelí fue hospedada en un edificio bastante descentralizado dentro de la villa olímpica, algo que oprotunamente suscitó reclamos de parte de Shmuel Lalkin, titular de la delegación israelí.
Masacre de Munich, mar de sangre
Poco antes de las 5 de la mañana del 5 de septiembre, los atletas dormían plácidamente cuando ocho terroristas palestinos de Septiembre Negro, disfrazados de deportistas saltaron por los alambrados de 2 metros de altura que rodeaban el complejo –lo que hacían todos los atletas “del fondo” para acortar camino. Escondían armas y granadas en bolsos Fueron e incluso otros atletas estadounidenses los ayudaron, sin sospechar que no eran deportistas como ellos.

Un miembro del equipo de luchadores sintió ruidos, se asomó y se dio cuenta de la situación, hubo forcejeos, disparos y finalmente los terroristas ingresaron a un departamento en donde tomaron como rehenes a nueve atletas, tras asesinar a dos personas y dejarlas tiradas en el piso: David Berger, Ze'ev Friedman, Joseph Gutfreund, Eliezer Halfin, André Spitzer, Amitzur Shapira, Kehat Shorr, Mark Slavin y Yakov Springer.
Una hora más tarde, los terroristas liderados por Luttif Afif, todos refugiados en campos de Líbano, Siria y Jordania, tiraron por el balcón del departamento la nómina de los 236 presos que querían libres a cambio de liberar a sus rehenes. Esperarían hasta las 9 de la mañana, no más.
Sin embargo, el Jefe de Policía de Múnich, Manfred Schreiber, logró ir extendiendo el plazo mientras dos terroristas se hacían famosos en el mundo entero (Issa y su secuaz Tony).
Juegos Olímpicos 1972
A primera hora de la tarde, Israel respondió que no cedería, pero Alemania ya había liberado a Andreas Baader y Ulrike Meinhof. A las 16 hs, Issa concedió dos horas más de vida a los rehenes y pidió comida «para veinte».

Mientras tanto, más de 75.000 personas se habían acercado a la villa Olímpica a ver en primera persona lo que contaban los medios del mundo entero. Los Juegos Olímpicos iban por su segunda semana y los organizadores no querían suspenderlos.
Tony se asomaba a la ventana del primer piso y hacía la señal de la victoria para los reporteros gráficos.
Los negociadores alemanes propusieron entregarse ellos mismos como rehenes sustitutos y acompañarían a los palestinos a su país a cambio de que Israel liberara a cincuenta presos (algo que nunca sucedería). Issa se sorprendió por la propuesta, pero no podía decidirlo sin consultar a los líderes de Septiembre Negro.
Mientras tanto, la policía alemana planeaba ingresar al edificio disfrazando a 38 agentes como deportistas, pero como la televisión estaba emitiendo en vivo, los terroristas no necesitaron mucho tiempo para darse cuenta de que toda Alemania estaba viendo cómo los iban a detener, en viv, y el intento de rescate tuvo que abortarse.
Los palestinos, entonces, exigieron que a las 18 hs los trasladaran a El Cairo, en Egipto, junto con los rehenes, para seguir allí la negociación. Dos helicópteros militares trasladarían a todos desde la base aérea de Fürstenfeldbruck.
Masacre en Munich paso a paso
Un Boeing 727 fue colocado en la pista, con cinco policías armados disfrazados como tripulantes. Se acordó que Issa y Tony inspeccionarían el avión tras llegar en un autobús al aeropuerto. Se contrataron otros cinco francotiradores ocultos por la pista, pero cuando los que estaban dentro del avión se dieron cuenta de que los árabes eran 8 y no 5 como les habían dicho, se vieron en desventaja y decidieron no atacar de inmediato.

Los árabes sospecharon la emboscada y a las 23 horas todo el aeropuerto era un arsenal con balas perdidas, fuego cruzado, un helicóptero incendiado, una explosión y una completa carnicería de la que sólo salieron con vida, heridos y tirados en el suelo Jamal Al Gashey y Mohammed Safady; Adnan Al Gashey estabamilagrosamente ileso. Un cuarto terrorista logró escaparse, pero cuarenta minutos más tarde, los perros de la policía lo encontraron y murió en un tiroteo con la policía dentro del estacionamiento.
A la 1:30 de la madrugada del 6 de septiembre la guerra parecía haber llegado a su fin, pero la comunicación de los hechos fue tan fallida como el operativo de rescate.
Masacre, sangre y malentendidos
La agencia Reuters anunció que “todos los rehenes habían sido liberados”; el encargado de prensa del gobierno alemán decía que la operación de rescate había sido “un éxito”; la primera ministra de Israel, Golda Meir, llamó personalmente a las familias de los rehenes para darles la noticia de que sus seres queridos “estaban bien”.
Las malas decisiones continuaron. El jefe del Comité Olímpico, Avery Brundage, no dijo una sola palabra sobre las víctimas asesinadas; sólo ensalzó el deporte. En el estadio olímpico se despidió a los fallecidos, delante de 83.000 personas que se acercaron al lugar, shockeadas. La delegación israelí abandonó indignada la competencia. Los egipcios la imitaron.
Durante la despedida, las banderas de todos los países participantes izaban a media asta, excepto las de los países árabes que no quisieron demostrar “debilidad” frente al resto, sobre todo Israel.
Los familiares de las víctimas solicitaron al COI levantar un monumento permanente en memoria de los atletas fallecidos, pero sólo consiguieron una lápida bajo un panel.