“Un día, a los 23, me miré en los monitores que reflejaban las cámaras de seguridad de un super chino cuando esperaba para pagar, y lo que vi me dejó helado: me estaba quedando pelado. Empecé a hacer cosas irracionales: evitaba la luz directa de las luminarias de la calle cuando caminaba de noche, o trataba de que no me saquen fotos desde arriba en una fiesta. Pensar que sólo tres años antes, tenía rastas, y después el pelo se me caía a mechones. Dije ‘bueno, ya está, es la ley de la vida’”.
Sin vueltas, Juan Sáenz Valiente confiesa que “el tema del pelo es un mambo para mí: el momento en el que te das cuenta de que te está abandonando, sentís que el mundo se te viene abajo”. Así de categórico, este historietista e ilustrador argentino, que vive entre Buenos Aires y París y tiene sólo 35 años, decidió tomar el toro por las astas y para exorcisar su calvicie incipiente, creó un personaje “un poquito demasiado inspirado” en él y editó un pequeño libro ilustrado, titulado con la frase que le apareció ese día fatal ante la cámara de seguridad, en el que relata con humor cómo enfrentó primero algo que resultaba imparable y luego de probar tratamientos y resignarse a los comentarios mordaces del entorno, aceptarlo con resignación. Pensó, dice, “en todos aquellos que, como yo, no sabían qué hacer ni cómo enfrentar esa nueva etapa”.
Algo similar le ocurrió al actor y escritor Paul Barros (44), que vivió el mismo proceso de obsesión con el pelo y volvió de unas vacacaciones con una idea en la cabeza: hacer un libro sobre “máximas de pelados”, que se transformó, en el proceso de escritura, en el ‘relato del calvario’ de un hombre que prueba desde shampúes y cremas, masajes con lociones carísimas, un cepillo especial y dolorosos tratamientos de mesoterapia, antes de huir despavorido del consultorio de un centro de implantes. “El calvario de perder el pelo es el mismo que atravesás cuando una mujer te deja de a poco. El pelo se cae paulatinamente y sostenés con distintos tratamientos la idea de recuperarlo. Lo mismo con una ex. No querés aceptar ese abandono, mantenés la esperanza de que vuelva, entonces gastás tu tiempo y dinero por no reconocer la realidad -que te dejó y chau. Cada vez es mas pesado el sufrimiento, hasta que llega la aceptación”, describe. A su libro, asegura, “deberían leerlo todos los pelados o a punto de serlo. También cualquier persona que sufra por un tema cien por cien estético”. Es que ésa parece ser la clave de la cuestión de estos “manuales de autoayuda para pelados”, que coinciden en un tema que resulta sensible para muchos hombres. “El pelo se significa desde siempre como un atributo de potencia masculina. No hay más que pensar en el mito de Sansón: perder el pelo es como perder el poder”, asegura el médico y psicoanalista Harry Campos Cervera, que escribe y trabaja sobre la masculinidad.
“La investidura del pelo es narcisista, lo que hace que su perdida sea muy traumática. Y, está demostrado, es más para sí mismos que según la apreciación que hacen los otros de esa condición”, agrega.
Sin embargo, la cantidad de opciones que existen para ‘atacar’ la caída del cabello y la obsesión que tienen algunos hombres con esa situación hacen que se haya creado hasta un entrenamiento físico especial para lograr ser “calvos y poderosos” (ver aparte).
Beneficios. En barberías top, como Salón Berlín, aseguran que son cada vez más los clientes con poco pelo que se animan a pasarse la máquina y raparse a cero, o afeitarse; y que muchos de ellos suplen esa falta de cabello en la cabeza con tupidas barbas que cuidan y se arreglan con esmero.
Para los autores de los ‘manuales’, “lo mejor es que no perdés tiempo para peinarte. Ahorrás sin la necesidad de ir al peluquero o comprar productos. Es mucho mas higiénico estar pelado”. En definitiva, asegura Barros, “el pelo no sirve para nada. Lo peor es no asumirlo. Si sentís que te ves mal o deforme (eso le sucede al protagonista), la pasás muy mal”.
Para el médico y psicoanalista Juan Eduardo Tesone, los hombres “son pelados desde que el ser humano existe. Lo nuevo, el cambio de paradigma, se da en las propuestas de la medicina estetica, que -se sabe- no pueden ofrecer soluciones mágicas. Pero lo que hay que recordar es que en la alopecía hay aparejado un exceso de andrógenos, lo más masculino que hay”.
Para Facundo Iglesias (42), fotógrafo y “rockero”, -es guitarrista en una banda- la pérdida de pelo fue “una angustia que sólo vivió mi familia: a mí nunca me generó ningún conflicto. Mi mamá intentó que haga gimnasia capilar; mi mujer se niega a que me afeite la cabeza, pero a mí nunca me generó ningún tipo de conflicto ser pelado”.
Resignado a que, como escribió Oscar Wilde, “ser natural es la más difícil de todas las poses”, el autor de Relato de un calvario (editorial Bärenhaus) afirma que “un hombre es atractivo o no según su elección. Sólo depende de la actitud que tenga y que, por consiguiente, refleje. Gran parte de la belleza es tomar un defecto y mostrarlo como si fuera una virtud. Y si no, hay que preguntarle a Bruce Willis”, concluye con humor Barros.
Entrenamiento para “desviar el foco de atención”
“Figura perfecta y cabeza rapada, igual a combinación perfecta”. Con ese axioma, el movimiento Bald Attraction (‘Calvo y atractivo’, sería algo así como su equivalente en castellano) gana seguidores en YouTube y las redes sociales con un particular programa que combina no sólo afirmaciones para hacer todos los días frente a un espejo -que van desde las máximas de autoayuda más elementales hasta el repaso exhaustivo de cada uno de los atributos físicos que existen más allá del pelo- sino que plantea, además, un programa de entrenamiento físico de alto impacto que puede seguirse tanto en un gimnasio como en casa, con una serie de rutinas que utilizan peso localizado al estilo del crossfit. De cuatro a seis meses, aseguran, la rutina mejora la resistencia cardiovascular, entre otros beneficios.
Según estipulan sus entrenadores en el primer tutorial, el objetivo es poner énfasis en el desarrollo de “un torso fuerte, abdomen plano y unas piernas torneadas”. ¿La razón principal? Conseguir, así, cómo “desviar la atención de la primera mirada de la cabeza sin cabello a un cuerpo bien formado”.