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Monseñor Aguer renunció al arzobispado de La Plata

Se espera que el Vaticano nombre a su sucesor en las próximas horas, aunque Francisco puede postergar el proceso hasta dos años.

Monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata.
Monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata. | Télam

El Arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, presentó este jueves su renuncia ante el Papa Francisco, al cumplir 75 años, edad límite según la normativa eclesiástica para pasar a retiro.

"El Santo Padre aceptará la renuncia cuando lo considere conveniente: puede ser a los dos días, a los 3 meses o a los dos años", explicó Christian Viña, el vocero de la curia de la capital bonaerense.

El vocero del Arzobispado manifestó que de acuerdo al Código de Derecho Canónico que rige a la Iglesia Católica, a los 75 años los sacerdotes y obispos deben elevar su dimisión ante sus superiores inmediatos, quienes deciden si deben continuar en los cargos o si se las aceptan.

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"No es automático que se acepta el mismo día. Se puede postergar si la persona está bien de salud y su trabajo pastoral es intenso, y el superior considera que debe continuar", graficó el párroco.  Y agregó que Aguer, "está bien de salud, más lúcido y firme que nunca".

De momento, la agenda de Aguer aún se mantiene cargada de actividades. Según consignó La Nación, mañana presidirá el Tedeum por el 25 de Mayo al que tradicionalmente asiste el Intendente y el gobernador de la provincia de Buenos Aires. Además, el sábado 2 de junio celebrará una misa en la Catedral en "defensa de la vida". Ese día liderará una manifestación frente a dependencias gubernamentales en contra del aborto.

Aguer se convirtió en arzobispo de la arquidiócesis de La Plata el 12 de junio de 2000. Su dura posición ante la despenalización del aborto, la condena a la homosexualidad y la relativa posición frente a los crímenes de lesa humanidad lo pusieron al frente de las noticias en reiteradas oportunidades.

Antes de llegar a La Plata fue obispo auxiliar de Buenos Aires (1992-1998). Recibió la ordenación episcopal en la Catedral de Buenos Aires el 4 de abril de 1992, por el entonces cardenal primado Antonio Quarracino.