En mi última mudanza empecé a recorrer los mercados de pulgas en busca de muebles antiguos. Encontré por casualidad en unos cajones un par de cartas de amantes de 1924, unos viejos escarpines tejidos a mano y un cuaderno de colegio de los 70s.
Recorrer, tocar, sentir esos muebles que fueron usados por completos extraños. Aroma a viejo, a gastado, a vidas completas. Vidas que se terminaron, amores que concluyeron, ciclos que finalizaron. Olor a fin.
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Sin ir más lejos, aún sin ir a casos de antaño, en toda pequeña mudanza hay un
intercambio de objetos.
Objetos que se acumularon en una época, aspirando a tener un destino puntual, terminan en una baulera o en una bolsa de consorcio o, en una feria.