“La mayoría de las veces estoy con el regalo en la mano y ellos estiran sus brazos, buscan la contención de un abrazo, el mejor remedio”, dice Claudio Martos, quien hace 15 años hace de Papá Noel para los internados del Hospital de Niños Víctor J. Vilela de Rosario. Cada 24 de diciembre llega a última hora de la tarde con su enorme bolsa de presentes. En los días previos se comunica y pregunta por el nombre, edad y número de habitación de cada chico con tratamientos oncológicos. Con los años, fue aprendiendo una rutina, observar qué los sorprende, pero también, tener el regalo para un niño que cuando llega a la habitación ya no está.
Martos, de 53 años, tiene tres hijos, y uno de ellos padeció leucemia. Pasó internado en el Hospital de Niños Vilela todo diciembre y parte de enero, en un momento muy duro para la familia que por suerte se superó. “Sé perfectamente lo que es pasar las fiestas adentro con otros papás desesperados. Cuando mi hijo se repuso, esa primera Navidad fui con golosinas a la guardia para que repartieran a los chicos internados. Al año siguiente, se me ocurrió hacerlo yo mismo disfrazado de Papá Noel, con una barba postiza, hasta que un chico tiró de ella y me dijo: ‘vos no sos Papá Noel. Desde entonces, hace ya 15 años, en el mes de junio dejo de afeitarme para llegar a navidad con una barba tupida”, relata el hombre que se gana la vida manejando un remis.
Durante el año, el hombre va separando plata para comprar los regalos. “No me gusta recolectar juguetes usados, prefiero comprarlos yo. En el bolso llego con unos 50 paquetes, además de golosinas. Unos días antes, llamo al hospital y pregunto por los chicos que están en oncología, número de habitación y nombre. Me ha pasado de llegar con el regalo para uno y ver la habitación vacía, me dicen que falleció. O de contener a una enfermera en un ataque de llantos durante 15 minutos por la angustia que le provocó la situación…También voy a terapia, sala 1, son los más complicados. Después, paso por otras habitaciones con chicos que están internados por cosas menos complicadas y hasta llevo golosinas a los que están en la guardia".
Martos ha trabajado de colectivero, taxista, árbitro de fútbol infantil y tuvo un negocio de celulares. “Todavía me acuerdo cómo se enojaba conmigo la mamá de Lío Messi, cuando me tocaba dirigirlo en el predio que Newell’s tiene en Malvinas (macrocentro de la ciudad). No se la podían sacar y muchas veces saltaba las patadas…”.
El trabajo solidario que cada Navidad emprende para los chicos del Hospital Vilela lo hace junto a sus tres hijos. “Una vez me salvó mi hijo mayor. En una de las habitaciones había una nena de 17 años, no le podía dar una muñequita, entonces, en el auto estaba el regalo de mi hijo para su novia y se lo dimos a esa chica. Por eso, días antes pregunto nombres y edades, para llevar cada paquete personalizado. Pero te aseguro que la cara de esos chicos, su alegría, te la llevás con vos. Que los abraces, eso quieren y después con sus familias hacemos fotos", cuenta.
Papá Noel hoy está triste porque desde el hospital, por el coronavirus, le comunicaron que este año se suspende. “Cuando me dijeron me dio bronca, porque hay un pasillo vidriado donde se ve a los chicos, yo podría estar ahí, saludar, dejar los regalos y me voy…pero también entiendo la situación, sobre todo, con los nenes que están en la parte de oncología. Estoy viendo de ir a algunos merenderos en zonas carenciadas. Siempre me acompañan mis hijos, que sirve además para que no se quejen por pavadas. Las cosas que uno ve allí muchas veces son desgarradoras. Muchos me dicen 'me gusta lo que hacés', pero no hay ningún tipo de ayuda, lo mío es a pulmón. Me ofrecen buscar juguetes usados, pero no me gusta llevarle a un chico que está en la cama, peleándola, algo usado. Entiendo que hay quienes se ocupan, reciclan y recuperan juguetes usados, es loable, pero a mí me gusta llevar un juguete nuevo”.
Cada año he aprendido el valor de la vida, dice Martos
Martos tiene su bolsa llena de regalos para esta Navidad. No podrá ser este año en el Hospital de Niños Víctor J. Vilela por la cuarentena, pero seguramente encontrarán un buen destino. Su rutina, además del clásico "Jo Jo Jo", es hacer alguna payasada, conseguir que rían por un rato, también “chicos internados que me piden el regalo para su hermano, entonces les digo que ya pasé o voy a pasar por su casa a dejarlo, que no se preocupe".
"Me ha pasado de llegar en un momento que no daba para entrar, madres que me abrazan y lloran, pero siempre me predispongo a que todo sean unas horas de alegría para los chicos. El personal de salud lo agradece. Ellos se suman a las bromas, hay complicidades. Cada año he aprendido el valor de la vida. Cuando yo era chico, esperaba que Papá Noel me trajera autitos de colección, son los mismos que hoy le llevo a ellos”, concluye.
BD/FeL