En el corazón de uno de los barrios más antiguos y de los más turísticos, la calle Defensa fue durante la última década una de las de mayor actividad comercial de la Ciudad. Pero San Telmo está cambiando, y los locales se están vaciando: en solamente cuatro cuadras, desde Independencia hasta San Juan, se ofrecen ocho en alquiler o venta.
Si se toman en cuenta los locales vacantes, pero sin cartel, y los que están ubicados en las calles perpendiculares, la cantidad es aun mayor. En diciembre del año pasado, según el informe de Ejes Comerciales de la Dirección de Estadísticas porteña, había desde Independencia a Garay, solamente dos locales en venta o alquiler, pero ya empezaba a verse una tendencia: se registraban diez espacios vacantes, un número que no bajó.
La calle fue durante años la casa de los anticuarios, pero ese rubro es hoy el más afectado por el éxodo. Muchos de ellos apuntan a la feria de artesanos que se instala cada fin de semana como la principal responsable.
“Es cierto que desde que está la feria la calle se llena de gente los fines de semana, pero los manteros tapan las vidrieras y la gente pasa por adentro. No entra nadie al local, y los alquileres son altísimos”, considera Juan Pablo Frola, dueño de un negocio de antigüedades cerca del cruce con la calle Estados Unidos. El precio de los locales va desde $ 13 mil por mes hasta más de $ 50 mil, dependiendo del tamaño.
Otro tema que preocupa a los comerciantes, que aseguran que desalienta el turismo, es la seguridad. “Hace dos semanas le entraron a un anticuario con armas de fuego, y los arrebatos a turistas son constantes”, indica Juan Carlos Maugeri, de la Asociación de Anticuarios y Amigos de San Telmo. Frola señala un punto al borde de la vereda de su local: “En ese mismo lugar, ya vi seis robos de celulares en dos semanas, se ve pasar el patrullero de la Policía Metropolitana, pero es lo mismo que nada”.
“Cuando se acerca la noche, se vuelve peligroso y en la plaza Dorrego hay mucha droga; por eso yo cierro a las seis de la tarde”, señala Juan Carlos Alvarez, que puso en alquiler su local. Pero aclara: “Yo me voy porque estoy acá hace cuarenta años y ya estoy cansado, lo que quede, lo voy a vender por internet. Y esa es otra de la causas del fenómeno: algunos de los anticuarios se jubilan y sus hijos ya no quieren continuar el negocio familiar.
La caída del turismo internacional también afectó el comercio de la zona, y no solamente a los anticuarios, sino también a las casas de ropa y de diseño que en los últimos años los fueron reemplazando. “Entra menos gente al local, pero además, los que entran gastan menos”, se queja Carla, vendedora de un negocio que vende vestidos y zapatos.
Según datos del Ente de Turismo porteño, los visitantes extranjeros gastaron en el primer semestre del año US$ 500 millones, US$ 350 millones menos que en el mismo período de 2012.