SOCIEDAD
"La Garza" Sosa, de ladrn a DT juvenil

"Quiero sacar a los pibes del delito"

Para la Policía, fue uno de los asaltantes más peligrosos de los últimos tiempos. Lo acusaron de robar blindados como lugarteniente del Gordo Valor. Participó en fugas de película y en violentos motines. Oscar Antonio “la Garza” Sosa Aguirre salió en libertad hace poco más de cuatro meses y ahora entrena un equipo de fútbol infantil en Quilmes. Quiere disfrutar de su familia y dice que no se arrepiente de haberles robado a los ricos, pero sigue avergonzado porque una vez le robó a un pobre. También niega haber integrado la Superbanda. Escribirá un libro sobre su vida.

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VOLVER A REIR. Dice que su sueo es disfrutar de la familia. | Cedoc

Cuando hace jueguito con la pelota, abre los brazos en forma aparatosa y pareciera que su metro noventa y tres está a punto de desmoronarse como una estantería a la que se le aflojaron todos los tornillos. “ Me hicieron fama de duro intocable, pero si me das un bollo caigo como una tumba”, dice como si fuera un viejo león sin garras y con los dientes desafilados. A los chicos les pide que se diviertan. Delante de ellos se cuida. No fuma para darles el ejemplo y no se saca la remera porque quiere ocultar las cicatrices que le dejaron sus combates. Tiene cuatro por una bala 9 milímetros que le surcó de lado a lado el hombro derecho, se coló en su cuello y salió por la nuca. Y en el brazo izquierdo ostenta una marca profunda que le produjo un escopetazo de un policía.

A los 52 años, Oscar Hugo Sosa Aguirre, más conocido como “la Garza” Sosa, asegura que se retiró de la delincuencia. Entrena un equipo de fútbol integrado por chicos de 13 años, la edad en la que se inició en el delito, y anuncia que escribirá un libro sobre su vida. “ Sé cuál es el olor de la muerte. Es más, la sentí. Me pasó por las narices. Una vez, un balazo me volteó feo. Estaba en un auto. A diferencia de Sueiro, no vi el túnel ni la luz. Era todo negro. Una bala y ¡pum! Fue un día malo. Las viví todas. Tuve para dormir en la habitación más cara del Sheraton y terminé durmiendo en un fitito abajo del puente”, le confiesa a PERFIL.

Cacho Sosa, como prefiere que lo llamen, salió en libertad el 8 de noviembre del año pasado por la ley del dos por uno. Tiene más canas y más arrugas. Desde entonces, con sus socios Osvaldo Benítez y Francisco De Paula lucha por “ volver a los potreros”. Crearon la cooperativa Empresariado de Fútbol, que apunta al fútbol infantil. Mientras busca descubrir talentos, dirige Aixa, un equipo juvenil que participa en la Liga La Bernalesa, en Bernal. Su tarjeta personal, dice: “ Señor Oscar Sosa Aguirre”. Nada de alias ni apodos.

Entró en la leyenda del hampa como uno de los delincuentes más pesados. Para su barrio, La Cañada, fue el Robin Hood que les robó a los ricos y repartió parte del botín con los más pobres.La Justicia cree que fue el lugarteniente del Gordo Valor, líder de la Superbanda, y que juntos robaron más de 50 camiones blindados. Se fugó dos veces de la cárcel; en una lo hizo disfrazado de médico. El mito de su figura delictiva se agiganta cuando cuentan que, desde un puente, le disparó a la Policía con una ametralladora en la mano derecha y una pistola en la izquierda. El niega todo eso. Confiesa que fue un ladrón pesado, pero con códigos. “Ni la Madre Teresa, ni un monstruo”, afirma el hombre longilíneo que estuvo preso 11 años y medio.

—¿Quiere que haya más Maradonas y menos Garzas Sosa?
—¡Ojalá! Sé que con mi aporte no va a disminuir el delito. Quiero sacar a los pibes del delito. El paco los está matando. Es lógico que quiero más futbolistas que delincuentes. A los pibes les voy a decir que está mal robar. No quiero que les pase lo que me pasó a mí. Pero yo no los voy a educar. Eso es tarea de los padres y de los maestros.

—¿Hay padres que quieren salvarse con el chico?
—Hay padres que quieren un Maradona o que el pibe vaya a Europa. A veces me dan ganas de decirles: “Don, ¿por qué no se calla la boca y deja al pibe tranquilo?”. Nadie les puede sacar la niñez. Si juegan al fútbol llegan a casa cansados y se permiten soñar, sin ganas de hacer macanas por ahí. Yo, al estilo Menotti, les digo: “Jueguen, pórtense bien y diviértanse”. A los chicos no les voy a robar nada. Yo también juego. El otro día me expulsaron porque protesté por una falta que me hicieron.

—¿En la cárcel alguien se animó a desafiarlo?
—Siempre me respetaron porque luché por los derechos del preso. Peleé muchas veces. Y los únicos que me hirieron fueron los guardias en un motín. Agarré a uno del cuello y me tiró un escopetazo. Preso perdés tu vida. La celda es una tumba. Sólo respirás. Es como tener gripe y fiebre todos los días. Ni siquiera tenés a tu vieja para que te dé un tecito con limón. Quiero laburar. Ser como un tipo común. Levantarme a las 6 de la mañana, pegarme un baño, afeitarme, tomar unos mates y abrir la puerta para ir a pelearla. Escuchar el ruido
de los bondis, oler el smog. Mi sueño es disfrutar de mi familia. Sobre todo de mi hijo de 12 años, que tiene síndrome de Down.

Antes de su primer robo, “la Garza” vendía huevos y voceaba la quinta de La Razón y Crónica, con sus casos policiales más resonantes. Su padre trabajaba todo el día en el puerto y su madre en una fábrica. “ Volvían hechos pedazos y no ganaban un mango. Un día me cansé y empecé a meter la mano en la lata. Tenía 13 años”, recuerda. Su primer robo fue en la feria de Smith y Rodolfo López, en Quilmes. “ Le saqué el monedero a una mujer con changuito. Mi viejo me dio una paliza terrible. Le quedaron las manos hinchadas. Se llama Oscar. Ahora me dice que por fin senté cabeza”, cuenta.

—¿Se arrepiente de algo?
—De aquel robo del monedero. Fue la única vez que le robé a un pobre. Y eso es lo único que me avergüenza, hasta el día de hoy. Pero nunca le robé al obrero el bolsito con el sándwich. No estoy arrepentido de haberles robado a los ricos. Les saqué apenas un piojo de la cabeza. A los pobres les dejé los piojos para que se sigan rascando y estén entretenidos. Fui un ladrón de fábricas, bancos y blindados. Lo hecho, hecho está. Ya lo pagué con la cárcel. No maté, no violé ni mandé en cana a nadie. Eso es lo más bajo que se puede hacer.

—¿Qué haría si le ofrecen asaltar otra vez?
—Diría que no tajantemente. Y le pediría, si es un amigo, que no me hable de esos temas. No quiero saber nada. Estoy retirado de esa vida. Y no es verso. Ya estoy viejito para esos trotes.