La semana próxima, un taxista será la primera personas en cumplir una condena por acoso callejero en la Ciudad: deberá hacer un curso sobre convivencia por haber acosado a una chica durante dos cuadras, lo que para la ley porteña constituye una contravención desde el año pasado.
Según una encuesta realizada por la consultora D’Alessio IROL a 420 personas de todo el país, el 58% de las mujeres argentinas fue manoseada “alguna vez” en el transporte o la vía pública, aunque sólo el 30% se animó a confrontar al abusador.
Aunque sólo dos de cada diez mujeres consideran que esos dichos “son una forma de agasajo”, la mayoría lo toma como una forma de ser masculina: forma parte de la “picardía” del hombre, pero -a la vez- denigran a la mujer, opina el 39% de las encuestadas.
Para los hombres, el panorama cambia la mujer 'piropeada' es una desconocida en la calle o parte de su familia: mientras que para nueve de cada diez los comentarios callejeros no constituyen una forma de maltrato, si la “halagada” es una hija, una hermana o su propia mujer, por ejemplo, sólo el 9% considera que esos piropos “son buenos para su autoestima”.
Según el estudio, el contexto de inseguridad influye en la apreciación negativa de los comentarios masculinos: lo que molesta, dicen ellas, no es necesariamente el contenido de lo que se dice, sino la sensación de indefensión que generan. El ámbito en el cual se hace el comentario también marca la diferencia: un comentario -aunque sea “bienintencionado”, aclara el informe- dicho de noche, en una calle desierta, o por alguien que se acerca demasiado convierte el hecho en “una situación tensionante y desagradable para la mujer”.
La cuestión generacional también pesa: más de la mitad, tanto de hombres como mujeres, admiten que los piropos son parte del acoso callejero cuando son menores de 35 años. Y las campañas -y la condena social a través de redes- han cambiado la actitud, o al menos lo que declaran, los hombres sobre sus propias conductas: sólo el 1% admite que “piropea a las mujeres a menudo”, y el 30% dice que lo hace, pero “cada vez menos, porque sé que a muchas mujeres les incomoda”, concluye la encuesta.