Maltrato naturalizado entre jóvenes, ataques entre ellos o a docentes, adultos que perdieron la figura de autoridad. Y el agregado, claro, de la viralización a través de redes sociales. Algunas de esas premisas manejan expertos y funcionarios ante los hechos de violencia que ocurrieron y ocurren en las escuelas del país; las cuales, además, se reproducen hasta el cansancio en la web y los medios.
Esta semana, tres de ellos sucedieron en diferentes escuelas bonaerenses: en un episodio confuso, un joven falleció de muerte súbita, tras haber recibido, días antes, una patada en el pecho en su escuela, en Zárate. En La Plata, dos “bandos” rivales de distintos colegios se juntaron a la salida a pelear (y filmarse haciéndolo). Y en El Palomar, en el colegio Emaús, un alumno filmó a sus compañeros apuntando con un arma –se presume, de juguete– a un profesor que explicaba algo frente al pizarrón.
Un informe que la Unesco publicó en febrero de este año, titulado “Detrás de los números: poner fin a la violencia y el acoso escolares”, demuestra que, a pesar de la gravedad del problema, algunos países han hecho progresos significativos para reducir o contener el flagelo: casi uno de cada tres estudiantes (32%) ha sido intimidado por sus compañeros en la escuela al menos una vez en el último mes y una proporción similar se ha visto afectada por la violencia física, según la publicación. La intimidación física es la más frecuente en muchas regiones, con la excepción de Norteamérica y Europa, donde es más común la intimidación psicológica. El acoso sexual es el segundo más común en muchas regiones. En el país, los números reproducen los de América Latina: el 31,3% de los alumnos es víctima de peleas y el 25,6%, de ataques físicos.
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Manuel Becerra, profesor de secundario y formación docente, y autor del blog Fuelapluma.com, asegura que “esto tiene que ver con la viralización. La violencia escolar siempre estuvo: fue adquiriendo distintas formas a lo largo de la historia, y estuvo siempre relacionad con la coyuntura económica”, afirma.
El contexto social influye directamente en lo que sucede puertas adentro, según los expertos. “Todo entra en la escuela. La violencia imperante entra a la escuela, los discursos excluyentes, la violencia simbólica. Aunque se manifiesta de manera distinta según el tipo de población que se atienda: la de niños, niñas y adolescentes de sectores en contextos de vulnerabilidad son diferentes de las de los sectores más acomodados”, explica el integrante del Observatorio Argentinos por la Educación.
Para Adriana Frega, directora provincial de Inspección General del Ministerio de Educación bonaerense, “los casos no se multiplican pero sí son más agresivos, como estos. Entendemos que la escuela está inserta en esta sociedad, y que por la cantidad de chicos y familias (mínimo 200 en PBA) y sus complejidades llegan a la escuela situaciones que son extraescolares. El otro gran cambio que tenemos en los ultimos diez años son las redes sociales: la exposición de la intimidad educativa o familiar en las redes. Ese recorte siempre muestra una parte y no el todo. Esto también influye en que haya mayor agresividad”, dice.
Argentina: el 31,3% de los alumnos es víctima de peleas y el 25,6%, de ataques físicos
Becerra agrega “que los chicos viralicen y los medios se hagan eco y lo hagan circular obstaculiza un trabajo pedagógico sobre el episodio. Puede suceder que alumnos lo hagan, pero si eso sucede hay que intervenir con herramientas pedagógicas si la escuela está en condiciones o tiene ganas, pero eso lo complica más”.
“La escuela da respuestas. A lo mejor no las que espera la comunidad, pero siempre hay contención. Es una obligación por ley: denunciamos muchas veces vulneración de derechos de alumnos”, asegura por su parte Frega. La funcionaria asegura que se aplican los protocolos: “Trabajamos los valores con los papás en las reuniones y como funcionarios tenemos herramientas, más educación emocional y mediación a nivel de conflictos, que es lo que nos da más resultado. Como hay casos como estos demasiado exponenciales pareciera que no, pero según nuestros datos han disminuido notablemente, aunque hay casos con más violencia”, afirma.