La frase "hasta que la muerte los separe" ha quedado en el olvido para miles de matrimonios que no han funcionado y que desde la sanción de la ley 23.515 en 1987 han optado por divorciarse.
Después de 20 años, el divorcio se ha desmitificado y la sociedad se ha adaptado y lo ha incorporado a las prácticas de la vida cotidiana, sin restar por eso importancia a los sentimientos de las personas afectadas.
Según las estadísticas del Registro Civil de la Ciudad de Buenos Aires, en los últimos tres años por cada dos matrimonios ha habido un divorcio. Sin embargo, la ley vigente desde hace veinticuatro años no termina de adaptarse a este gran número de divorcios. El artículo 215 del Código Civil determina que los cónyuges podrán iniciar el trámite de divorcio una vez transcurridos como mínimo tres años de matrimonio.
Se podrá iniciar la separación de hecho pero no el divorcio antes de cumplido el plazo establecido por ley. Este artículo podría ser restrictivo para aquellos matrimonios que al poco tiempo de haberse consumado se separen y no tengan posibilidades de reconciliación, ni aún en los casos en que la intención de divorciarse sea de común acuerdo.
De esta manera, una persona que contrae matrimonio en determinado momento no podrá volver a casarse por lo menos en los tres años siguientes.
Según publicó el diario La Capital de Rosario, el juez de familia Ricardo Dutto resolvió declarar anticonstitucional el artículo 215 y permitió que una pareja que había contraído matrimonio el 6 de febrero pasado se pudiera divorciar.
El Juez alegó que "no puede anteponerse la letra de la ley por encima del sentido común" y que "no pueden vendarse los ojos de la Justicia y rechazar la presentación conjunta de divorcio hasta tanto se cumplan los tres años de casados porque es truncar las expectativas de los cónyuges".
Sin embargo, las excepciones como ésta no son frecuentes y los matrimonios recientes pero ya separados deben seguir esperando tres años para poder divorciarse.
En 1987 la ley del divorcio se sancionó por uso consuetudinario, es decir, por los nuevos usos y costumbres de una sociedad que demandaba reformas para poder separarse y contraer matrimonio nuevamente sin la necesidad de viajar al exterior en busca de un país que lo contemplara en su legislación. Quizá, una nueva reforma sea solamente cuestión de tiempo.
(*) Especial para Perfil.com