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opinión

Una profesión que hay que ‘acomodar’

El fenómeno de los maestros varones de educación inicial puede mirarse desde dos puntos de vista.

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El fenómeno de los maestros varones de educación inicial puede mirarse desde dos puntos de vista. El primero: que, efectivamente, hay hombres que se dedican a una profesión que durante mucho tiempo les estuvo vedada. Y el segundo, considerar en qué medida el servicio que brinda la educación inicial a los niños mejora con la presencia de varones.

Se supone que hay una serie de características del rol del docente del nivel inicial y que si se cuestiona la posibilidad de los varones en ese rol es porque se piensa que de cierta manera no cumplen con esas características o que simplemente la profesión no les queda.

Así como cuando llegan a la sala tienen que amoldar un poco el delantal y el uniforme y a lo mejor le sacan el dobladillo al delantal o reestetizan un poco el instrumental profesional, podría decirse que, en términos generales, la profesión de maestros jardineros tal vez no les “queda” y la tienen que acomodar.

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Y esa especie de reflexión forzosa sobre lo que tienen que hacer para acomodar el rol a su masculinidad es una reflexión interesante, dado que podría pensarse que se trata de una profesión que no está hecha a la medida de nadie, sea varón o mujer; y que todo docente necesita, de alguna manera, reflexionar sobre cómo ocupa un lugar genérico que no está justamente hecho a la medida de nadie. Y los varones, en este rol,  tienen más ventajas que desventajas.


* Doctor en Educación. Docente de educación inicial y profesor investigador de Flacso y del Instituto Sara Eccleston.