Un cambio de paradigma
En la década de los 90´s, para mantenernos informados, escuchábamos radio, mirábamos la tele o leíamos el diario. No existían muchas más opciones. Quizás ojeábamos alguna revista o un libro sobre un tema muy específico, pero las opciones no eran demasiadas. Eran años en los que el desafío real era poder acceder a la información online de la forma que fuera posible.
Pero con el crecimiento y popularización de internet, el acceso al conocimiento se expandió, las distancias se acortaron y se produjo una explosión en la oferta de temas y contenidos como nunca antes lo habíamos vivido. La pregunta sobre la búsqueda de la verdad dejó de ser “¿Cómo accedo?” para cambiar a “¿A cuál accedo?”.
Hoy nuestra relación con el ahora es mucho más cercana e inmediata. Tan íntima que hasta lograr tomar distancia con ella es todo un reto. La frase “Largo el teléfono, necesito desenganchar un rato”, se escucha cada vez más, y no por elección, sino por una necesidad de dejar de sentir en carne propia el asedio de noticias, mensajes, novedades y ofertas, todo en formatos tan seductores e hipnóticos que nos genera un círculo vicioso en la palma de la mano difícil de romper.
Somos parte de una sociedad que nos hace flotar entre dos universos con un límite tan delgado que nuestro equilibrio pareciera estar siempre al borde de la ruptura. Vivimos entre el “tengo que vivir actualizado, con los pies sobre la tierra” y el “no puedo más, necesito desconectar un poco”.
En esta realidad que demanda conexión, efectividad, inmediatez y actualización, nos preguntamos:
¿Puedo vivir hiperconectado pero en armonía?
¿Soy competitivo si transcurro mis días “offline”?
Si soy competitivo, ¿significa que no estoy en equilibrio?
¿Puedo encontrar serenidad entre esta nueva realidad demandante y mi salud emocional?
La era de la hiperconexión:
La salud en la mira.
En este universo digital la hiperconexión transformó la manera en la que recibimos información acerca del mundo, y con esta aceleración también se complejizaron las demandas para estar actualizado. Así, la velocidad del flujo informativo exige cambios desde cualquier punto del planeta.
Hoy somos seres hiperconectados que utilizamos cada momento con necesidades que nos inventamos: podemos chequear en nuestro smartphone en cuánto tiempo va a llegar la línea de colectivo que esperamos en la parada, y mientras tanto escuchamos un podcast de noticias, miramos opciones de postgrados, cursos de idiomas online, algunas historias de Instagram y los grupos de WhatsApp más importantes, algo rápido, porque en 30 segundos vamos a tener que subir al transporte y pagar con el teléfono el pasaje.
Pero la intensidad del procesamiento de información en tan corto tiempo tiene su precio. Consumimos sin control cada significado como si la existencia dependiera de eso, y lo hacemos de forma automatizada. La presencia física se desdibuja porque vivimos entre píxeles al ritmo que nos marca una necesidad tras otra. Y detrás de esa rutina ajustada, sobrevive nuestra salud, soportando adicciones digitales, mal descanso, estrés, ansiedad, problemas cardíacos, y otras señales del cuerpo que nos alerta sobre su desequilibrio.
Nuestro bienestar en un mundo en aceleración.
¿Existe un punto de equilibrio?
Podemos ser parte de esta realidad, pero requiere organización y atención, sobre todo para poder encontrar momentos que nos sumen armonía. El presente se muestra amable y seductor con herramientas que ofrecen comodidad, novedades y entretenimientos, pero con un lado negativo oculto que deberíamos equilibrar.
La mejor forma es definiendo tiempos que rompan con la vorágine de cada día, retomando actividades artísticas, buenas relaciones y momentos de desconexión. También respetando una buena alimentación, descanso y una rutina de ejercicios que va a sumar salud física y emocional a nuestra vida.
Un libro, un abrazo, una taza de té en silencio, unos minutos de meditación. Señales de que estás en el camino correcto para hacer de este presente, no uno que tengas que resistir, sino el que se adapte a vos.
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