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¿Leyó Charly García a Descartes?

“Pasajera en trance”, la canción que Charly García grabó para su álbum “Tango”, puede ser simplemente eso, una canción. Pero con una letra que dice que “Un amor real es cómo dormir y estar despierto / Un amor real es como vivir en aeropuerto”, el tema se convierte en un imán filosófico capaz de atraer a Marc Augé, a Albert Camus y a René Descartes.

Charly García 20220311
Charly García | Cedoc Perfil

Se oyen los primeros acordes de una canción que vengo escuchando cotidianamente, al menos dos veces por día, desde hace siete u ocho meses y la realidad entorno a mí cambia, o cambio yo, o cambian las condiciones que me proveen del marco regulatorio para percibir las palabras y las cosas. 

Escucho los primeros acordes por centésima vez y mi cuerpo se altera como si nunca los hubiera escuchado o como si los hubiese compuesto mi padre. La repetición y la diferencia. La novedad radical de lo conocido. Sucede que, por un lado, no son los mismos acordes, modificados por la escucha recurrente, el paso de los días, la fisura del contexto; por otro lado, los son, son los acordes de “Pasajera en trance”, de Charly García

Desconozco el motivo por el cual “Pasajera en trance” se convirtió de la noche a la mañana en una de mis canciones preferidas. Intuyo causas múltiples, algunas oscuras, insondables incluso, todas carentes del menor interés para el lector, sin embargo, no voy a poder prescindir de la clave autobiográfica durante el recorrido. 

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Me gustaría aclarar una cuestión. Es complejo hablar de “la canción de Charly”, cuando “Pasajera en trance” va modificando su espesura anímica y melódica según las diferentes versiones. Reconozco tres, fundamentales: la del disco Tango, el álbum de estudio de Charly García grabado en diciembre de 1985 junto a Pedro Aznar; la del Unplugged para MTV, de 1995, acompañado por María Gabriela Epumer; y la versión de Obras Sanitarias, secundado por la infinita voz de Gustavo Cerati, el 19 de mayo del año 2000.

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El objetivo del texto es muy básico, detenerme en dos versos, y abordarlos. El primero dice: “Un amor real es como dormir y estar despierto”. No tengo ninguna prueba de que Charly haya leído a René Descartes, pero el filósofo francés, quizás en su argumento más famoso contra la ilusión de reconocer claramente la realidad, escribió:

¡Cuántas veces no me habrá ocurrido soñar, por la noche, que estaba aquí mismo, vestido, junto al fuego, estando en realidad desnudo y en la cama! En este momento, estoy seguro de que yo miro este papel con los ojos de la vigilia, de que esta cabeza que muevo no está soñolienta, de que alargo esta mano y la siento de propósito y con plena conciencia: lo que acaece en sueños no me resulta tan claro y distinto como todo esto. Pero, pensándolo mejor, recuerdo haber sido engañado, mientras dormía, por ilusiones semejantes. Y fijándome en este pensamiento, veo de un modo tan manifiesto que no hay indicios concluyentes ni señales que basten a distinguir con claridad el sueño de la vigilia, que acabo atónito, y mi estupor es tal que casi puede persuadirme de que estoy durmiendo (Meditaciones Metafísicas).

El filósofo de la duda y el cogito esgrime, en otro ámbito, un argumento similar al del cantante argentino: bajo ciertas circunstancias se vuelve incapaz de determinar si está despierto o dormido y por eso asume, “atónito”, estar durmiendo. Ante la imposibilidad de definir con certeza la cuestión, Descartes debe inclinarse por la alternativa que menos errores ontológicos le pueda acarrear: estoy soñando, la realidad es producto de mi imaginación.

Charly García 20220311

Las dificultades a la hora de distinguir sueño y vigilia tienen un noble linaje, por sólo nombrar uno, La vida es sueño, de Calderón de la Barca, cuyos famosos versos nuestros tíos nos recitaban, irónicos, en la infancia: “…la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. La pregunta lógica para justificar la supuesta coincidencia es si Descartes (o el narrador cartesiano) estaba enamorado. Él, palabras más, palabras menos, coincide con la aproximación de Charly, pero en ningún momento confiesa amar a nadie, o confiesa su amor por el método para “bien dirigir la propia razón y buscar la verdad en las ciencias”. Charly García no dice “amar es como dormir y estar despierto”, su postulado es aún más radical, dice, “un amor real”. ¿Qué significa amor real? ¿Un amor como no existe otro? ¿Un amor sin medida? ¿Un amor verdadero? ¿El amor entre un rey y una reina? (Albert Camus, juraba que amores reales se daban tres o cuatro en cada siglo, y el de él con María Casares era uno de ellos). 

El amor real definido en “Pasajera en trance” querría significar que la realidad del amor debilita la realidad empírica. Como si la realidad del amor horadara la realidad de todos los días (si bien la realidad del amor integra la realidad de todos los días). En términos técnicos, a mayor realidad amorosa, menor consistencia de la realidad factual. Vivir un amor real nos sacaría de los límites de la vida diaria, interrumpiría el devenir cotidiano, la vida normalizada, nos haría volar, o volcar, ingresando a un mundo menos real en un aspecto, y más real en otro, el mundo del amor: un mundo ingobernable, incalculable, equívoco (pero ¿el mundo a secas, no portaría las mismas características?).

Redescubrir el mundo

Con el segundo verso, “Un amor real es como vivir en aeropuerto”, surge el nombre de otro francés, de 87 años, el antropólogo Marc Augé y su espinoso concepto de no-lugar (non-lieu). Los aeropuertos, en la conceptualización de Augé, junto a las autopistas y las habitaciones de hotel representarían no lugares. El concepto es discutible porque el antropólogo debería responder al interrogante, ¿cómo puede un no-lugar alojar personas? El sereno del hotel, el cajero de peaje, el empleado de migraciones, que con tanta amabilidad nos revisa el pasaporte antes de partir al exterior, ¿son no personas? 

Los no-lugares son lugares de paso, circunstanciales. La pasajera en trance de Charly, “transitando los lugares ciertos”, tal vez enamorada, tal vez amada, sabe que el amor también se sostiene a la distancia, o por la distancia. Si la pasajera estuvo hasta determinado momento en “tránsito perpetuo”, vivir en aeropuerto implicaría permanecer, fijar residencia en un espacio de tránsito, o en un ir y venir, como en el ir y venir entre sueño y vigilia, pero Charly escribió “es como dormir y estar despierto”, o sea, a la vez, en simultáneo, sin idas y vueltas, y así el enunciado adquiere mayor ambigüedad que en Descartes. Charly no decide por uno u otro, permanece suspendido entre los extremos.

El valor de los versos de Charly García puede filiarse temporalmente en diversas tradiciones filosóficas y antropológicas. Descartes escribió las meditaciones circa 1641, Marc Augé publicó el libro sobre los no-lugares en 1992. Pero filiarse es una cosa, y explicarse es otra. No hay explicación (reducción) posible para “Pasajera en trance”. Ni Augé ni Descartes rozan el sentido último de la letra. ¿Entonces? Tal vez yo sólo buscaba una excusa para compartir la canción. Podría haberlo hecho más rápido en redes sociales, pero tenía ganas de escribir. Escribir por escribir. Escribir sobre el amor, sobre un amor real, sobre un mundo extrañado. 

Más allá de la filosofía o de la antropología, los versos de “Pasajera en trance”, simples y sin pompa, son poesía pura, son la palabra justa, aquella palabra única, capaz de poner las manos en el fuego y quemarse en silencio. 


Las tres versiones de Pasajera en Trance, respetando el orden cronológico:

https://www.youtube.com/watch?v=5RGJxhwYnhc 

https://www.youtube.com/watch?v=-AM3qbJGym8&list=RD-AM3qbJGym8&start_radio=1

https://www.youtube.com/watch?v=ZkC_vOSwkBE