Desde Qingyan, China
El pueblo antiguo de Qingyan es una de las reliquias urbanas imperiales más famosas de China. Ubicado en la provincia de Guizhou, al sur del país, reúne más de cien atracciones históricas y turísticas en apenas tres kilómetros cuadrados: nueve templos budistas y ocho ancestrales, tres palacios, una academia confuciana, arcos de piedra centenarios, murallas y viejas residencias de héroes de la liberación china. PERFIL recorrió junto a pobladores locales esta aldea con atmósfera cultural construida en 1378, durante los primeros años de la dinastía Ming.
Qingyan nació como respuesta a las necesidades militares de la época. Debido a su ubicación geográfica, Zhu Yuanzhang, el primer emperador Ming, estableció al pueblo como una posta para el envío de mensajes bélicos y para albergar allí a un ejército de carácter permanente. Pretendía dominar desde allí la frontera suroeste de su territorio.
La geología de la zona permitió que Qingyan fuera construido cien por ciento con piedra. Las paredes del pueblo y sus acantilados están hechos de enormes rocas que dividen a la aldea en zonas interiores y exteriores. Hay una puerta de acceso por cada punto cardinal. Y aún se conservan tres de las ocho láminas de mármol que adornaban las entradas originales con esculturas de los símbolos de la ciudad. La más famosa de ellas representa la longevidad.
Todos los monasterios, gabinetes, patios y palacetes del casco urbano de Qingyan fueron construidos por los hábiles arquitectos de las dinastías Ming (1368-1644) y Qing (1644-1911). Es que, a través de varios siglos, el pueblo se convirtió en una especie de testimonio urbano de las transformaciones en los gustos de las aristocracias chinas. Aún permanecen intactas las esculturas de madera y marfil, así como las antiguas calles de la zona de negocios y las casas de té donde los turistas hacen largas filas para comprar azúcar rosa.
Qingyan también tiene una fuerte impronta religiosa. Budismo, taoísmo, catolicismo y otras ramas del cristianismo coexisten aquí. Y varias minorías étnicas habitan el pueblo, que no sólo es un resabio de la época imperial sino también una aldea con fuerte arraigo en la tradición revolucionaria inaugurada en el siglo veinte por Mao Zedong.
El pueblo es cuna de talentos. Zhou Yuhuang y Zhao Yijiong, los mayores eruditos de la dinastía Qing en sus diversas etapas, residieron aquí. Qingyan fue, además, refugio para revolucionarios comunistas. Durante la llamada Marcha Larga de mediados de los años ’30, varios dirigentes famosos y sus familias vivieron aquí en secreto.
Con sus senderos de granito verde, sus casas de piedra, sus mostradores de bambú, sus talladuras en puertas y ventanas y sus características esculturas de leones, Qingyan es una joya del sur chino que vale la pena conocer antes de que la modernidad se la lleve puesta.