Carmelo Militello se había ido de Siracusa hacia Argentina a los 14 años, junto a sus padres. Carmelo es el papá de Mariana, y sabiendo que ella viajaba a Italia, le había dado la dirección de dos casas para que fuera a conocerlas: en una había nacido y, en la otra, había vivido. Por eso Siracusa estaba dentro del itinerario, en el viaje de 26 días que hicimos con mis amigas Mariana y Laura, que tenía como único destino Italia de norte a sur.
Con mapa en mano nos dirigimos a la primera vivienda. Sacamos fotos y seguimos hacia la segunda. Allí pensábamos preguntar por Ema, una prima hermana de Carmelo, que él recordaba bien. Golpeamos la puerta, pero nadie salió. Mariana desilusionada sugirió que nos fuéramos. Sin embargo, Laura y yo no nos dábamos por vencidas, golpeamos más fuerte una y otra vez y minutos más tarde se abrió una puerta. Una señora se asomó, temerosa. Mariana le preguntó por Ema, pero la mujer, mirándonos extrañada, nos dijo que ahí no era. Mi amiga le nombró a su padre, a su abuelo Pietrino, y a su nona Marieta. La señora de pronto emocionada dijo: ¡Marieta!, y Mariana ya rompiendo en llanto agregó: “¡Sii, Marieta es mi nonna, yo soy la hija de Carmelo, y nieta de Pietrino!”. Lo que siguió no lo esperábamos: De pronto lloraban abrazadas las dos, y nosotras, testigos de la escena, también.
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Esa señora que nos recibió, Sofía, era prima segunda de Marieta. Minutos más tarde, nos invitaron a pasar y llegó su nuera, Daniela. Mi amiga Laura era la traductora y yo sacaba fotos. Fue llegando más gente, que avisada por Daniela venían a conocernos. Nos invitaron a volver al día siguiente, pero esa noche nos alcanzaron hasta el hotel. ¡No podíamos creer lo que estaba pasando!. Al día siguiente se sumaron parientes y vecinos que querían conocer a la hija de Carmelo venida desde Argentina. Nos hicieron una recepción muy cálida y nos sentimos como en casa. Estaban allí la prima Ema, Alfio y Angela, (unos primos que Mariana había contactado hace años, pero les había perdido el rastro), y Giusi, una prima segunda que recién conocía. La recepción fue muy emotiva, Mariana llamó a su padre, hermano e hijos, y los conectó con la familia italiana. Nos mostraron la casa donde había vivido su padre ¡que había quedado tal cual! Giusi nos ofreció llevarnos a cenar por La Ortigia, un lugar hermoso y muy de onda, y luego nos hizo de guía y nos llevó al aeropuerto.
Con ella hicimos un lazo especial, Laura y yo descubrimos una amiga nueva y Mariana una prima que antes no tenía. Durante el resto del viaje, siguió en contacto con nosotras, por skype, siempre muy emocionada. Angela también estaba pendiente, como los demás, y en cada nuevo destino nos llamaban para ver si habíamos llegado bien.
Cuando volvimos ya teníamos a todo el clan Militello de amigos en nuestras redes, y hoy cada tanto mandan algún “salutti”. Fuimos a buscar una casa y encontramos una familia para Mariana, la familia de origen que nunca tuvo, un tesoro escondido que hacía años deseaba encontrar, y con Laura fuimos testigos de todo eso. Hoy siguen hablándose con Giusi, y planean verse pronto en Siracusa… o tal vez, por qué no, en Buenos Aires.
(*) Fb / Marga Mars