Detrás de una tragicomedia de tres personajes se esconde una crítica a la sociedad actual. De la afilada pluma de Pepe Cibrián se armó una temporada teatral de verano en la enorme sala del Auditorio de Belgrano (Virrey Loreto 2348, CABA) se estrenó en enero Princesas, presentada por su autor y protagonista como el reencuentro de Blancanieves, Cenicienta y Caperucita Roja 50 años después de la última vez que se vieron. Este punto de partida sirve para armar tres maquetas muy bien estructuradas de estrellas venidas a menos, suplantadas en la actualidad por otros atractivos para el público que fueron creadas. Constantemente se compara su mundo idílico con la la oferta de hoy: Blancanieves es la única que está cerca del poder (la realeza), Caperucita mantiene su ingenuidad junto con la capa roja y Cenicienta... Bueno, Cenicienta es casi una lumpen, piquetera luego de que el Príncipe la abandonara. Habla como un guapo del '30, sigue teniendo ceniza en la cara y vistiendo harapos y termina confesando su actual inclinación sexual. Sin dudas es el personaje más logrado del trío, algo a lo que Pepe le saca el jugo constantemente, arrancando muchas carcajadas en la platea.
La crítica social a la vida actual llena de pantallas donde ver la vida es parte fundamental del texto y hace que el espectador ría pero también se quede pensando en cuánta verdad hay en sus dichos. Es simpática, enternece y se hace querer.
Las partenaires de Cibrián son Marta González y Esmeralda Mitre (reemplazada en algunas funciones por haberse enfermado de Covid). La primera hace que su Caperucita sea tan ingenua que dan ganas de abrazarla y decirle que todo va a pasar (aunque no sea cierto, como bien marca el texto) y la segunda le da glamour y cierta dosis de tilinguería a Blancanieves, una gran elección para ese personaje. Y están bien, incluso cuando se olvidan la letra o se confunden el texto.
Mención especial merecen la escenografía de Daniel Feijoo y el vestuario de Alfredo Miranda, por dar un marco escueto pero muy de la realeza a la puesta y aportar un lujo un poco desvencijado y terminar de marcar la personalidad de cada una de estas princesas con trajes que brindan el marco perfecto para las actuaciones.
En resumen, es perfecta para pasar un momento divertido, disfrutar de un texto cuestionador y aplaudir mucho al factótum de esta idea, Pepe Cibrián, dispuesto a crear un nuevo polo teatral para aquellos que no quieren llegar hasta el Centro para ver una obra, y también para los que quieren trasladarse hasta el barrio de Belgrano y vivir una experiencia menos tradicional.