Perfil
CóRDOBA
ENTREVISTA CON LEONARDO PADURA

"Este libro es una mirada sobre una Cuba en la que se han perdido los sueños"

En la antesala de la 33° Feria del Libro y el Conocimiento, entrevista con el legendario escritor cubano que llegó a Córdoba de la mano de editorial Planeta para presentar La transparencia del tiempo.

Leonardo Padura
UNA PREVIA. El viernes último, Padura presentó su libro en Studio Theatre de la Ciudad de Córdoba ante un auditorio lleno. La actividad se dio en el marco de un preludio la Feria del Libro y el Conocimiento que comienza el 6 de septiembre. | Fino Pizarro

Jugó al béisbol hasta que se dio cuenta que ahí no estaba su futuro. Quiso ser periodista deportivo pero la planificación en un país socialista como el suyo no se lo permitió y se volcó a la filología.

A los 15 años trabajaba en la zafra. Luego estuvo un año en Angola y renovó el periodismo cubano desde publicaciones como El caimán barbudo y el periódico Juventud rebelde.

El boom de la literatura latinoamericana lo acercó a Vargas Llosa, Rulfo, Benedetti y Cortázar. La década de 1990 lo encontró escribiendo como loco “para no volverse loco”.

El hombre que amaba a los perros (libro que cuenta la historia de Ramón Mercader, el asesino de Trotsky) le valió proyección internacional, y en 2015 recibió el Premio Príncipe de Asturias vestido con una guayabera y una pelota de béisbol en la mano. 

Autor de los guiones de la miniserie Cuatro estaciones en La Habana (Netflix), basada en la tetralogía Las cuatro estaciones, su nuevo libro es una crónica de la vida cubana contemporánea, desde la perspectiva de Mario Conde, el (ahora ex) policía que protagoniza ocho de sus novelas. Padura sigue escribiendo en la misma casa que lo vio nacer, en el barrio de Mantilla (La Habana) donde vive con su esposa Lucía.

- Tantos años con Mario Conde como protagonista de tus novelas y ahora vuelve. ¿Cómo funciona esa simbiosis entre ambos?
- A Conde lo creé en 1990 cuando escribí Pasado perfecto. Quería escribir una novela policial cubana que no se pareciera a las novelas policiales cubanas. La clave era crear un personaje que tuviera un hálito vital, una profundidad existencial que le diera una densidad humana. Empecé a darle forma a partir de una cercanía: es de mi generación, con experiencias comunes, con gustos literarios comunes, vive en un barrio como el mío, estudiamos en el mismo preuniversitario. Le di a mis amigos la novela para que opinaran y les gustó el personaje.
En los ‘90 escribo Las cuatro estaciones con este policía de investigación que no quiere ser policía como protagonista. En la cuarta novela decido darle libertad y lo convierto en comprador y vendedor de libros viejos. A partir de ahí fue evolucionando, manteniendo este oficio que le permite una relación muy viva con el mundo que lo rodea, lo que me sirve como punto de vista para esa crónica de la vida contemporánea cubana que tratan de ser estas novelas.

- En este nuevo libro aparece un Conde más maduro, más ecuánime para cronicar una sociedad que ha empezado a dilatarse.
- Pasamos de una sociedad muy homogénea -como decía Orwell: “una sociedad en la que todos éramos muy iguales, aunque había otros que éramos más iguales” (se ríe)- y hubo una dilatación de ese tejido social. En esta novela Conde baja a uno de los infiernos posibles de la realidad cubana que son esos barrios de los migrantes internos, donde los niveles de pobreza son inimaginables para lo que concebimos en los '70 y '80.
A través de la visión de Conde, vi la evolución de mi generación y, en ese proceso biológico de envejecimiento, uno se vuelve más escéptico, más pesimista, porque empieza a entender que ha vivido más tiempo del que le resta y ve que muchos de los sueños que fueron posibles en una época dejan de existir.
Esa mirada sobre una Cuba en la que se han perdido los sueños es la que está presente en La transparencia del tiempo.

- Pertenecés a una generación que experimentó la revolución, ¿cómo influyó esa vivencia en tus escritos?
- Tenía cuatro años cuando triunfó la revolución. Hago toda mi vida adulta dentro del proceso revolucionario y soy beneficiario de todas sus virtudes y sus defectos. Corté caña a los 15 años, fui a la universidad en un momento en el que todos íbamos. Trabajé en Angola como periodista en época de guerra. Atravesé todo el periodo de los '90, que fue terrible. Viví todos los procesos a lo largo de esos años y Conde también. Desde esa perspectiva él mira la realidad.

- Hablabas de las profundas desigualdades en la sociedad cubana actual, ¿cómo afecta a las nuevas generaciones?
- Hay de todo, como en todas las sociedades pero el signo que me parece más complejo es que muchos de los jóvenes mejor preparados se están yendo. El béisbol es a Cuba lo que el fútbol a la Argentina, y hasta hace muy poco no era legal que jugadores cubanos fueran a jugar fuera del país. Ahora ha cambiado con contrataciones en algunas ligas. Antes que eso ocurriera, en un plazo de cuatro o cinco años, se fueron unos 300 jugadores, lo que significó una pérdida brutal. Y eso se reproduce en prácticamente todos los sectores de la sociedad: médicos, diseñadores, ingenieros.

- En algún momento dijiste que el trabajo en Angola te había hecho comprender la condición humana, ¿cómo te marcó esa experiencia?
- En 1985 fui como periodista civil y coincidí con un grupo de compañeros entre los que hice buenos amigos. Estábamos en un país extranjero, en guerra y en condiciones muy complejas en cuanto a nuestra relación con la realidad porque no nos sentíamos a gusto, aunque éramos privilegiados con respecto a sus habitantes. Y en esas tensiones afloraba lo bueno y lo malo del individuo. Fue una escuela acelerada de conocimiento del ser humano. Por eso creo que con tanta frecuencia aparecen en mis novelas personajes que han estado o están en Angola.

- Primero en El Caimán barbudo y luego desde el periódico Juventud rebelde renovaste el periodismo en tu país, ¿cómo ves la profesión hoy?
- En Cuba los medios pertenecen al Estado y responden a sus intereses. Hay, no obstante, un periodismo informal en las redes que tienen distintas actitudes. En general, el periodismo debería repensar mucho las funciones que tiene. En la era digital todo es inmediato y muchas veces sale información que no está contrastada, se habla de una postverdad donde determinadas mentiras que se repiten mucho pueden convertirse en verdades y afectar una realidad, una sociedad o un individuo. Habría que insistir en la responsabilidad ética del periodismo. Hoy los periodistas han perdido autoridad por falta de solidez ética.

- Hablando de responsabilidad, ¿cuál es la de un escritor?
- El escritor, a diferencia del periodista, trabaja con las palabras pero con mayor libertad. Cuando escribo una novela establezco un pacto con el lector: yo te voy a contar una mentira como si fuera verdad y tú la vas a leer sabiendo que es una mentira pero lo vas a asumir como una verdad. Eso cambia por completo las reglas del juego. Por lo tanto, la responsabilidad no tiene que ver con la verdad pero vuelve a tener que ver con la ética. Puedo deformar hasta lo grotesco una realidad para hacer visible la esencia de una realidad, esa es mi prerrogativa como novelista. La novela que estoy escribiendo ahora, que es pura ficción, no tiene ningún elemento de novela histórica.

- ¿Tiene nombre?
- El Clan disperso.

- Última, ¿cómo anda Industriales, el equipo insignia del béisbol cubano?
- Ha empezado muy bien este año, un viejo jugador que fue mánager hace unos años regresa ahora y me ha recuperado como fanático porque el año pasado me había borrado.

- ¿En el fondo querías ser beisbolista?
- Me encanta el béisbol. Lo que más hice en mi vida fue jugarlo, hasta los 18 años, cuando me di cuenta que no iba a ser bueno. Luego quise ser cronista deportivo pero terminé siendo escritor.-