ESPECTACULOS
Catherine Fulop

“Siempre fui la payasa de la familia”

Vuelve al teatro y cree que a esta edad le queda disfrutar en lo personal y profesional. Crió a sus hijas, Oriana y Tiziana, con mirada feminista y apoyan la despenalización del aborto. No imaginó tener un yerno futbolista, aunque disfruta de verlos felices.

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Plena. A los 53 Catherine Fulop, la actriz, venezolana vive su mejor momento personal y profesional. | Grassi

Vuelve a los escenarios Catherine Fulop. Ella misma se encargará de contar los por qué de tanta ausencia. Regresa de la mano del dramaturgo inglés Simon Stephens y acompañada en el escenario y debajo de él por Luis Agustoni como actor y director. El espectáculo es Heisenberg. El principio de incertidumbre e irá de miércoles a sábado a las 20 en el Teatro Regina. Las funciones desde el miércoles 8 costarán $ 450.

“El título –explica Fulop– es el nombre del científico alemán que descubrió esta ley física que cuestionaba la certeza de cómo se movían los objetos. Lo mismo te pasa con las personas, hay diferencias entre mirar y ver a la gente.  Mi personaje dice: “No hay que desperdiciar la vida”.

“Pasé diez años sin hacer teatro –recuerda– lo último fue Educando a Rita con Víctor Laplace, dirigidos por Eugenio Zanetti. Siempre me llamaban, pero empezaba a leer las obras y no me tentaba. Ahora me dieron este texto y quien me lo alcanzó fue la productora de Julio Chávez (Noemí Slutzky) o sea de mi maestro. En cuanto empecé a leerla y descubrí que eran dos personas que se encontraban en una estación de tren ya me interesó. Me sentí identificada, fueron como señales, era como yo, pero en otra historia. Sorprendiéndome continuamente. Después llamé a dos amigas mías, una actriz (Melina González) y una locutora (Gaby Romero), que son sensibles y me apoyaron”.

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—¿Creés en las señales?

—Mucho. También en las energías.  Creo en un Dios que es energía, de él salimos. No puedo pensar que nuestra vida termine en este cuerpo. Siento que somos infinitos y que nuestra energía vuelve a esa energía total. Un Dios bueno, que no castiga, que observa y que estamos a nuestro libre albedrío. Había algo que me hablaba de mi padre, la otra obra la hice cuando él murió. La última palabra era la misma: “gracias”.

—¿Siempre buscás señales en lo privado y en lo profesional?

—Estoy en un momento bueno de mi vida, relajada. A mí nadie me espera, no estoy haciendo nada para nadie. Antes vivía en un corre corre, como detrás de una zanahoria, nunca te das cuenta que te la comiste y que está todo bien. Descubrí que lo que me queda es disfrutar.

—¿Cómo fue trabajar con Luis Agustoni en dos funciones distintas, actor y director?

—Fue bastante extraño. Me di cuenta que Luis es un maestro muy generoso, no todos los son. El estuvo pendiente de mí siempre, él se dejó último. Buscó que entendiera a mi personaje a la perfección. Fue muy quisquilloso, cada una de las palabras y situaciones las desmenuzaba y para mí fue como ir a la escuela.

—¿Quiénes fueron tus grandes maestros?

—La primera fue una actriz venezolana: Amalia Pérez Díaz. Me becaron para estudiar con ella, que era como Norma Aleandro. Después en Argentina mis maestros fueron Julio Chávez y Augusto Fernandes. También estudié dirección.

Las nenas.

—Llegaste con el don de la comedia: ¿lo aceptaste?

—Siempre fui muy graciosa en la vida. Era la payasa de la familia. Tal vez por ser distraída o torpe, de brazos y piernas largas. Te ponen el mote “la que nos va a hacer reír”. Tuve un carácter amable, positivo naturalmente. No me cuesta estar bien. Cuando empecé en las novelas televisivas era la reina de los culebrones. Me quedaba ciega, paralítica, mataban al amor de mi vida o mi única hija moría de cáncer. Como tengo el drama tengo la comedia.

—¿Nunca te cambiaste el nombre o el apellido?

—No. Mi padre es de origen húngaro, llegaron a América antes que explotara la Segunda Guerra Mundial. Era chef y llegó primero a Colombia, después pasó a Venezuela. Mi madre fue criada por monjas.

—¿Educaste a tus hijas con una mirada feminista?

—Sí. Totalmente. Ellas tienen sus pensamientos, están en contra del aborto, pero buscan la legalización como política de salud. Las crié independientes, guerreras, y seguras de ellas mismas. Vivimos en una sociedad que las condiciona. Son libres y tiene mucho carácter. Ellas vieron en sus padres a gente trabajadora y responsable. Cada una en su carrera son estudiosas, Tiziana estudia diseño gráfico y Oriana sigue en la música. No puedo descuidar, ni soltar la mano de mis hijas…hasta que me muera.

—¿Te imaginabas un yerno futbolista (Paulo Dybala)?

—Nunca. La verdad no me lo imaginé. Siento que son lindas personas por lo que me trasmite Oriana. Lo vi un par de veces y una se da cuenta cómo es. Es agradable, atento y delicado. Hay unos padres detrás, aunque su padre murió hace unos años. Hablan del mundo del fútbol, pero el de los actores también... Las tentaciones la tienen todos, un empleado, un ingeniero... El es muy famoso, tal vez tenga más gente que lo avasalla, pero está en ti el respeto por el otro. Espero que sea cuidadoso porque se trata de mi nena.

 

La fama y sus rarezas

A Catherine Fulop se la asocia con la televisión, aunque empezó en el teatro venezolano. “A mí me descubren haciendo giras en el interior de mi país. Me llamó para hacer un casting en uno de los canales más importantes de la televisión (Radio Caracas Televisión) quien descubría a las protagonistas de las novelas. Me hicieron pruebas para un programa de comedias y dije que no quería ponerme con poca ropa. No iba a empezar mi carrera así, ya que mi familia no me lo aceptaría. Todos estudiaban administración o trabajaban en la compañía de mi padre. Nadie era artista, aunque mis abuelos cuando eran jóvenes en Hungría habían tenido vocación artística. Cuando leí el libreto estaba con poca ropa, me enojé, dije que no me habían entendido y no acepté. Fue entonces que me cambiaron todo el sketch y fue maravilloso”.

La popularidad es un tema que hoy le permite reflexionar. “Era muy raro ser famosa, todo el mundo te elogiaba, te regalaba, sobre todo cuando mis novelas se difundieron. Recuerdo viajar a los Estados Unidos en primera clase y pasear en limusina. Venía de otra realidad, una vez debieron cerrar un centro comercial porque iba ahí. Los canales eran los más importantes. Ahí perdí mi esencia hasta que me encontré con Ova (Sabatini) él me trajo a la realidad. Las fiestas no son la vida.