POLICIA
un crimen conmocionante

El derecho a vivir sin violencia

Escribo estas palabras desde un profundo – y frustrantemente familiar–, dolor. Hace décadas que milito por la igualdad de género y la erradicación de la violencia y, en ese recorrido, la muerte de mujeres y niñas por el hecho de serlo jamás me ha resultado indiferente.

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Sheila Ayala fue encontrada sin vida este jueves en Trujui, partido de San Miguel. | Twitter

Escribo estas palabras desde un profundo – y frustrantemente familiar–, dolor. Hace décadas que milito por la igualdad de género y la erradicación de la violencia y, en ese recorrido, la muerte de mujeres y niñas por el hecho de serlo jamás me ha resultado indiferente. Muertes evitables, y por tanto sumamente injustas que representan el extremo más cruel del entramado de violencias resultantes del machismo.

El asesinato de Sheila Ayala expresa los horrores de una sociedad en la cual –aun con sus muchos avances– perduran desigualdades estructurales y cuya cultura aún sostiene valores que redundan en la subordinación y la explotación de mujeres, niñas y niños. La persistencia de la violencia en todas sus manifestaciones no reconoce fronteras ni clivajes. No es privativa de ninguna clase social, religión, etnia o región. Atraviesa a la sociedad por estar cimentada, justamente, en la forma en que esta sociedad se piensa, educa y reproduce.

Las alarmantes cifras de abuso sexual infantil que han empezado a visibilizarse en los últimos años –donde en tres de cada cuatro casos registrados los abusos son cometidos por un familiar directo o persona de confianza del niño/a– expresan de forma más cruel esta injusta realidad. Hoy, que se encuentra tan en boga la supuesta “propiedad o pertenencia” de niñas y niños es cuando, desde el Estado principalmente, pero con un fuerte compromiso de la ciudadanía, debemos redoblar nuestros esfuerzos y trabajar con contundencia y convicción para garantizar los derechos de la niñez, derechos que le son propios e inherentes, incluido el derecho a vivir una vida libre de violencia.

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Cada femicidio es particular, porque cada historia de vida es única e irrepetible. Más allá de lo que arroje la investigación sobre el asesinato de Sheila, hay algo que queda claro. Hoy nos falta una niña de 10 años porque un otro basado en su situación de superioridad dispuso de su vida y la descartó, literalmente. Hoy hay dolor, bronca e impotencia, pero también convicción y compromiso. No hay nada que justifique la violencia, no hay ninguna ley de la naturaleza ni mandato divino que sostenga la reproducción al infinito de la violencia sexista. No hay nada que haga inevitable lograr el cambio cultural necesario para hacer de la nuestra una sociedad más justa, igualitaria y libre de machismo. Ahora es cuando, del dolor y de la indignación surge el impulso para hacer realidad el derecho de todas las personas a vivir una vida libre de violencia.

*Directora ejecutiva del Instituto Nacional de las mujeres.