SOCIEDAD
son 60 en todo el pais

Se dejan la barba blanca y la panza para ‘trabajar’ de Papá Noel durante las fiestas

Una agencia armó un equipo de ‘representantes del Polo Norte’ que son contratados en shoppings y eventos. Durante el año se dedican a las más variadas profesiones: hay desde odontólogos a plomeros.

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Elenco. Parte de los integrantes de la productora fundada hace 27 años por Carlos Giaché (centro), que falleció hace dos meses. Su mujer sigue el legado que empezó. Los entrevista y si los acepta, les enseña cómo cuidarse el pelo y cómo reír. | carlos giaché producciones

“¿Vos sos el verdadero Papá Noel?”, le pregunta un niño a un señor panzón y con una tupida barba blanca natural, mientras le entrega una carta. “No, soy un descendiente. Si ves otro como yo, es hermano mío. Somos todos una familia”, le explica Oscar Grimaldi (66) que durante el año trabaja de plomero, pero cuando llega diciembre se sienta a ser Papá Noel en el shopping Abasto.

Grimaldi se refiere a otros 60 compañeros que, como él, son idénticos a la figura fantástica que lleva regalos en su trineo y que el productor Carlos Giaché pensó, hace 27 años, en “adoptar” para que los chicos de todo el país les dejen sus cartas.

Según datos de la productora, solamente en el centro comercial Unicenter pasan más de 70 mil personas por año a sacarse una foto con él.

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“Somos vendedores de ilusiones”, cuenta Graciela Corso (60), mujer de Giaché, que se hizo cargo de la productora desde que su marido falleció hace dos meses. “El 90% de los Papá Noel del país son nuestros”, explica. Ahora, están repartidos en 27 shoppings entre La Quiaca y Ushuaia. “Fuimos los primeros en tener un “Papá Noel verdadero” en Unicenter. El éxito fue tal que no solo trabajan en los shoppings sino también en embajadas y empresas”, cuenta. “Tenemos Papá Noel que son odontólogos, arquitectos, dueños de inmobiliarias y muchos jubilados, pero disfrutan tanto la carita de ilusión de los niños que dejan todas sus tareas durante diciembre para ponerse el traje”, asegura.

Aunque en un momento llegaron a tener más de cien, Corso cuenta que no es una tarea fácil encontrar al representante adecuado del hombre mágico que vive en el Polo Norte. “Los vemos en la calle, en un café o en la cola del banco porque tienen la misma barba y pelo que Papá Noel”.

Trabajar de Papa Noel, salida laboral y gusto personal.

“Pero el aspecto físico no es el único requisito”, cuenta la mujer, y dice que necesita “hombres honorables” porque trabajan con chicos. “Principalmente, tienen que tener complicidad con el niño”, explica Corso, y asegura que en la primera entrevista ya detecta si el potencial Papá Noel “tiene una mirada dulce”. Toman un curso para aprender a cuidarse el pelo, a lavar los guantes y botas, “y a reír como solo sabe un verdadero Papá Noel”, explica.

Pedidos. “Lo que más me piden son drones”, cuenta Grimaldi que, aunque no pueda cumplirles el deseo, siempre los escucha atentamente. Hace 40 años que tiene una barba hasta el pecho, pero solo hace 10 que “descubrió que era uno de los herederos de Papá Noel”, como define.

Sigue siendo plomero, pero esta es su época preferida del año: “El otro día una nena me pidió que le consiga trabajo a su mamá. La confianza que tienen los chicos para contar esas cosas realmente me impactan”, reflexiona, y cuenta que también hizo publicidades de Papá Noel para Coca- Cola.

De Santa Claus a Ded Moroz: cómo son los Papá Noel en el mundo

Uno de los más antiguos es Roberto Beherens (79), que empezó a ser Papá Noel en 1981. “Al principio no fue fácil, porque Santa Claus no era bien visto por mi descendencia alemana”, cuenta el hombre que se pone el traje rojo para acciones solidarias en el hospital Garrahan, en la Fundación Rossi y en hogares de ancianos, desde que se jubiló en 2001. “Voy todos los meses a la peluquería y uso un shampoo francés para mantener el pelo plateado”, cuenta. Por su parte, Grimaldi se cepilla seguido y mantiene su panza, aunque es consciente de que debería bajar de peso para que dejen de dolerle las rodillas porque tiene “los cartílagos gastados”.

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Solicitados. Al ser todo el año verdaderos Papá Noel, también son los preferidos en sus familias para pasar las navidades. “Yo me pongo el traje de Papá Noel toda la cena, porque para mí es la vestimenta de una fiesta”, cuenta Grimaldi que agrega con orgullo que su nieta también es duende de Papá Noel en los shoppings y que se pasa las tardes junto a su esposa leyendo las cartas que les dejan. “Antes eran obras de arte”, dice, por su parte, Beherens, que opina que en la actualidad son solo “exigencias de regalos”, que en su mayoría son “tablets y celulares”, coinciden . De hecho, este año en Abasto hay un sistema en el que los niños pueden enviarle la carta vía WhatsApp.

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Si la casa y fábrica de juguetes de Papá Noel está en el Polo Norte, alguien debía hacerse cargo de los regalos en el extremo opuesto del planeta. Por eso, ayer, uno de sus “representantes” llegó con juguetes que repartió en la Escuela N° 38 Presidente Raúl Alfonsín, ubicada en la Base Permanente Esperanza de la Antártida, donde asisten 13 chicos de entre 2 y 18 años, que son los hijos de los efectivos militares que realizan actividades durante un año allí.

“No voté a Macri”, dijo el Papá Noel de la Rosada

El Papá Noel que el viernes participó del brindis de fin de año en la Casa Rosada –y que muchos interpretaron, por lo flaco, como una alegoría del país– dijo que el presidente Mauricio Macri “hablaba de cosas y yo estaba con cara de enojado, porque no me daba reírme de nada” porque “no comulgo con él, no lo voté”. Sin embargo, “con los chicos estuve bien y jugué con ellos” porque “es mi trabajo, soy actor”.

El hombre, llamado Horacio Nay, relató a El Destape que lo convocaron ya que está trabajando en Galerías Pacífico.

 


En su propia casa

Desde hace cuatro años celebro Nochebuena con mi mamá y mi perra Floppi en lo de mi amigo Oscar, más conocido por todos en Almagro como Papá Noel. Lo conocí hace siete años en la plaza donde solíamos coincidir –al principio casualmente– cuando paseaba a Floppi y él a su perro Noel, en honor al trabajo que más placer le da.

Mi Nochebuena tiene un espíritu distinto. La cena gira en torno a las anécdotas que nos cuenta Oscar de los niños que durante las últimas semanas se sentaron  sobre su rodilla a sacarse una foto y los distintos regalos que desean. Hay historias graciosas pero también muy conmovedoras como una niña de diez años que no pidió un juguete sino que su mamá consiga trabajo. Ya es un ritual que luego del brindis de las 24 nos ponemos a leer las cartitas que él guarda con mucho cariño.

Cuando mi sobrina Brisa lo conoció, le dijimos que no tenía puesto el traje rojo. Primero dudó, pero luego comprobó que el pelo y la barba que tironeó eran de verdad.

*Mirta Fernández