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ANTICIPO DEL LIBRO "LA ERA DEL AGUANTE"

Barras y "aguante": la homofobia y la cultura de la violación en el fútbol

José Garriga Zucal, autor de "La era del aguante: barras, hinchas, violencias y muertes en el fútbol argentino" reflexiona sobre las prácticas violentas asociadas al fútbol.

Talleres Hinchada
LA GENTE ESTÁ. Talleres marca presencia en las tribunas. Mientas tanto, el equipo sigue sin aparecer. | CEDOC PERFIL

El fútbol, la pasión por excelencia de los argentinos, es un mundo lleno de matices que trasciende el juego. Históricamente definido como una "cuestión de machos", fue reproduciendo estereotipos negativos que conformaron una idea de masculinidad. Entre ellos la idea del "aguante", una "competencia masculina" conformada a partir de varios elementos que incluyen homofobia y la cultura de violación.

Así lo define José Garriga Zucal en el adelanto de su libro "La era del aguante: barras, hinchas, violencias y muertes en el fútbol argentino", publicado por Editorial Ariel. La distinción entre "machos"y "putos" que subyace en la "cultura del aguante" tiene que ver con aquellos grupos que "no encajan" en el modelo ideal de masculinidad promovido por los barras, que tiene que ver con una cuestión de "poder o dominación" más que con la inclinación sexual. Además, esta noción es reproducida por toda la hinchada a través de, por ejemplo, las canciones de cancha.

"El aguante y el respeto están directamente vinculados a la masculinidad entre los barras. El aguante es un atributo de los 'machos'. Pelear y resistir sin temor son cualidades de los 'verdaderos hombres'. La violencia –muestra y prueba de una masculinidad aguantadora– ordena un conjunto de sentidos: los que se 'paran', los que tienen 'huevos', los que no 'corren', son la contracara de los cobardes, definidos como 'cagones' o 'putos'", reza el anticipo del libro al que tuvo acceso PERFIL.

Libro La era del aguante 20221130

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A lo largo de seis capítulos, el autor indaga sobre la violencia en el fútbol que involucra a los barras bravas y las hinchadas pero también múltiples actores. A tal fin, realizó un estudio exhaustivo de los barras y sus modos de accionar hasta la actualidad, marcada por la prohibición de los visitantes y la persistente "lógica del aguante".

El adelanto del libro "La era del aguante..." de José Garriga Zucal

El aguante y el respeto están directamente vinculados a la masculinidad entre los barras. El aguante es un atributo de los “machos”. Pelear y resistir sin temor son cualidades de los “verdaderos hombres”. El aguante es para los barras una competencia masculina. La violencia –muestra y prueba de una masculinidad aguantadora– ordena un conjunto de sentidos: los que se “paran”, los que tienen “huevos”, los que no “corren”, son la contracara de los cobardes, definidos como “cagones” o “putos”.

Esta distinción revela el lugar nodal que adquiere la práctica violenta en la construcción de los elementos masculinos. Recurrentemente, los barras nos dicen: “Soy macho porque me la aguanto”. Transformando así al aguante en la característica primordial de la masculinidad, afirmación simbólica y práctica de la hombría. Estas representaciones construyen un modelo binario. “Macho” es el que afronta el combate, yendo “al frente”, el que se la “aguanta”. Por el contrario, “puto” es el que huye del campo de batalla rechazando el enfrentamiento cuerpo a cuerpo, el que teme el “mano a mano”, el que no tiene “aguante”.

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Si recordamos algunas de las múltiples canciones cantadas en los estadios argentinos y veremos cómo aparecen estas nociones: “corriste por cagón” o “sos puto y no tenés aguante”. (...)

La distinción “machos”/“putos” que se construye en el aguante se funda sobre el estigma de aquellos grupos o sujetos que, según sus propios parámetros sociales, no encajan en su modelo ideal de masculinidad. Aquellos que no obran según la misma identificación masculina, ya que sus representaciones corporales y sus prácticas son diferentes. “Putos” son todos los que no pelean.

De manera generalizada, en la Argentina se designa como “puto” al homosexual, pero las concepciones de las barras son más complejas, o más específicas. Señalar como puto al que no tiene aguante no remite a su sexualidad, sino a su comportamiento social según los parámetros grupales. Un barra me comentaba que conocía casos de aguantadores homosexuales. Por estos motivos, puto tiene menos que ver con la homosexualidad que con el poder, con la dominación.

Se expresa la distinción entre acto homosexual y gesto de poder en dos planos distintos. Por un lado, cuando a los rivales derrotados se los llama putos, esto no refiere a una homosexualidad presunta sino a que no se la aguantaban. Por otro lado, en los cánticos y relatos, respecto a los roles sexuales, la masculinidad se asocia a lo activo y lo femenino a lo pasivo. Por esto mismo, un verdadero hombre es el que “le rompe el culo al rival” manteniendo una relación homosexual y es puto aquel “a quien le rompen el culo” en esa relación. Recordemos una canción que cantan los hinchas de Chicago que ilumina este punto:

“Escuchen, corran la bola, se hicieron putos los negros de Casanova, qué lindo es, vamo a coger allá en los ranchos cerca de Ruta 3. Los negros cuando llegan la noche, se visten de mujer para hacer un par de pesos, porque tienen que comer”.

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En las tribunas observamos numerosos gestos que simbolizan la sexualidad del rival como homosexual “pasivo”. Mueven animadamente la pelvis, fingiendo relaciones anales con una figura imaginaria, al mismo tiempo con las dos manos sostienen por la cintura a este cuerpo invisible que estaría de espaldas, simulando la penetración anal y la copulación “activa” con un rival “pasivo”.

Estos gestos y las canciones son puestas en escena por los barras. Pero también por múltiples espectadores que, sin integrar esos grupos, producen y (re)producen estas ideas. El fútbol es un mundo de machos, donde el rival debe ser violado y dominado. Los barras y muchos espectadores admiten la homosexualidad, pero con rol activo, dominador. La homosexualidad masculina no es tabú, pero el rol pasivo es degradante o, al menos, inferior. Para los miembros de la barra, entre el “macho” y el puto existen diferencias jerárquicas y relaciones de dominación.

El “macho” adquiere esta característica porque en un enfrentamiento puede robar los atributos masculinos de sus rivales y, así, el dominio se expresa por medio de una retórica del cuerpo y de la violencia. El verdadero hombre subordina a otros hombres convirtiéndolos en putos mediante la violencia.