Entre brillos y glamour, cuando la noche de noviembre caía sobre Buenos Aires, el empresario Guido Parisier presentó su segundo libro autobiográfico, “No sé todavía”, en un salón emblemático de las trasnochadas porteñas de los años 80, Hippopotamus, hoy transformado en Afrika.
El regreso a Recoleta tuvo una motivación doble ya que, además de la presentación literaria de su libro autobiográfico, el 17 de noviembre tiene una significación especial para Guido Parisier, fue el día en que cumplió 89 años y una importante torta blanca con vela celeste y bengala azul lo recordaba.
Guido Parisier presentó su libro autobiográfico
Guido Parisier, de impecable saco de cuero negro, dejó ver su emoción. Entrevistado por Delfina Krüsemann, habló de su nieto de 9 meses, Aston, de sus incalculables viajes para conectarse con la gente -más que con los paisajes, algo que se nota en el relato-; reflexionó sobre su espíritu emprendedor (“La suerte está, pero hay que ayudarla. Hay que emprender, motivados por el deseo, buscando lo que uno quiere”) y habló con gratitud de su esposa inseparable, Mónica Cafarelli de Parisier (“nos comunicamos hasta en silencio y con la misma fuerza que cuando nos conocimos hace cuarenta años atrás”).
Precisamente, el capítulo Club 78, está dedicado a ella, “el paso necesario para conocer la felicidad”. Viajando en Rolls Royce al Club 78 de Champs Elysée supo que la arquitecta del proyecto porteño de Hippopotamus, que acababa de firmar con el dueño de la marca en Brasil, Ricardo Amaral, era Mónica Cafarelli. Y desde ese día no se separaron más.
Para poder seguir viéndola, “del 5% que hubiese tenido terminé comprando todas las partes para hacer realidad el sueño de Mónica”.
Hippopotamus se inauguró el 17 de septiembre de 1981.
Es difícil definir la esfera de acción del economista Guido Parisier, graduado en la Universidad de Buenos Aires. Recorriendo los 41 capítulos del nuevo volumen, queda claro que “emprendedor” es el talle que mejor le calza:
- Desembarco turístico “de casualidad” con el Hotel Hermitage, en la década del 50 (se hizo pasar por inversor venezolano para que lo dejaran ingresar a la cena de premiación de actores del Festival de Cine -su novia de entonces era actriz- y le ofrecieron un precio tan conveniente que terminó comprándolo);
- La dirección de la Bolsa de Comercio de Mar del Plata;
- Vicepresidente de la Cámara Argentina de Maderas Aglomeradas;
- Director Nacional de Cinematografía durante el menemismo;
- Suculentas inversiones inmobiliarias en varias plazas (Parquemar, en Punta del Este, por ejemplo);
- Director de la Asociación de Hoteles;
- Productor cinematográfico (Las ratas, con Alfredo Alcón y Placeres conyugales, con Luis Sandrini, ambas dirigidas por Luis Saslavsky);
- Candidato a diputado nacional por la Alianza Democrática Independiente;
- socio político del periodista Julio Ramos;
- una previa incursión literaria con Eduardo Gudiño Kieffer, 1 más 1 (Uno más uno, pero escrito así).
- La Orden de Caballeros de San Martín de Tours, recibida en 1989; y el Premio El Palenque de Oro 1963, por su producción de Las ratas.
Hay pocas esferas de la vida social, comercial, turística, política y económica que de algún modo dejen de remitir a las ideas innovadoras de Guido Parisier (por ejemplo, crear un impuesto a la exhibición que sería una contribución a la producción cinematográfica del INCA, por parte de todos los medios -canales, cables y videos- que vendieran películas).
Si hay una persona discreta que en Buenos Aires atesora secretos y anécdotas a raudales, ese alguien se llama Guido Parisier.
“Si estas paredes hablaran…”, es imposible no pensarlo mientras el Dr. Parisier presenta su libro autobiográfico y repasa su copiosa vida de casi nueve décadas.
Porque es aquí mismo, en Junín 1787, en este mitológico espacio de Recoleta, ex Hippopotamus, hoy Afika, donde la política convivió con el espectáculo y donde se cocinaron tantos encuentros y desencuentros.
Un libro que es la crónica de un país
“No sé todavía es la crónica de un país que fue y dejó de ser” se desliza en algún momento de la presentación. "¿Podría haber yo logrado lo que logré en la Argentina de hoy, difícilmente", responde retóricamente el autor trasuntando cierto amargo realismo.
La siguiente frase, casi dicha al pasar, pero intencionadamente, pone sobre la mesa su experiencia empresarial, su perfil liberal y su espíritu democrático: “la función pública no puede ser para beneficio propio y el Estado debe ser el promotor, y no el que bloquee la actividad productiva..."
Según el propio Guido Parisier, este volumen de 160 páginas es hijo del confinamiento al que lo obligó la pandemia. El autor recuerda que, mientras escribía, su esposa la preguntaba insistentemente por el título con el que bautizaría al volumen. "No sé todavía”, le respondió varias veces. Y lo que fue una salida banal, terminó siendo una realidad existencial universal, porque no hay nadie que haya encontrado aún todas las respuestas en su propia vida.
Y la pregunta llegó y fue en voz alta: “¿hay próximo libro?”. Se rió para ganar tiempo, y agregó: “Tal vez tendría que ser sobre lo que olvidé contar en este...” repasó velozmente. El próximo, claro, tendrá más de 160 páginas.
Libro autobiográfico con centenares de anécdotas
Por los 41 capítulos de No sé todavía (que se iba a llamar 1 más 40) desfilan 41 anécdotas (muchas más, en verdad) atravesadas por Catherine Deneuve, Jean Paul Belmondo, Liza Minelli, Mariano Mores, Libertad Lamarque, Cantinflas, Alberto Olmedo, Fidel Castro, Carlos Menem, Eduardo Bauzá, Julio Ramos, Carlos Reutemann, Alberto Fernández, René Lavand, el Sultán bin Khalifa bin Zayed Al Nahyan, entre decenas de otras personalidades públicas.
Guido Parisier siempre fue al frente: le dijo a Luis Buñuel que no terminaba de convencerlo Belle de Jour.
También se animó, inexperto, a torear en la hacienda mexicana de Cantinflas, mientras escuchó que el astro mexicano le ofrecía a Frank Sinatra enviarle un avión privado con dinero para pagar el rescate de su hijo secuestrado.
Fidel Castro le confesó que, antes de ser revolucionario, era actor de reparto en la Metro Goldwyn Meyer. “Yo le enseñé a nadar a Esther Williams”, le soltó muy convincente durante las seis horas que conversaron, siempre de pie y regados con incesantes manantiales de mojitos.
Si hay algo que no puede negársele a Guido Parisier es que siempre supo ver dónde estaban los negocios, aunque para llevarlos adelante también –a veces- le tocara perder.
Cuando llegó a oídos de Sandro que Guido Parisier pensaba que él no tenía nivel para cantar en el Salón Versailles del Hotel Hermitage, lo citó su representante, Oscar Anderle.
Sin que mediaran aclaraciones, Anderle le dijo que una presentación de Sandro valía $ 800.000. Sorprendido, le dijo que Palito Ortega y Leonardo Favio cobraban 300.000 y que solamente una figura internacional como Mina, Roberto Carlos o Johnny Hallyday se llevaban $ 500.000 Y así sigue la historia en su libro:
“‘No’. Tenía la fecha libre y pensé, soluciono el problema. ‘Bueno, Oscar, te pago los 800.000’, y con la mirada fija me dijo: ‘ahora quiero un millón. Creí que era una broma cuando escuché: ‘me ofreciste 500.000, ahora quiero un millón”.
“Al año siguiente quise contratarlo, llamé a Oscar Anderle:
- ¿Tenés el primer sábado de febrero libre?
- Sí
- ¿Cuánto vale?
- 1.800.000, - dijo
-Te mando el dinero. –Y no lo fui a ver.
En la presentación de “No sé todavía” estuvieron presentes el ex ministro de Educación, Antonio Salonia, la Dra. Rosi Flom, vicepresidente de Make-A-Wish Argentina, organismo que preside Mónica Cafarelli de Parisier; y Miranda Castro, la hija de Alicia Castro, ex embajadora argentina en Venezuela y el Reino Unido, entre otras personalidades.
Una autobiografía y una crónica social
Una de las imágenes más felices al final del encuentro fue con André, el hijo que lo convirtió en un abuelo feliz. Del matrimonio con Mónica Cafarelli de Parisier nacieron sus tres hijos.
“Ellos me han superado con creces”, comentó. El mayor, Gastón, fundó en Argentina la empresa de regalos Big Box, que ya se extendió a Uruguay, Chile y Perú. André, es ingeniero y trabaja en la industria petrolera. La menor, Michelle, es arquitecta y fue premiada en FOA. “Cada mañana le pregunto a mis hijos:¿te reíste hoy? porque ese es el motivo más importante por el que uno vive”, dijo.
“Confío en ellos, son muy capaces y harán un aporte valioso a nuestro país”, agregó, y también sorprendió: “Yo tuve dos cosas, suerte y éxito. Sin suerte es muy difícil transitar la vida”.