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En la recta final

Las chances de Donald Trump para ser reelecto en Estados Unidos

Quiere dar la gran sorpresa el próximo martes. Un 56% de los estadounidenses dice estar mejor que hace cuatro años.

Donald Trump busca movilizar a su base electoral y suprimir el conteo de votos por correo en algunos estados. Si hay paridad, el escrutinio podría judicializarse.
Donald Trump busca movilizar a su base electoral y suprimir el conteo de votos por correo en algunos estados. Si hay paridad, el escrutinio podría judicializarse. | AFP

Viernes, 3 de la mañana. Donald Trump no duerme. Tuitea en un rincón oscuro de la Casa Blanca. ¿Está desesperado por los pronósticos de las encuestas, que colocan como favorito a su rival Joe Biden? Sus palabras en público, sin embargo, no exhiben flaqueza. Por el contrario, proclaman una “gran ola roja” que revalidará su mandato y le devolverá el control de la Cámara de Representantes. ¿Cuáles son las razones que lo hacen soñar con una nueva y sorpresiva victoria?

Es imposible predecir quién ganará las elecciones presidenciales del próximo martes. Pero sí se puede indagar en los motivos que impulsa al electorado a votar por uno u otro candidato. El caso a favor de Trump es el mismo de 2016. Básicamente, el contexto político que lo llevó a la Casa Blanca no cambió. Aún hay millones de trabajadores industriales que perdieron sus trabajos en los últimos años o temen perderlo en el corto plazo por la automatización y relocalización de fábricas en Asia y México. Esos votantes, el núcleo de su base electoral, residen mayormente en el Rust Belt (Pennsylvania, Michigan, Wisconsin, Ohio). Si Trump retiene esos Estados, que ganó en 2016 por un margen estrecho, allanaría su camino a la reelección. Las encuestas en esos distritos muestran una distancia menor que las nacionales. Según el promedio elaborado por Real Clear Politics, hay empate en Ohio, una pequeña ventaja de Biden de 3,6% en Pennsylvania, y seis puntos de diferencia en Michigan y Wisconsin.

Donald Trump

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Para Trump será clave movilizar a su base electoral. Los Johnny Lawrence del país están tan enojados y decepcionados con la elite política como el protagonista de Cobra Kai con Daniel Larusso. Esos rezagados de la globalización encontraron en el presidente un azote para vengarse del establishment, encarnado antes en Hillary Clinton y ahora en Joe Biden. El empresario intuyó lo que querían y lo vendió puerta a puerta: un país más parecido al de los 50, con recuperación del empleo industrial y del “American Dream”, que al de una economía liderada por las compañías tecnológicas y con oportunidades para pocos. Trump propone un dojo para recuperar la autoestima perdida.

Esa “mayoría silenciosa”, conformada por trabajadores blancos, evangélicos, conservadores y una porción significativa de latinos, pide “cuatro años más”. El dato que reveló Gallup en septiembre llama poderosamente la atención: el 56% de los encuestados sostiene que hoy está mejor que hace cuatro años.

Sólo cinco presidentes que buscaron la reelección fueron derrotados desde 1912.

En el libro La Rebelión de las Naciones, Francisco de Santibañes define a Trump como un “conservador popular” que se enfrenta a elites liberales que no “comparten los valores ni representan los intereses de sus sociedades”. El libre comercio, el mutilateralismo y la globalización son percibidos negativamente por su electorado. Estados Unidos es una superpotencia en declive, mientras que China, su retador geopolítico, está en ascenso. Trump, hábilmente, mata dos pájaros de un tiro, al disparar contra el enemigo externo y culpar domésticamente al binomio Obama-Biden y a los políticos tradicionales por esa presunta decadencia. El nacionalismo económico y el populismo son dos caras de la misma moneda.

Dirty tricks. Tal vez los propios no basten para ganar la elección. Por eso, la Casa Blanca promueve la supresión del voto en algunos de los estados claves, impulsando recursos legales para limitar el conteo de los sufragios por correo, que estima que serán favorables a los demócratas.

Pero el presidente también juega con la cancha inclinada (y el posible árbitro a su favor). El sistema electoral indirecto aumenta sus chances. Aún perdiendo el voto popular, como sucedió en 2016, puede obtener una victoria en el Colegio Electoral, debido al mayor peso del GOP en el interior del país. Si el escrutinio se judicializara en algún estado, la mayoría conservadora en la Corte Suprema podría tener la última palabra, como sucedió en 2000 cuando falló a favor de George W. Bush. Y allí Trump nominó a tres jueces afines, recomendados por la Sociedad Federalista.

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Economía. Otro de sus activos es el crecimiento de la economía durante sus primeros tres años en la Casa Blanca. La baja de impuestos y la caída del desempleo, que antes de la pandemia era del 3,5% -la más baja en cincuenta años- y hoy está en 7,9%, benefició tanto a empresarios como asalariados. El otro gran récord que Trump suele remarcar es el boom de Wall Street. El Dow Jones llegó a su techo histórico a principios del año, luego se derrumbó y finalmente regresó a los niveles pre pandemia. Tras la crisis provocada por la pandemia, Trump prometió que sabe cómo reactivar la economía. Según él, “lo mejor está por venir”.

Finalmente, hay otro argumento que insufla optimismo a la campaña de Trump: tradicionalmente ha sido difícil derrotar a un mandatario en ejercicio. Desde 1912, sólo cinco presidentes no obtuvieron la reelección: William Taft, Herbert Hoover, Gerald Ford, Jimmy Carter, y George H. Bush. Trump no quiere que su nombre sea tallado en esa lista. Lo que quiere son cuatro años más en la Casa Blanca.