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Un pintor perseguido

Hace 140 años nacía el otro Kirchner

Ernst Ludwig fue el precursor del expresionismo alemán y quebró todas las convenciones del arte de principios del siglo XX.

Ernst Ludwig Kirchner
Obras de Ernst Ludwig Kirchner, creador del expresionismo alemán | Cedoc Perfil y Shutterstock

Diseñó muebles en madera, montó un atelier en una vieja carnicería y llevó a las prostitutas al lienzo, revistiéndolas en sus óleos de un rango artístico que el nazismo consideró “arte degenerado”. Así fue, más o menos, la vida de este arquitecto alemán que también se llamó Kirchner; no Néstor, sino Ernst Ludwig. Sin embargo, todos deberían recordar su nombre como el del pintor de Dresden que dio el puntapié inicial del movimiento artístico denominado "expresionismo".

Con sus amigos, Fritz Bleyl, Erich Heckel y Karl Schmidt-Rottluff, crearon el grupo artístico denominado "El puente (Die Brücke)" y sus ideas estéticas, en 1905, sólo podían sonar a extravagantes. Por entonces, Kirchner se pasaba horas mirando piezas de arte primitivo europeo en el Museo Etnográfico de Dresden. Unos meses antes, durante una estadía laboral en un estudio de Munich, descubrió los grabados en madera de Durero. Ambas influencias se unieron en él y su nuevo gusto por las formas planas, primitivas casi toscas fueron haciéndose carne en los retratos que pintaba por pura vocación y hasta en los murales que hizo en el taller que había montado con Heckel en el barrio obrero de Friedrichstadt. Mientras tanto, surgieron cuadros como? Mina de arcilla', 'Mujer reclinada con la camisa blanca', 'Teatro de variedades', 'Bañistas' y 'Fránzi ante una silla tallada'. 

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Tuvieron que pasar aún seis años, para que en 1911 un viaje a Berlín, le permitiera dar un completo cambio de rumbo a su vida. Allí nacieron 'Bañistas entre piedras' y 'Dos mujeres con un cuenco' y su nombre comenzó a sonar en el ambiente. A tal punto, que Kirchner y sus amigos de El puente, lograron que se incluyeran sus obras en una muestra que en 1912 organizó otro grupo, Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), en la Galería Moderna Thannhäuser. Entre los jinetes azules estaban otros chicos tan díscolos como ellos: Vasili Kandisnsky, Paul Klee, Franz Marc y Henri Rousseau, entre otros. Y esto fue un antes y un después en el arte alemán. Un año más tarde, algunas de las telas de Kirchner ya se exhibían en Armory Show, una exposición de arte europeo contemporáneo que se organizó en Nueva York.

Al regresar, los buscavidas en las calles de Berlín, la oferta sexual, los tugurios siguieron siendo sus temas preferidos. Súmese el magnetismo que sobre él ya habían ejercido los fovistas y el resultado fue una exacerbación: con figuras que parecen más talladas que pintadas, ausencia de perspectiva, distorsiones geométricas, juego sui generis de sombras, rostros verdes y cabellos rojos. En sus cuadros, todo parece salido de una cocina de autor. 

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Y llegó la Primera Guerra Mundial, la locura en el frente, los daños psicológicos y las heridas en combate que nunca llegaron a cicatrizar. El nacionalsocialismo era el dueño de Alemania y ya no había lugar para la imaginación de Kirchner. En 1937, el gobierno de Adolf Hitler confiscó algunas de sus obras. Como su gran amigo, Vincent Van Gogh, un año más tarde puso un fin a su calvario disparándose con un arma de fuego. El Instituto Städel (Frankfurt), el Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid) y el Kirchner Museum (Davos, Suiza) atesoran la mayor parte de su producción. 

Ernst Ludwig Kirchner nació hace 140 años en la ciudad alemana de Aschaffenburg, el 6 de mayo de 1880. Se quitó la vida en Frauenkirch, Suiza, el 15 de junio de 1938, aburrido de pintar paisajes.

CP