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Pandemia en Argentina: la guerra de los 100 días

Los cien días de lucha contra el coronavirus nos encuentran con más de 50 mil casos, 15 mil recuperados y más de 1.100 fallecidos. Con un futuro devastador, el país es un rompecabezas difícil de armar.

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100 días de Cuarentena en Buenos Aires por la Pandemia del Coronavirus | Juan Obregón

El 30 de enero de este año, la Organización Mundial de la Salud anunció que el brote de una combinación de virus Sars2, un nuevo coronavirus, detectado por primera vez en Wuhan, China, representaba un riesgo para la salud pública mundial. Y el 11 de marzo fue declarado pandemia. 

En la Argentina, el primer caso de SARS-CoV-2, comúnmente denominado COVID-19 o coronavirus, se presentó el 3 de marzo en un habitante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de 43 años, que había estado en Italia y España. Desde entonces fue imparable y el 20 de marzo entró en vigor el Aislamiento Social Preventivo Obligatorio. Si bien la medida aplanó la curva de contagios en los primeros meses, en junio comenzó un alta significativa de casos.

Hasta ahora, las provincias que más episodios presentaron fueron Buenos Aires, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Chaco, Río Negro, Córdoba y Santa Fe. Se arrancó con un único centro de testeos –el Hospital Malbrán-, pero el 28 de marzo logró descentralizarse y a partir de mayo varios científicos argentinos presentaron métodos propios, con detección más veloz. 

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A 100 días de confinamiento, todos tuvimos que aprender a lavarnos las manos con propiedad, toser en el pliegue del codo, “bañarnos” de lavandina y alcohol, usar barbijo y conversar a la distancia. Los chicos que se deprimían en clase comenzaron a deprimirse porque extrañaban las clases con tiza y pizarrón. Añoramos los abrazos, los cumpleaños, la cola para entrar al cine, las previas para ir a bailar. Las frases “trabajo a la distancia” y “compras online” tomaron un sentido que nunca habíamos conocido y el sistema informático y los dispositivos electrónicos dejaron de tener secretos, incluso, para los mayores, los neófitos y los perezosos. Hicimos mucho pensando en los mayores, los chicos, nosotros, pero todavía queda tanto por hacer.

El casco argentino que reduce las complicaciones que provoca el coronavirus

A 100 días, el AMBA se enfrenta a un nuevo desafío. Lo llaman “último esfuerzo”; todos sabemos que tal vez sea el anteúltimo, o el último antes del anteútlimo, hasta que llegue la “normalidad”. Una palabra que empieza a desdibujarse con el paso del tiempo. ¿Qué era eso de la normalidad? ¡Qué felices que éramos cuando creíamos que no lo éramos! 

La Organización de las Naciones Unidas acaba de presentar en Buenos Aires, a través de su filial en Argentina, un documento que analiza nuestra situación actual. “La pandemia provocada por el virus COVID-19 tiene un impacto transversal, socioeconómico y ambiental, así como efectos en los derechos humanos, que obliga a recalcular cualquier plan de desarrollo sostenible”, tal como sostiene Roberto Valent, Coordinador Residente de ONU Argentina. 


La pandemia puso en relieve las desigualdades económicas y sociales: “Mientras que hace cien años el producto interno bruto (PIB) por habitante de Argentina estaba entre los 10 más altos del mundo, hoy se ubica en el puesto 70”. 

Sin embargo, subsisten las paradojas ya que un país que integra el G20 y podría producir alimentos para 400 millones de personas tiene serias dificultades para nutrir a su propia población. A fin de este 2020, la pobreza podría trepar hasta el 58,6 %, casi cinco puntos más que el año pasado. 

UNICEF advierte que, en diciembre próximo, 7,8 millones de chicos argentinos no tendrán con qué festejar la Navidad. 

El lugar donde se vive, además, incide en la desigualdad. El Registro Nacional de Barrios Populares de Argentina indica que 4,2 millones de personas viven en lugares precarios; solo una persona de cada diez tiene cloacas y acceso al agua corriente. Poco les sirve aprender a lavarse las manos.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la economía argentina caerá 8,2% en 2020, si la pandemia logra seguir controlada; pero hasta un 10%, si luego de una primavera sanitaria, el país entre en una segunda ola de COVID-19.


Los cien días nos encuentran con más de 50.000 casos, casi 14.000 recuperados y más de 1.100 fallecidos, en una tasa del 3% de letalidad. 

Los despidos sin justa causa están prohibidos, al menos, hasta el 31 de julio. Sin embargo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) preve que en Argentina se perderían entre 750.500 y 852.500 empleos en 2020.  Muchos hogares están integrados por personas que se dedican al menudeo, la venta ambulante, la plomería, la electricidad, la albañilería, el servicio doméstico, etc., tareas que se apagaron con la pandemia. Y se implementó un Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP). 

Según la Encuesta Rápida de UNICEF, el 35% de los hogares argentinos recibió alguna ayuda social, sea el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), el bono extraordinario por la AUH, el bono de jubilación la tarjeta Alimentar.

Los 100 días de cuarentena obligatoria, nos encuentran con un dato oficial sorprendente: el 73,5% del total de hogares cree que las personas en sus barrios están cumpliendo con la cuarentena; pero si se trata de villas y asentamientos, 48% de los vecinos dicen que “ven poco o nada de cumplimiento en su barrio”, donde viven precisamente los grupos más vulnerables. ¿Por qué? “Mayormente salen de la casa para comprar alimentos (75% de los casos). Como diría Julio Cortazar, Argentina es un modelo de rompecabezas difícil de armar.

MM / DS