Un viaje de trabajo se transformó casi de casualidad en una pequeña historia familiar donde una puerta me llevó hacia el pasado y hacia amores prohibidos. Mi llegada a San Miguel de Tucumán, en el marco de una campaña de difusión de los atractivos turísticos de la provincia, fue el disparador para encontrar el lugar donde nació mi madre. La tarea no era fácil. Matilde nació en 1928 y encontrar algún rastro de su casa parecía imposible.
Tenía un vago recuerdo de una foto en una puerta que se había sacado cuando viajó por los años ‘90 con su nieta pero no mucho más. Para colmo de males la foto desapareció del álbum de recuerdos de la familia.
La historia de mis abuelos y su llegada a Tucumán
Mi abuelo, Benjamín Dosetas, nació en Esmirna, Turquía y como el país estaba en guerra y el servicio militar obligatorio duraba 6 años, decidió escaparse a Grecia donde conoció a Rosa Miñones. Pero el conflicto bélico se expandió y Benjamín optó por viajar a la Argentina y juntar dinero para llevar a su esposa, que ya había perdido tres hijos, que padecía el Mal del mediterráneo y no sabía ni leer ni escribir.
La inmigración judeo sefaradí llegó a la Argentina desde fines de 1800 a 1930. Y la corriente más numerosa arribó desde Turquía y de Grecia. Entre 1910 y 1911 comenzó a formarse el núcleo sefaradí en Tucumán, cuando arribaron los primeros procedentes de Esmirna (Izmir). Pero la modalidad era que los hombres viajaran solos y que después llegaran sus familias.
Cuando Benjamín pudo juntar el dinero le compró el pasaje a Rosa que viajó sola con un hijo que desgraciadamente murió durante la travesía. Ella, como no quería sepultarlo en el mar, decidió ocultar su muerte y fingió durante una etapa del viaje que lo seguía amantando. Al llegar a Buenos Aires pudo enterrarlo como era su deseo bajo tierra.
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Se instalaron en el conventillo de la calle Serrano del barrio de Villa Crespo en Buenos Aires y Benjamín comenzó a trabajar en el mercado de Gurruchaga por la mañana y por la tarde como sastre. Allí nacieron: Alberto, Perla, Bensión, Esther, Sara y Melly (la única de los hermanos que hoy sigue viva).
Pero, por algunas cuestiones propias de la época, Benjamín decidió hacer una mudanza impensada cuando se enteró que Perla se había enamorado de un muchacho que no profesaba la religión judía. Y marchó junto con Rosa y sus 6 hijos a San Miguel de Tucumán donde se había desarrollado una incipiente inmigración de judíos sefaradíes.
Es difícil imaginar la drástica decisión de mi abuelo, recorrer miles de kilómetros hasta San Miguel de Tucumán desde Buenos Aires y todo por un romance prohibido.
Para poder reconstruir parte de esta historia conté con la ayuda invalorable de mi primo Juán José Davidovich que también estuvo en San Miguel de Tucumán pero hace más de 20 años con la misma intención que la mía: encontrar la casa de los Dosetas: "Los abuelos, me dijo, se instalaron en la calle 24 de noviembre a media cuadra del Parque Independencia de la mano izquierda. En esa casa nació tu mamá y la tía Ñata". Las hijas menores de Benjamín y Rosa que llegaron para completar el sexteto de mujeres.
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La confusión
Juan José no tenía la dirección exacta y las coordenadas que me dio eran confusas. Primero me di cuenta que en San Miguel de Tucumán no existía la calle 24 de noviembre (era mi primer viaje a la provincia) sino que se llama 24 de septiembre en honor a una de las batallas fundacionales de la independencia de la Argentina. La que el general Manuel Belgrano libró contra el Ejército del Rey Español, comandado por el general Pío Tristán y ganó el 24 de septiembre de 1812 y que se conoció como la batalla de Tucumán.
Con esos pequeños datos salí a caminar una noche de sábado y recorrí la calle 24 de septiembre desde el 0 al 500 donde se encuentra la Plaza Independencia. Buscando una puerta de madera con dos escalones de mármol blanco.
Después de una búsqueda infructuosa en especial por la cantidad de gente que circulaba, al llegar a media cuadra de la Plaza lo único que encontré parecido fue la puerta del Museo Folklórico Provincial y además todos los alrededores tenían construcciones modernas, edificios, negocios, restaurantes. No quedaba ni una sola vivienda antigua.
Decepcionado volví al hotel por una calle paralela sabiendo que la búsqueda había sido en vano. Pasaron unas horas y le mandé un mensaje a mi primo. Ahí descubrí el error. Mi pariente confundió la Plaza Independencia con el Parque 9 de Julio que diseñó el paisajista Carlos Thais el mismo que hizo los Bosques de Palermo.
"La casa de los abuelos está a media cuadra del parque sobre la mano izquierda", me dijo. La noche anterior había pasado por ahí y con la cantidad de gente que había caminando no pude ver ninguna vivienda con esas características.
El domingo me levanté a las siete decidido a encontrarla. Salí del hotel, doble por la calle Francia llegué hasta la avenida Avellaneda y en el cruce con 24 de septiembre doblé a la derecha.
De repente, a la luz del día y con todos los negocios cerrados, me encontré con la zona del bajo del centro de San Miguel de Tucumán donde las construcciones son antiguas y que por ahora le escaparon al piquete de la modernización
Entre tanta persiana baja y después de caminar apenas 50 metros la encontré.
Una puerta de madera emparchada, dos escalones de mármol blanco y un número que nadie en la familia pudo retener en todos estos años: 24 de septiembre 59. La casa parecía abandonada con un candado por fuera por lo que se hizo innecesario golpear y tratar de encontrar a alguien. Mucho menos un domingo a las 8 de la mañana.
Saqué un par de fotos con el celular y me fui caminando mientras un agente de policía me miraba extrañado. ¿Qué hace un tipo a las 8 de la mañana de un domingo sacándole un fotos a una puerta?, imaginé que se estaba preguntando.
Esperé hasta las 9 para mandarle la foto a mi primo. Y le pregunté por whasapp: ¿Será esta? Su respuesta tardó dos horas pero fue contundente: "Es esa sin duda".
La pequeña y sentimental búsqueda había terminado. Cerré los ojos, respiré, sonreí y me fui caminando por la misma vereda que alguna vez también pisó mi madre. La puerta se había cerrado.