Hace 10 años, la tragedia ferroviaria de Once fue una de las catástrofes más recientes de Argentina, que dejó 51 muertos y unos 700 heridos. El desastre además expuso a la luz pública las peores vergüenzas de la corrupción kirchnerista y la complicidad del empresariado.
Ese 22 de febrero de 2012 a las 8.32 de la mañana, el tren N° 3772 de la línea Sarmiento, en la que viajaban 1.200 pasajeros, no frenó cuando estaba ingresando a la terminal de Once en plena hora pico.
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El tren chocó contra el paragolpes de contención de la estación y los vagones se encastraron unos en otros en el impacto. En el incidente murieron 51 personas, incluida una mujer embarazada, y 700 heridos de gravedad.
"Yo vi venir el tren de una manera que no era normal. Y empecé a gritar: '¡no frena, no frena!', porque me di cuenta que el ruido no era el normal. Me tiré para atrás cuando sentí el impacto, fue como una explosión", contó Alfredo, de 28 años, un joven que esperaba el tren en el andén para tomarlo en sentido contrario.
"Las puertas se abrieron y yo rompí vidrios para rescatar a dos mujeres. Después ayudé a un hombre que quedó con el cuerpo afuera pero sus piernas quedaron atrapadas. Detrás de él había dos mujeres muertas", contó.
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"Sentí el estallido del choque. Fue un ruido muy fuerte. El tren no frenó. Vi gente lastimada en cuello, brazos, piernas", dijo uno de los sobrevivientes, Pedro Fuentes.
"Adentro del primer vagón se formó como una pared humana, igual que en Cromañón", graficó un oficial de un grupo especial de rescate de Bomberos, rememorando otra de las grandes tragedias sufridas por los argentinos, el incendio de la disco República Cromañón en el que murieron 194 personas durante un recital de rock en 2004.
"Sentimos el golpe y toda la gente quedo una arriba de la otra, el tren estaba muy cargado. Hay mucha gente herida, desmayada y golpeada", dijo un pasajero. "En un abrir y cerrar los ojos estábamos en el piso. Ni sé como salimos. Se me vino encima la puerta y cubrí a la nena", dijo Myriam, otra pasajera.
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"El tren venía llenísimo. El impacto fue tremendo. La gente estaba desesperada por salir", dijo Ezequiel, uno de millón de pasajeros que la línea Sarmiento trasladaba diariamente entre la localidad bonaerense de Moreno y el barrio porteño de Once.
Un vocero de la Policía Federal, que participó del rescate de víctimas, contó que hubo que perforar el techo del primer vagón porque "se planteaba muy dificultoso liberar los cuerpos".
"Con un sistema de roldanas, un trípode y cinturones se fueron extrayendo los cuerpos, y también se trabajó con pinzas y amoladoras para ir cortando los hierros hasta llegar a los cuerpos. Hubo que trabajar muy al detalle para no dañarlos más y a la vez en la contención", precisó.
En una desafortunada declaración pública, el entonces secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, apuntó a las víctimas: "Hay una cultura muy argentina de ir a la punta del tren para bajar primero y llegar antes y pasar antes sin hacer cola y no esperar el colectivo y bajar más rápido del subte, etcétera, etcétera…".
"Si esto hubiera ocurrido ayer, que era un día feriado, seguramente ese coche hubiera impacto y hubiera sido una cosa mucho menor y no la gravedad de lo que fue hoy que lo constituyó en un accidente de muchísima gravedad", dijo el funcionario 8 horas.
Una de las víctimas más emblemáticas de la tragedia de Once fue Lucas Menghini, que tenía 19 años y se dirigía a su trabajo.
Como el tren venía repleto de gente, el joven decidió viajar en la cabina que se encontraba entre los vagones 3 y 4. Los socorristas no lo encontraron y Lucas estuvo desaparecido por tres días.
El 25 de febrero, el cuerpo sin vida de Lucas Menghini fue por los bomberos que realizaron el rastrillaje entre los restos del tren.
Este accidente ferroviario fue el tercero más grave de Argentina, después del ocurrido en 1970 en Benavidez (provincia de Buenos Aires), donde murieron 236 personas, y el ocurrido en la localidad de Sa Pereira (Santa Fe) en 1978 que causó 55 muertos.
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La entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, decretó 48 horas de duelo nacional y el entonces Jefe de Gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri, lo decretó en la ciudad.
El 26 de octubre de 2017 Julio De Vido, que fue ministro de Planificación Federal del gobierno de Cristina Kirchner y en las elecciones legislativas de 2015 fue elegido diputado nacional por Buenos Aires en las listas del Frente para la Victoria, fue desaforado por la Cámara de Diputados y luego detenido, a pedido del juez federal Luis Rodríguez.
En octubre de 2018, De Vido y otros 20 funcionarios públicos y directivos en las empresas concesionarias de transporte fueron condenados por defraudación contra la administración pública y descarrilamiento culposo.
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El exministro K recibió cinco años y ocho meses tras las rejas, aunque fue absuelto del cargo de estrago culposo, un delito que pena a quienes hayan realizado un daño a gran escala y causado un peligro a la comunidad. En marzo de 2020, el exministro fue liberado por el juez Adrián Grünberg porque "ya no había motivos para que siguiera detenido".
Juan Pablo Schiavi fue condenado a 5 años y 6 meses de prisión. Ricardo Jaime, antecesor de Schiavi, fue condenado a 8 años. El noviembre de 2021 el Tribunal Oral Federal 2 concedió la libertad condicional al ex secretario tras haber cumplido los dos tercios de la pena, computando el tiempo transcurrido efectivamente en prisión más las
reducciones por estímulos educativos.
Claudio Cirigliano, dueño de la empresa TBA —concesionaria de las líneas Sarmiento, Roca y Mitre hasta mayo de 2012—, recibió una pena de siete años de cárcel, mientras Marcelo Calderón, quien era director de Cometrans, la empresa controladora de TBA, fue sentenciado a seis años. En abril de 2021, el Tribunal Oral Federal 2 le otorgó el arresto domiciliario por sus problemas de salud.
Otros ejecutivos, como el presidente de TBA, Carlo Ferrari, el gerente operativo, Darío Tempone, y el director administrativo, Daniel Rubio, también fueron condenados a penas de entre tres y cinco años.
ds