Para el gobierno del presidente Alberto Fernández el anuncio del viernes fue el “cierre “ del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Para el organismo internacional de crédito falta una eternidad hasta firmar el acuerdo.
Este sábado, el representante argentino ante el FMI, Sergio Chodos (pieza clave en esta negociación crucial), enfatizó que “lo que hemos evitado es un programa de ajuste”. En declaraciones radiales, dijo: “En este programa no vas a ver una reforma laboral, una reforma jubilatoria que afecte a la mayoría, sí políticas diseñadas para mejorar el desempeño económico y exportador argentino”.
Sin embargo, admitió que este año, 2023 y 2024 serán “medulares”, con “un sendero fiscal proyectado del 2,5%, 1,9% y 0,9% de déficit con relación al PBI”. Y consideró que “Argentina logró un sendero de convergencia fiscal que permite seguir teniendo una expansión del gasto moderada, pero positiva”.
Tal vez son demasiadas consideraciones valorativas para un acuerdo que, en definitiva, tendrá números duros en su columna vertebral. El acercamiento con el FMI tampoco les pone fin a los problemas estructurales que se profundizaron en la Argentina en los últimos diez años: inflación. tipo de cambio, pobreza.
La letra chica de ese ambicioso sendero, por ahora, se desconoce. Al mejor estilo oficial, se resignificó un hecho bajo el cristal K. El anuncio de un acercamiento y de la ratificación por parte del FMI de que efectivamente tiene voluntad de firmar un acuerdo con la Argentina para la Argentina es un trato cerrado. El mismo que este mismo gobierno, valga la redundancia, está intentando alcanzar desde que asumió, hace dos años.
Presentando las cosas de este modo, el Presidente se ahorraría en su momento los detalles del ajuste que debería venir. La letra chica de lo que se firmará justamente apuntará a los detalles por donde el Gobierno deberá pasar la guadaña en los siguientes dos años de este mandato. Por ahora, entonces, la letra chica juega a las escondidas.
Lo que aún se desconoce, pero se intuye, genera incomodidades dentro de la coalición gobernante. Algunos saben que será el trago amargo inevitable; otros, en cambio, se sienten indigestos y prefieren el silencio hasta procesar el mal trago. Sin embargo, el ministro de Economía, Martín Guzmán, se sacó el barbijo, respira profundo y se siente “bancado” por el Presidente.
Hay otro dato económico que jugó en bambalinas. Este 2022 comenzó en todo el mundo mostrando impactos inesperados en la velocidad de recuperación de la economía. Cuando la rueda empezaba a andar, llegó la variante ómicron y le bajó un cambio a la producción mundial. Por ejemplo, la Reserva Federal de EE.UU. modificó las tasas y desde el FMI (tan de moda por estas horas en estas latitudes), la titular, Kristalina Georgieva, admitió que será “agua helada” para el PBI mundial.
Es decir, en un escenario de mayor incertidumbre el Gobierno sabe que no acelerar la firma del acuerdo (el que aún falta sellar) asoma complejo proque 2022 en parte muestra un escenario mundial similar a 2018, al menos en lo referido al acceso al crédito internacional. En el fondo, la aspereza mundial con la que convive hoy la Argentina se asemeja bastante a la que existió cuando el ex presidente Mauricio Macri recurrió al FMI por el stand by que el presidente Fernández le critica duramente.
Finalmente, el anuncio del viernes apunta además a bajar la ansiedad empresaria en torno a otra letra chica que aún se desconoce: ¿qué se firmará en materia económica en la gira que iniciará el Presidente a Rusia y China?