Este jueves 3 de noviembre se conoció la noticia del fallecimiento de Antonia Iraola, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, cuando su hijo Ignacio fue secuestrado y desaparecido por la dictadura militar, en 1977.
A sus 99 años, Iraola residía en la ciudad cordobesa de Río Cuarto. Fue una de las 14 madres que fundaron el movimiento que reclamaba la aparición y justicia de los jóvenes desaparecidos durante el último y más sangriento capítulo militar argentino.
Iraola fue un emblema de los Derechos Humanos al haber encabezado desde Río Cuarto al grupo de mujeres que se congregaron en la Plaza de Mayo a reclamar por sus hijos.
Buscó durante todo este tiempo a su hijo Ignacio Cisneros, alias "Corcho", cantor, guitarrero e ingeniero agrónomo. Por eso, en 2018, fue considerada ciudadana ilustre de Río Cuarto. La resolución del Concejo Deliberante argumentaba que ella “no dudó un instante en salir a la calle a reclamar por su amado Ignacio (…) El 30 de abril de 1977, junto a otras trece madres, fue de las primeras en dar aquella incipiente media vuelta al monumento de la Plaza de Mayo, antes de que los soldados las echaran”.
Asimismo, el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, le hizo llegar su pésame a la familia, y de la misma manera lo hicieron el intendente de Río Cuarto, Juan Manuel Llamosas, el diputado nacional Carlos Gutiérrez y el ex intendente de su ciudad, Alberto Cantero.
Durante una entrevista en televisión Iraola contó su historia, la de Madres de Plaza de Mayo y de su hijo Ignacio: “Esta era la campera de mi amado hijo, solo ella conocerá su historia, solo ella".
Hace 45 años, las Madres de Plaza de Mayo comenzaron a caminar
"Este bolso lo había preparado mi nuera, que estábamos preparando en Alpacorral, para irse con él (su hijo Ignacio) a Córdoba. A última hora decidió no irse, quizás fue la mano que puso el señor para que ella tampoco se fuera. Como él, fui a Buenos Aires, al ministerio del interior, con colas tan interminables de mujeres. Hablando unas con otras '¿vos a qué venís?'. Era tal la desesperación, la soledad, el miedo, el espanto que teníamos, pero había que salir. Había que ir a buscarlos de cualquier forma", contó.
Y concluyó: "Un buen día vinieron las fuerzas de seguridad y nos dijeron que teníamos que circular, nadie se quería mover, hay que circular así que nos pegaban en la puntita del codo con el machete, tuvimos que empezar a circular, y que hacemos? vamos a dar la vuelta la plaza. Ese fue el inicio de las rondas de las madres. Doy fe porque me tocó vivir”.
JD / CP
