En 2024, el agujero de ozono mostró un comportamiento atípico: su extensión fue más pequeña que en años anteriores y su cierre se adelantó, según lo confirmaron desde el Servicio Meteorológico Nacional (SMN). A pesar de estas señales alentadoras, los científicos insisten en que las causas de este fenómeno siguen siendo materia de investigación.
El agujero de ozono fue un tema central de preocupación durante varias décadas debido a sus consecuencias sobre la salud humana y el medio ambiente. En 2024, la situación dio un giro inesperado cuando se redujo a aproximadamente 22 millones de kilómetros cuadrados a fines de septiembre, un área mucho menor que las extensiones observadas en años anteriores. Para sorpresa de los especialistas, su cierre se adelantó considerablemente en la primera semana de diciembre.
Este fenómeno puede ser interpretado como una señal positiva, pero según los expertos del SMN, las razones detrás de los agujeros persistentes de los últimos años continúan siendo un misterio.
Erupción del volcán Tonga: un factor influyente
Este año el agujero de ozono llegó a 15 millones de kilómetros cuadrados -un área similar al tamaño de la Antártida- en los primeros días de septiembre y la máxima extensión tuvo lugar a finales de ese mes, en consonancia con con el promedio histórico. En noviembre, ya se había reducido a los 10 millones de kilómetros cuadrados.
En contraste, los agujeros de 2022 y 2023 habían alcanzado áreas cercanas a los 25 millones de kilómetros cuadrados. “Este comportamiento difiere de los últimos cuatro años, caracterizados por agujeros más grandes y de cierre tardío”, explicaron en el SMN.
El agujero de ozono llegó a Tierra del Fuego
En este contexto, los meteorólogos apuntan a la erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha'apai en 2022 como uno de los factores que podría haber contribuido al desgaste de la capa de ozono, liberando grandes cantidades de vapor de agua y dióxido de azufre que alteraron la química de la estratosfera.
Las previsión tras la erupción del volcán en Tonga, y sus 146 mil millones de litros de vapor de agua expulsados, era que sus consecuencias en el clima podían tener un alcance de hasta cinco años, con el consecuente calentamiento de la Tierra. En lo que concierne a la capa de ozono, sin embargo, todo indicaría que su impacto empieza a debilitarse.
Según el SMN, en este proceso “el calentamiento global juega un papel paradójico: mientras la troposfera se calienta, la estratosfera tiende a enfriarse, lo que facilita la formación de nubes estratosféricas polares y los procesos químicos que destruyen el ozono. Esta compleja interacción entre factores naturales y antropogénicos subraya la importancia de continuar con estudios detallados sobre la dinámica estratosférica”.
Fotos y videos: la impactante erupción volcánica en Tonga tuvo eco en el resto del Pacífico
El ozono actúa como un escudo protector para la Tierra, al filtrar la radiación ultravioleta perjudicial proveniente del sol. Este gas está esparcido por los 35 kilómetros de espesor de la estratósfera.
Sin embargo, su destrucción puede tener graves consecuencias: mayor riesgo de cáncer de piel, problemas oculares y daños al sistema inmunológico, entre otros. Si bien el protocolo internacional de Montreal ha sido clave en la reducción de sustancias que agotan la capa de ozono.
El Protocolo de Montreal, firmado en 1987, logró eliminar el 99 por ciento de estos compuestos a nivel global. El impacto positivo de este tratado se refleja en la evolución de los agujeros de ozono durante las últimas décadas. “Sin embargo -dice el SMN-, los expertos destacan que la recuperación completa podría extenderse hasta mediados del siglo XXI. Esto dependerá no solo de la continuidad en la aplicación de las regulaciones, sino también de cómo evolucione el cambio climático y sus efectos sobre la estratosfera”.
LT