Dominic Raab, Secretario de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, acusó a Rusia de montar una campaña mundial de desinformación que apunta a minar la confianza pública en la vacuna occidental contra el coronavirus. Calificó esas acciones de “reprensibles” en un momento en que los países deberían estar juntos para derrotar la pandemia que ya mató a más de un millón de personas.
“Cualquiera que esté básicamente saboteando los esfuerzos de aquellos que tratan de desarrollar una vacuna son profundamente reprensibles, y es muy inaceptable e injustificado en cualquier circunstancia”, dijo el funcionario a Sky News.
Esta campaña de desinformación, aclaró, se esparce principalmente en los países que tienen una gran cantidad de casos, incluidos Brasil, India e Indonesia.
A mediados de agosto, el mismo presidente ruso Vladimir Putin anunció que su vacuna ingresaba en la tercera fase de ensayos clínicos e hizo público su deseo de homologarla ya en septiembre, sin esperar los resultados de estas pruebas finales sobre 40 mil voluntarios, de las cuales 10 mil deben recibir el placebo. Varios virólogos occidentales (sobre todo alemanes) expresaron sus dudas sobre la eficacia de los resultados, la falta de publicación de datos y el temor de que Rusia esté apurando el desarrollo de la investigación que se lleva a cabo en El Centro de Epidemiología y Microbiología Nikolái Gamaleya, en Moscú.
“Esta narrativa es parte de una campaña de desinformación sobre el coronavirus que quiere presentar a Rusia como líder en el manejo de covid-19”, señala un reporte de la Unión Europea citado en el artículo.
“Se basa en fake news, manipulación de medios y diseminación de teorías conspirativas”, continúa. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov lo negó inmediatamente, desde su país. “Esas acusaciones son un circo”, dijo y agregó tajante: “"Rusia no le está dando falsa información a nadie".
Sin embargo, The Times publicó en Londres una investigación en la que denuncian que los investigadores de la Universidad de Oxford y el laboratorio farmacéutico AstraZeneca son “el blanco de denigraciones y ofensas que nacen en Rusia”. Un dato que respaldó el jefe de la cartera de Defensa, el Gral. Nick Carter. Se referían a “memes e imágenes crueles y de humor negro, aptas para ser compartidas en redes” en las que se mostraba, por ejemplo, al Primer Ministro convertido en yeti o a un chimpancé con guardapolvo blanco sosteniendo una jeringa.
Mientras, el gobierno ruso solicitaba a la Organización Mundial de la Salud el registro express de su vacuna contra el coronavirus “para que esté disponible para todos en un tiempo más corto en comparación con los procedimientos convencionales”, circuló en Suecia la noticia poco difundida de que Rusia propuso al gobierno sueco “cooperar en el uso, producción y diseminación de su vacuna”.
La oferta fue transmitida a Rikard Bergström, coordinador de vacunación del gobierno sueco, quien hasta el momento solo comentó que la vacuna desarrollada en Gamaleya es "interesante"
Además, mientras discutimos cuál vacuna debería estar primero, la publicación cubana Granma difundió que Rusia presentó documentación en Brasil, para registrar allí su vacuna Sputnik V. “El Fondo de Inversión Directa de Rusia (RDIF), la farmacéutica brasileña Uniao Química y el Gobierno del estado de Paraná anunciaron que han presentado un paquete de documentos a la Agencia Nacional de Inspección Sanitaria de Brasil (ANVISA) para el registro de la vacuna rusa Sputnik V» reza la nota periodística.
Como dice el columnista francés Mathieu Lindon en Libération, el coronavirus logró que la ciencia fuera democrática: todos opinan al punto en que “la medicina ya no es una ciencia sino un arte. Hay médicos fauvistas, médicos cubistas, médicos impresionistas –y también- buenos y malos médicos, los que curan y los que no. Los gustos y los remedios [ahora] se discuten”.
Lo cierto hasta ahora es que Vladimir Putin debería ser el primero en sentirse humillado por la desconfianza generalizada que despierta la vacuna eslava. Logró que su propia hija se vacunara con Sputnik V y, hasta donde se sabe, Donald Trump no ofreció ningún ser querido a la ciencia. Muchos hubieran deseado que la solución viniera de un país democrático y dócil a las leyes del mercado. Mientras el mundo se debate entre la vacuna de izquierda y la vacuna de derecha, el coronavirus nos sigue respirando en la nuca.