Hace 70 años que el pueblo italiano de Curon está sumergido bajo un lago artificial. Las autoridades lo drenaron para hacer tareas de mantenimiento y el espectacular pueblo fantasma se reveló desde el fondo con su esplendor de otros tiempos. Aunque regresarlo a la vida no está en los planes del gobierno, el lugar se está llenando de turistas y curiosos.
Hasta ahora, sólo la torre de un campanario románico emergiendo de un lago alpino era lo único que quedaba de Curon, el pueblo de montaña que supo dar color local al valle de Val Venosta, en la región Trentino-Alto Adigio/Tirol del Sur, en Italia.
En 1950, para potenciar el desarrollo hidroeléctrico de la región, las autoridades italianas decidieron unir dos lagos próximos y construir una gran represa. Para lograrlo, sin embargo, debían “vincular” ambas superficies lacustres con un tercer lago artificial, el Lago Resia.
Pequeño detalle: el Resia taparía Curon. Aunque las protestas de 160 familias llegaron incluso al Vaticano, la ciudad se sumergió y el único testimonio de su vieja existencia fue el campanario del siglo XIV, la insignia de Curon que dio vida a la serie homónima de terror que Netflix estrenó el año pasado, copia imperfecta de Dark, salpicada de terror barato para adolescentes, pero yerma de Friederich Nietzsche, Albert Einstein y Gottfried Leibniz, para ser breves.
Cuando el agua les llegaba a los zapatos, un puñado de familias rechazó, en 1950, las nuevas tierras fiscales que les ofrecían y reconstruyó sus vidas en torno al pueblo tapado por el agua.
Esta historia dio un curioso color local al pueblo tirolés. No tardaron en asomar las historias de criaturas y almas en pena emergiendo del lago. Incluso la leyenda de las campanas que repicaban en la medianoche, aunque ya no estuvieran allí. Todo un folklore oscuro que los guardianes de Curon completaron con un turismo acuático que les diera de comer en verano, mientras el trekking sobre raquetas y el esquí de montaña quedaban relegados a las propuestas invernales.
Entre Italia y Alemania
Curón pertenece a Italia, pero su ubicación en la frontera con Austria y Suiza, le dio un perfil peculiar que ventila el escritor italiano Marco Balzano, en su multipremiada novela Me quedo aquí (2019).
La trama narrativa de esta supuesta ficción realista se ambienta precisamente en Curon, entre las dos guerras mundiales, y cuenta la idiosincrasia partida de los habitantes del pueblo: políticamente pertenecen a Italia, pero se sienten alemanes, se visten como tales y, desde luego, la mayoría habla alemán. Balzano revela que Hitler llegó a convertirse en una especie de superhéroe entre los lugareños, que deseaban que el dictador los rescatara del fascismo de Benito Mussolini, algo que de todos modos no sucedió.
La noticia de la resurrección de Curon se hizo viral cuando una lugareña publicó las fotos de las ruinas y twiteó: “es una sensación extraña caminar sobre los escombros de las casas".
Otras ciudades próximas (Arlung, Piz, Gorf y Stockerhöfe) también quedaron sumergidas por la represa de la década del ’50 y acrecentaron la leyenda de esta Atlantis tirolesa binacional.
Para compartir en primera persona esta experiencia, habría que acercarse hasta la localidad cercana de Curon Venosta (Graun im Vinschgau, en alemán), desde donde se accede fácilmente a lo que queda de Curon.
mm / ds