El dislate como cortina de humo

CFK. El ajuste económico no tiene épica, bancarla a Ella, sí. Foto: telam

Cristina Fernández de Kirchner agita que la van a encarcelar y proscribir. Y recoge apoyos inéditos en su coalición y minimovilizaciones callejeras. Alberto Fernández lanza que espera que al fiscal Luciani no le pase lo que a Nisman, que para él (ahora) es un suicidio. Y desata una ola de rechazos que incluye un desproporcionado pedido de juicio político de la oposición para destituirlo.

Una metáfora popular clásica recomienda que para esconder un elefante en un bazar, lo mejor es llenar el bazar de elefantes. Buscado o no, pensado o no, este verdadero show del dislate al que asistimos quita la mirada en la agenda pública, al duro recorte que encaró el Gobierno y al acelerado deterioro de los bolsillos por la inflación.

Por muchos menos tijeretazos que los que encaró Sergio Massa en los presupuestos públicos estos días, el kirchnerismo lapidó a Martín Guzmán, de cuya renuncia aún no se cumplieron dos meses. El tiempo es veloz.

Inflación de pesimismo

Ningún ajuste tiene épica. Y mucho menos en el relato K, como lo volvió a mostrar el viernes Máximo Kirchner en un acto en la UOM: la culpa la tienen el FMI y Macri.

Lo que sí se puede militar es la persecución y la victimización. Allá vamos entonces. Pero evitemos pecar de ingenuidad. Por un lado, la movilización le permite demostrar a CFK que una vez más le marca el ritmo al peronismo, mal que le pese a gran parte de su dirigencia y aunque eso no se traslade automáticamente a un respaldo electoral.

También convendría evitar la candidez respecto al proceso oral y público por la obra pública en Santa Cruz. El extensísimo y arrollador alegato de la fiscalía no tendría tanta contundencia a la hora de las pruebas de que Cristina fue la jefa de una asociación ilícita, según el seguimiento del juicio que han hecho profesionales del Derecho que evitan la grieta política. Se verá.

Contra lo que se podría pensar, semejante ruido político en las calles y en los medios parece no afectar la gestión del nuevo ministro de Economía. O al menos es lo que explican a su alrededor, con el argumento de que prefieren tener a la vicepresidenta entretenida en otros asuntos (“sus asuntos”), en vez de que esté monitoreando el devenir económico. En especial cuando el verbo que impuso Massa es ajustar, porque no queda otra.

Escenas al borde del abismo

Ningún ministerio podrá gastar hasta fin de año casi ni un peso más del presupuesto que ejecutó hasta ahora. En la práctica, eso significa la paralización de programas o la postergación de pagos hasta 2023. Y de ello no se salva Obras Públicas o Educación, pese a que Alberto F prometió que jamás se tocarían esas áreas. Hoy un juramento, mañana una traición..., cantaba Gardel.

El equipo económico afina el lápiz rojo tras recibir una estimación muy pesimista de la Secretaría de Energía, en relación al ahorro efectivo de subsidios que implicará la puesta en marcha de la segmentación tarifaria energética. Este año será más que modesto, lo que complicará cumplir lo pautado con el Fondo en cuanto al déficit fiscal.

Así, mientras Cristina y el kirchnerismo se llevan todas las miradas, el Gobierno encara el primer ajuste serio y amplio de su gestión. Eso sí: habrá que prestar mucha atención al próximo elefante.