Crudo relato de una víctima de múltiples violencias desde la infancia: “El Estado me abandonó”
C.S.F. tiene 41 años. En 2023 denunció a su esposo, exsubcomisario actualmente detenido. Los hechos descritos en ese expediente son aberrantes, pero en la entrevista que dio a Perfil CÓRDOBA se advierte que son una ínfima parte de las violencias que padeció desde muy pequeña.
La historia de C.S.F., una mujer de 41 años, está atravesada por múltiples, crónicas y graves violencias desde su infancia. Ella se comunicó con Perfil CÓRDOBA para relatar su angustia y los miedos que la aterran por haber denunciado a su esposo por violencia de género, un subcomisario retirado de la Policía de la Provincia.
Este medio constató un expediente penal en trámite donde su pareja C.A.L. (66) –actualmente detenido– fue elevado a juicio por los delitos de privación ilegal de la libertad calificada, amenazas calificadas por el uso de arma, daño, lesiones, desobediencia a la autoridad, abuso sexual con acceso carnal y amenazas calificadas. Todo en un contexto de violencia de género.
Fue instruido por la Fiscalía de Violencia Familiar y de Género del 5° turno, con intervención del Juzgado de Control N° 2 del mismo fuero especial. Los abogados defensores del acusado apelaron la resolución y actualmente la causa está bajo estudio de la Cámara de Acusación.
C.S.F. denunció a su esposo el 24 de noviembre del 2023. Relató episodios que datan de 2017, año en el que se casaron. En aquel momento, el Juzgado de Niñez, Adolescencia, Violencia Familiar y de Género de 1ª Nominación libró una orden de restricción recíproca de acercamiento, le proporcionaron un botón antipánico y comenzó la investigación penal.
La acusación describe 16 hechos, antes y después de esa fecha. Incluye amenazas de muerte, presencia de armas de fuego, abusos sexuales y malos tratos denigrantes. En ocasiones la encerró dentro de la casa y no la dejó salir; en otras la dejó desnuda afuera de la vivienda impidiéndole que ingresara, según la acusación fiscal.
Los últimos hechos ocurrieron hace un año. El 8 de agosto del 2024 él fue internado para una intervención quirúrgica de emergencia en el Hospital Nacional de Clínicas y ella se quedó cuidándolo. Tres días después, mientras seguía hospitalizado, cuando ella le dijo que se iba a retirar del lugar, él comenzó a gritar “mi esposa me quiere matar”, por lo que fue detenida y permaneció privada de su libertad una semana, mientras se esclarecía el episodio. Es decir, hay denuncias cruzadas.
En la elevación a juicio en contra del hombre, el último hecho narrado es una amenaza. El 5 de septiembre del año pasado, familiares de C.A.L. fueron a la casa de la víctima, le entregaron una carpeta de plástico que contenía en su interior un cargador de arma de fuego Bersa 9 mm con siete cartuchos. El mensaje era: “Dice que lo perdones, que ya no está tomando (alcohol)”. “De tu hijo, madre”. El trato de “madre”, según señala la pieza acusatoria, ocurría previo a hechos de violencia. En la entrevista con este medio, ella explicó que ambos se trataban de “usted” y que era habitual que la llamara “madre”.
La víctima reside en un domicilio sin ningún tipo de servicios.
El episodio que desencadenó su angustia actual ocurrió el 13 de junio pasado. Después de la detención de su esposo, la mujer se fue a vivir a un inmueble de barrio Ferreyra, carente de todo servicio. Le cortaron el agua, no tiene energía eléctrica y solía usar un baño químico hasta que se quemó.
Ese día llegó la policía a la casa aduciendo un allanamiento. Ella dice que no le hicieron ver ninguna orden judicial. Con violencia, ingresaron rompiendo el portón. Le explicaron que el dispositivo Salva acusaba estar apagado. Ella señala que nunca lo desconectó e interpreta el accionar policial como una amenaza, ya que su esposo fue policía y mantiene vínculos con efectivos de la fuerza.
Ese episodio fue el inicio del diálogo con Perfil CÓRDOBA que derivó en una historia vital de una víctima de múltiples violencias desde la infancia que se siente abandonada por su familia de sangre, por parte del Estado y ahora, también por su esposo.
Los primeros recuerdos datan de tres décadas atrás, cuando tenía 11 años y asegura que sus padres la “entregaron” o “vendieron” a quien luego fue su esposo. A él le reconoce haberla sacado del infierno de abusos sexuales intrafamiliares. Esa aparente contradicción tiene la lógica de las vivencias traumáticas y lleva, a quien la escucha, a reflexionar sobre qué ámbito fue el más violento con ella.
En un operativo policial porque el botón antipánico estaba desconectado, aunque ella lo niega, la Policía le rompió el portón e irrumpió a su vivienda.
A continuación, se transcriben algunas partes del extenso diálogo.
–¿Desde cuándo lo conoce a él?
–Desde que tenía 11 años (1995). Fui a su casa y vi cosas que nunca había visto: comida y un televisor. Era la primera vez que veía uno. Recuerdo ‘Poliladron’, de Adrián Suar. De día estaba en la casa de mis padres y a la noche me mandaba un taxi y me iba a la casa que él compartía con sus hermanas. Si usted me pregunta si veía como algo malo los abusos sexuales que yo sufrí, le digo que no, porque los viví con mi padre y con mis hermanos. Tengo cuatro hermanas mujeres que pasaron lo mismo. Todo estaba normalizado.
–¿Fue a la escuela?
–Iba al San Martín en Ferreyra. Comía en el comedor de la escuela. Era una niña, no tengo muchos recuerdos. A la madrugada volvía con mis padres. Repetí primer año dos veces porque yo no hablaba. Cuando tenía entre 13 y 14 años me indispuse por primera vez. Mi maestra me tapó con un buzo en la cintura. Al otro día lo mismo, al siguiente lo mismo. Nadie me explicó nada. La maestra se dio cuenta de la situación. En la escuela nos dieron educación sexual. Nos explicaron cómo es nuestro cuerpo y ahí entendí que lo que vivía en mi casa no era normal, lo que yo vivía con mi esposo no era normal. Hay cosas que me duelen (llora). En esa charla dijeron: “Tu cuerpo es tu cuerpo, nadie tiene derecho a tocarlo”. Era todo nuevo, en ese tiempo no se hablaba del tema. Pensé: mis hermanos y mis padres no deben ver mi cuerpo. Volvía a casa y le reclamé a mi madre y ella me dijo que lo que a mí me pasaba, a ella le había sucedido igual. Empecé a contarlo en la escuela.
–¿A las maestras?
-Hasta el día de hoy tengo contacto con algunas maestras, a pesar de que mi esposo no quería.
–¿Nadie la acompañó a denunciar?
–Nunca me tomaron la denuncia. Fui a la Casa de la Mujer, cerca del cine (en Tucumán y Colón) en la época en que estaba Olga Riutort y a las oficinas de Duarte Quirós (Policía Judicial) pero mi esposo no quería que denuncie porque iba a salir a la luz lo que él hacía conmigo. Si usted me pregunta si alguna vez me sentí abandonada, le contesto que sí: por mi familia, por el Estado, pero no por mi esposo. Recién ahora me siento abandonada por él.
–¿Cuándo se casaron?
–El 17 de febrero de 2017. Todo tiene un por qué. Mi esposo tenía problemas de salud. En un momento pensó que tenía una enfermedad, estaba preocupado y sabía que su familia nunca me quiso porque soy pobre. Él es buena persona porque me sacó de mis padres. Para mí es bueno, hizo lo que pudo, me sacó del lugar donde me estaban lastimando. Sufrió mucho de chico.
–¿Casándose, qué solucionaba?
–Su hermana no me aceptaba, me discriminaba. Me decían “la arrimada”. Sabía que si le pasaba algo, su hermana me iba a dejar en la calle.
–¿Cuándo comenzó a ser violento?
–A partir de que nos casamos. Estaba estresado por las presiones de su familia. Un día me dio un papel amarillo. Me llevó al Panal, me vistió como él quería y me sacó una foto ahí. Me dijo: “Usted es como mi madre, le hacen cosas y usted perdona”. El papel tenía mi nombre. Era un seguro de vida. Eso molestó a su hermana. Comenzó a enfrentarla y por eso se enojaron con él.
Es imprescindible que el Estado la ayude con todas las herramientas que tiene al alcance, sin burocracia ni demoras.
Necesidades y agradecimientos
C.S.F. tiene en la actualidad múltiples necesidades. Meses atrás, el Polo de la Mujer le entregó una ayuda económica, pero el dinero no pudo cobrarlo porque fue depositado en una cuenta cuyo cotitular es el victimario.
Quiere volver a la casa donde vivía. Hasta el día de hoy no puede recuperar su ropa, su calzado, que está en bolsas en la casa de familiares del esposo.
Hace tan solo un mes recuperó su DNI, que estaba en poder del esposo, pero según detectó hay una versión posterior que alguien tramitó por ella.
El auto que está a su nombre es usado por su cuñada y su sobrina.
Como el vehículo figuraba como propiedad suya, no le brindaban asesoramiento legal gratuito en el Poder Judicial. Hace una semana consiguió que la Defensoría Pública de víctimas la asista y pudo constituirse en querellante en la causa. La representa Ana Pagliano.
Necesita tratamiento psicológico. Después de una larga búsqueda logró un turno en un hospital público, pero tampoco hay garantías de continuidad en lapsos razonables.
C.S.F. tiene sueños, quiere estudiar Enfermería y trabajar.
Tiene también una lista de agradecimientos. Durante la feria judicial fue a Tribunales y la atendió el fiscal de Instrucción de turno, Guillermo González. La escuchó, le proporcionó ropa y le dio dinero para tomar el transporte y poder regresar a su casa. En la Fiscalía de Violencia de Género reconoce a dos instructores: “Anahí y Matías creyeron en mí”, señala.
En el Polo de la Mujer, agradece a Patricia que le confirmó la semana pasada que la ayuda económica está en trámite. Mientras sueña, también espera poder cubrir las necesidades más básicas.
Su historia expresa la fragilidad y soledad en que crecen las niñas víctimas de violencias intrafamiliar. Hoy es una mujer que busca armarse para afrontar su presente y el futuro. Para eso es imprescindible que el Estado la ayude con todas las herramientas que tiene al alcance, sin burocracia ni demoras.
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